En las sociedades europeas, el deporte, y particularmente el fútbol, se ha convertido en el nuevo “opio del pueblo”, sustituyendo en parte a la religión
Fichajes multimillonarios, sueldos estratosféricos de las grandes estrellas, peleas a dentelladas de los grandes monopolios de la comunicación por hacerse con el mercado de la audiencia, multinacionales que invierten cifras millonarias para hacerse con el inmenso merchandainsing que mueven los equipos en todo el mundo, intermediarios que se hacen de oro moviendo traspasos de sus representados de un club a otro, explosión incontrolada de las casas de apuestas deportivas –legales e ilegales– moviendo cifras billonarias cada año, amaños de partidos, mafias que los promueven,…
La mercantilización de lo que nació como un simple juego de entretenimiento –aunque también como una manera de mantener ocupada a la clase obrera en sus crecientes horas de ocio a medida que avanzaba la revolución industrial en Inglaterra– ha alcanzado límites extraordinarios e insospechados. Los 20 fichajes de jugadores más caros de la última década sumaron un total cercano a los 2.000 millones de euros. Sólo los 10 equipos más ricos de Europa tuvieron en 2016 unos ingresos de más de 5.000 millones de euros. Y esto, en realidad, no es más que el “chocolate del loro” de un negocio que se calcula que mueve alrededor de 600.000 millones de euros en todo el planeta.
A día de hoy, el fútbol en su conjunto es considerado la decimoséptima economía mundial. En España, sólo la Liga Profesional –que reúne a los clubs de primera y segunda división– representa el 1,7% del PIB. Cada temporada acuden a los campos españoles 14 millones de personas y otras 174 lo ven por televisión por todo el mundo, según la empresa auditora Deloitte. El CIS afirma que el 54% de la población española es seguidora del fútbol, siendo los jóvenes entre 18 y 24 años los más numerosos.
Pero más allá del negocio, el fútbol es también un arquetipo de la moderna sociedad de consumo de masas, llevando a millones de personas a sentir que su felicidad o tristeza dependen de los resultados de su equipo. Como ha señalado recientemente un periodista y filólogo alemán: “las personas necesitan creer en algo y el fútbol les permite soñar con una gloria ficticia. Ven a los jugadores como héroes, que hacen realidad sus sueños y les brindan gestas. Piensan que sus cánticos dan alas a sus ídolos para lograr una hazaña memorable por la que serán recordados. Ahí entran en juego los sentimientos. El fútbol es como tal una pasión y una religión. Es capaz de concentrar a 60.000 personas en un estadio y a varios millones frente al televisor. Todos vibran de emoción a la vez y endiosan a los jugadores, es una especie de culto religioso”.
Es en este marco de mercantilización y desideologización, donde se mueve un submundo de tramas, mafias, empresarios corruptos e intermediarios oportunistas.
El oscuro mundo de la apuestas
El negocio mundial de las apuestas deportivas asciende a 3 billones de dólares, el 90% de manera ilegal, según la comisión contra el crimen organizado de la ONU. El 65% de esta cantidad corresponde al fútbol.
El entrenador argentino Ángel Cappa – socio del Foro de Intelectuales promovido por Recortes Cero y colaborador de nuestros medios – afirma que “el fútbol ha cambiado sus valores. El capitalismo se ha apropiado de él. Cuando pusieron las apuestas yo ya no sé si un jugador o un árbitro se equivoca. Ya es imposible saberlo”.
Recientemente, saltó a la luz pública el escándalo de un partido de Segunda B (el Barcelona B-Eldense), finalizado con un sorprendente 12-0 tras el que el jugador mauritano del Eldense Cheikh Saad denunció públicamente en las redes sociales la actitud de algunos de sus compañeros de equipo, a los que acusó de recibir importantes sumas de dinero por dejarse perder por ese abultado tanteo.
La denuncia se hizo tanto más creíble cuanto que otros partidos y equipos sobre los que ya recaían las sospechas tenían los mismos protagonistas.
Una red mafiosa organizada proveniente de Italia, cuyo objetivo es el de lucrarse con la toma de control de clubes de categorías inferiores de distintos países en dificultades económicas, para, bajo la apariencia de solventar sus problemas, obtener beneficio a través de las apuestas deportivas en encuentros cuyo resultado ha sido amañado previamente por la trama. Compran los equipos por cantidades irrisorias. Traen entrenadores y equipos técnicos italianos implicados, tienen un pequeño grupo de jugadores que cambian de equipo cuando la trama se apropia de otro club.
Puede parecer increíble que se pueda hacer negocio con equipos tan modestos y de nula proyección mediática, sin embargo no es la fama o el reconocimiento lo que se busca, sino el puro negocio especulativo con el juego. Las apuestas a través de Internet se realizan por medio de casas de juego chinas, rusas y asiáticas, por regla general fuera del alcance y los controles de las autoridades futbolísticas mundiales.
La propia categoría de clubs “no profesionales” de la Segunda B y Tercera división abonan estas prácticas. Los salarios de los jugadores apenas llegan a los 900 euros mensuales. Y participar o consentir varios apaños durante la temporada pueden reportarles ingresos superiores a los que alcanzarán en toda su carrera deportiva. Bien sea cobrando comisiones ilegales, bien participando ellos mismos o sus familiares en unas apuestas cuyos resultados están predeterminados y dependen de su actitud en el campo.
La formidable expansión de las casas de apuestas deportivas legales es el manto bajo el que se recubren estas mafias. Cualquier aficionado al fútbol puede observar como desde hace dos o tres años, las mayores recaudaciones por ingresos publicitarios de los medios (radios, televisiones, prensa escrita y digital) ya no vienen como hasta ahora de las grandes marcas deportivas o automovilísticas, sino de la multitud de las casas de apuestas que han brotado por todas partes.
Es en este ambiente de mercantilización extrema y negocio a gran escala donde pueden florecer las tramas mafiosas que rodean al fútbol.
MAOnesa dice:
De deporte de los pobres a deporte mercantilizado y corrupto. Y luego están las instituciones del fútbol, para darles de comer aparte.
Neido dice:
Gracias Ángel me ha dado otra visión del fútbol, sabía que algo bueno no pasaba al ver tanta casa de apuesta,es un deporte que adoro y me quedo con sus valores