Sanidad

Médicos rurales, médicos descalzos

Los médicos rurales son los que, lejos de la masificación de las grandes poblaciones, practican una medicina de cabecera casi pura. Hasta hace pocos años el médico rural estaba disponible las 24 horas del dí­a. Ahora tienen horarios, libertad para elegir dónde residen, y la asistencia se organiza en consultorios y centros de atención continuada, con apoyo de ambulancias o UVI móviles.Estos médicos trabajan muchas veces con pocos medios, pero con el respeto y la confianza de sus pacientes. Y de los compañeros de profesión.

De los casi 90.000 médicos de Atención Primaria que hay en España, unos 20.000 ejercen en poblaciones de menos de 15.000 habitantes. Son los médicos rurales. Un sector de los médicos que saltó a la televisión a través de la serie «Doctor Mateo» de Antena 3. Más de cuatro millones de espectadores en su estreno, para ver la vida de un cirujano que llega desde Nueva York al pueblo de su infancia para ejercer su profesión. Si las series médicas tipo «House» o «Hospital Central» tienen tirón, la medicina rural ofrece una vertiente donde el médico se tiene que implicar socialmente.

Aunque el perfil no difiere mucho del médico de Familia urbano, el rural es necesariamente mucho más cercano a sus pacientes. «Muchas veces les has visto nacer, crecer, sigues a la familia entera y hay cosas que no se te escapan», afirma un médico rural asturiano, que dice ver venir si detrás de una consulta banal hay dificultades económicas, familiares, incluso malos tratos. Lo gratificante es, a pesar de todas las dificultades, «ayudar a las personas en el día a día. Además de problemas médicos, hay que atender problemas sociales».

Cuenta este médico que en el pueblo donde trabaja el consultorio es tan pequeño que a veces los vecinos, en invierno, tienen que esperar en la calle y, otras veces, debe interrumpir la consulta porque surge una urgencia. Y, aunque hay grandes avances tecnológicos, sobre todo gracias a internet, el problema de la lejanía a la ciudad es sangrante para los pensionistas. Tienen que pagar 50 ó 60 euros en taxi cada vez que tienen que ir del pueblo a un hospital a hacerse pruebas. Y, a veces, tienen que ir varios días.

Estos profesionales afrontan la falta de personal y de medios con resolución y abnegación: atienden varios pueblos, asisten a niños, ancianos, traumatismos, infartos, urgencias… y llegan a ver 50 pacientes diarios. Dicen que los jóvenes se resisten a ocupar las plazas de pueblo por la falta de oportunidades profesionales y de formación.El bajo número de pacientes y de patologías favorece de por sí que se queden profesionalmente estancados, aunque internet resuelve en parte el problema. Lo que sí es impepinable es que no puede permitirse, como en la ciudad, fallar ni un día: «Si un día fallas, otros se reparten los pacientes. En el pueblo estás solo, es difícil irte una semana por un curso. Allí se congela la agenda, y no pasa nada». Médicos que concentran el espíritu de lo que debería ser la medicina popular, de cabecera. Y espíritu al que debería servir la tecnología, no al revés. Médicos descalzos.

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