Jose Sanchís Sinisterra, Max de Honor

“Me gusta comprometerme con planteamientos que no son garantía de éxito”

Hablar de José Sanchis Sinisterra (Premio Max de Honor) es hablar de teoría e investigación teatral, de pedagogía y activismo.

Con el Premio Max de Honor han premiado tu trayectoria y tu forma de entender el teatro. ¿Cómo define su concepción teatral?

Me da para una conferencia, pero dicho esquemáticamente… parto de un pensamiento crítico sobre el contexto inmediato, aunque no soy localista. Mi origen teatral está en Bertolt Brecht. En los años 60 le descubrí y encontré la síntesis de todo lo que yo andaba buscando con 20 años. Pero esto no es suficiente, porque trato de indagar en otros campos de la filosofía, del pensamiento científico, el darwinismo, la física cuántica, la neurociencia… y dentro de eso son importantísimos todos los problemas que tienen que ver con la estética, porque la neurociencia nos está demostrando que el cerebro humano tiene una cierta tendencia a automatizar la percepción y, por lo tanto, la comprensión y la acción sobre la realidad.

No sé si es herencia del formalismo ruso, que lo estudié en su momento, pero estoy permanentemente indagando en la forma. Un contenido supuestamente crítico, puede quedar neutralizado por una forma obsoleta, o pretendidamente vanguardista pero superficial. Yo hago mío el pensamiento de uno de mis maestros que es Samuel Beckett: “la forma es el contenido, el contenido es la forma”. Mi posición en el teatro tiene que ver con eso, tanto indagar aspectos del teatro que tienen que ver con la realidad que no suelen aparecer en el teatro, y que no siempre son políticos, como cuestionar la forma dramática, en la escritura, en la puesta en escena y en la acción.

El artista antiguo representaba a toda una sociedad, a la colectividad. Hoy en día parece que se empuja al artista a solo representarse a sí mismo…

Las contradicciones de mi tiempo son las mías. Hay cierta actitud indagatoria, una cierta vigilancia. Donde me siento definido, desde que empecé a viajar a Latinoamérica y, sobretodo, desde que me establecí en el Nuevo Teatro Fronterizo, con esta pequeña sede en el barrio de Lavapiés, es haciendo visible a través del teatro formas de la sociedad que no aparecen en la dramaturgia, o en la cartelera, para entendernos.

Llevamos ocho años con lo que yo le llamo “dramaturgias inducidas”. A la gente que viene a mis talleres, autores o autoras que vienen a mis seminarios, o con los que tengo cierta relación, los embarco en proyectos que tienen una temática, en el momento, poco frecuente. Empezamos con la invisibilidad de la mujer, en el año 2011, hemos trabajado con la inmigración, individualizando y poniendo en contacto a autores y autoras con inmigrantes, para que ese testimonio se convirtiera en obra teatral. Luego lo hicimos con refugiados con la CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), con colectivos sociales en riesgo de exclusión, trabajadoras del sexo, discapacitados, ex presidiarios en vía de reinserción, LGTB…

Me importa mucho porque son temas que no aparecen en el teatro. Esa es una de las tareas del teatro es hacer visibles dimensiones de la realidad que quedan alejadas; hemos tratado la ecología en “Planeta vulnerable” con la asesoría de Jorge Riechmann; casi hemos terminado un ciclo que se llama “La actualidad puede esperar: teatro contra el olvido”. Son ocho autores y autoras que trabajan con la ayuda de profesores de la UAM, escribiendo textos sobre aspectos de la memoria histórica que no suelen aparecer en el teatro.

El hecho de que a parte de que autor sea también pedagogo, me permite contaminar a los autores y autoras de un aspecto que a mi siempre me ha preocupado la focalización de aspectos de la realidad con los que el teatro no se enfrenta.

Cuando se piensa en España en teoría y pedagogía del teatro se piensa en unos pocos, y tú eres uno de ellos. ¿No crees que hay un problema de superviviencia y de presión institucional sobre el trabajo teórico teatral?

Institucional y del mercado. No olvidemos que todo lo que hacemos está inscrito en una economía de mercado que rige desde la alta política, hasta los aspectos más cotidianos de la realidad de los ciudadanos. Los planteamientos teatrales en los que me gusta comprometerme no son de por sí garantía de éxito, de rentabilidad, muy a menudo los medios los ignoran… porque curiosamente hay más actividad en torno a colectividades marginadas de lo que parece. Lo que pasa es que no aparece en los medios. Es una especie de ridículo starsystem que viene dado por la economía de mercado. El Estado y las instituciones que deberían compensar, según las tesis socialdemócratas, las deficiencias y las injusticias del mercado, a menudo parece que llevan la misma dirección. Con el PP hemos estado al borde la asfixia y del colapso. Vamos a ver qué pasa ahora.

¿Conseguir una financiación estable, sigue siendo el objetivo principal para el sostenimiento del Nuevo Teatro Fronterizo?

Sí. A veces me produce la sensación de ser un poco explotador. No quiero que la gente trabaje gratis, pero tampoco dispongo de apoyos para que su trabajo sea rentable, y me refiero tanto a quienes escriben los textos, como a los directores, actores… intento que todo el mundo cobre, pero llevamos ocho años y nunca sabemos si al cabo de dos o tres meses vamos a seguir consiguiendo los medios para mantener los gastos corrientes, no te digo ya los presupuestos de estos pequeños proyectos. Afortunadamente hay mucha gente generosa en el teatro, y eso hay que decirlo porque a veces la profesión tiene mala fama. Hay un sector que va a lo suyo, pero también hay mucha gente generosa.

¿Cómo entiendes el hilo conductor de las etapas por las que ha pasado tu carrera, antes de llegar a Barcelona, la Sala Beckett y el Nuevo Teatro Fronterizo?

Es difícil, porque la mirada retrospectiva crea la ilusión de cierta continuidad o progresividad.

Ayer estuve en Valencia porque me dieron la medalla de la Universitat de València. Aunque yo empecé a los 15 años en una extraña academia que había en Valencia, que debía tener infiltrados de la Institución Libre de Enseñanza. Pero cuando entré en la facultad empecé a considerarme más director que autor, aunque todavía vergonzante. Como dije anoche, el hecho de que mi actividad teatral naciera en el seno de la Universitat, indisolublemente la conecté con el conocimiento, el pensamiento, el estudio y la formación. Nace en esas circunstancias que he llevado toda mi vida a rastras.

Luego hay una pequeña etapa de cuatro años, que la llamo “turolense”, de catedrático de Literatura en Teruel, donde tuve experiencias muy interesantes de trabajo con adolescentes. Ahora espero que salga un proyecto para jóvenes compañías del que llevamos tres tentativas.

Llegué en el 71 a Barcelona, con toda la efervescencia del catalanismo progresista y antifranquista, nada semejante al independentismo de ahora. Y estaban apareciendo Els Joglars, Els Comediants, el Teatre Lliure… y como notaba que hacía falta un trabajo formal empecé a investigar. Ahí nació, primero el Teatro Fronterizo. La Sala Beckett fue diez años después, cuando se dieron las circunstancias de las vacas gordas.

Y entremedio, el convertir un espacio precario de experimentación en un espacio de exhibición, me vino de Latinoamérica. Empecé a viajar en el 85 y me dí cuenta del valor, la constancia y el riesgo de los teatreros que en condiciones muy adversas abrían salas y hacían teatro. Esa fue mi energía para poner en marcha la Sala Beckett, más preocupado por los aspectos formales y de apoyo a las nuevas generaciones que por la temática. Lo de la temática tiene que ver más con mi inversión en Madrid y en el barrio de Lavapiés.

Como me decanto por el materialismo tengo muy en cuenta las circunstancia. Sé que todas estas neuras que me caracterizan tienen que ver con el contexto en el que me he movido.

¿Qué tema no has tratado que te gustaría tratar?

Ahí sí que ya no me meto. Te puedo decir temas de obras que tengo empezadas. No establezco un abismo entre mi trabajo como autor, como director, como pedagogo o como impulsor de proyectos. Para mi está todo mezclado.

Por ejemplo, tengo una obra atea, un proyecto sobre la defensa de la laicidad. Tengo una obra a mitad sobre una alternativa al sistema, desde una dimensión arcaica, que es el nomadismo relacionado con la economía del decrecimiento. Es la historia de una familia que la han desahuciado y le dan un giro a la situación convirtiéndola en una opción por el nomadismo. Me interesaba a partir de una anécdota trivial la idea de que el sedentarismo fue la causa de casi todos los males humanos. Me interesaba acercarme a la antropología anarquista.

Estoy trabajando sobre las pinturas negras de Goya, investigando sobre el momento en el que las pinta, el trienio constitucional con el enfrentamiento entre liberales moderados y liberales exaltados. Otra oportunidad perdida. Tres en los que parecía que España iba a incorporarse a Europa hasta que la Iglesia, los Borbones, el ejército francés… esas temáticas históricas que encuentran resonancia con el presente me estimulan también, en tanto que Walter Benjamin es otro de mis maestros. Es un mecanismo que nos puede servir para leer el presente de otro modo.

El lugar donde rezan las putas, hablas de “darle la oportunidad a los vencidos de que cuenten su historia”

Una parte de la concepción de Walter Benjamin se basa en que muy a menudo las sacudidas revolucionarias del presente tienen que ver con la recuperación de oportunidades perdidas que siguen estando en una especie de latencia.

En el taller de “Teatro contra el olvido”, con ocho obras en marcha, a parte de las reuniones en La Corsetería (sede de el Nuevo Teatro Fronterizo) nos ofrecieron sesiones públicas en El Español, y allí teníamos tres invitados, con los autores, historiadores… cada sesión se veían algunas escenas y luego el público participaba. Han sido cuatro sesiones maravillosas.

En lo coloquios, muchos de los que intervenían era gente con la memoria en carne viva. Es interesante darse cuenta que no se trata solo de una recuperación del pasado, que también, sobretodo del pasado de los vencidos, pero con una mirada puesta en lo que hoy es todavía es patrimonio de los vencedores, y cómo la memoria de los vencidos es lo que debe impulsar el cambio.

Es impresionante la respuesta de las mujeres ante el caso de La Manada, después de un 8 de marzo que es expresión de una lucha acumulada. ¿Que opinas?

Es un tema que me concierne y que he frecuentado – en el 2012 iniciamos un ciclo sobre la visibilidad de las mujeres -. Lo que está ocurriendo ya me estimula y me exalta. Necesito encontrar razones en la actualidad para el optimismo. Pero me da miedo por como funciona esta cultura de lo inmediato, del presentismo, de las redes sociales… que no sea una especia de relámpago de entusiasmo que luego quede diluido. Creo que no porque hay suficientes colectivos de mujeres organizados como para preservar eso. Pero desconfío de que los partidos y las instituciones lo consideren viento en las velas de su acción.

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