Incapaz por el momento de retomar la iniciativa en la invasión de Ucrania, el Kremlin trata de contrarrestar los avances de Kiev en el campo de batalla con una estrategia basada en intensificar el sufrimiento de la población ucraniana -que enfrenta un gélido invierno sin luz ni calefacción- y en la amenaza de usar armas atómicas o de «polución masiva» (las llamadas «bombas sucias»).
Con temperaturas que pueden llegar a los -20ºC en lo más crudo del invierno, el Kremlin ha decidido usar el frío como arma de guerra, buscando causar el máximo de sufrimiento en la población ucraniana, incluyendo muertes por hipotermia de los más vulnerables, como niños y ancianos. Es una nueva versión glacial de la «doctrina Grozni» -de la que el nuevo mando militar ruso al mando en Ucrania, el «General Apocalipsis» Sergei Surovikin, es un sangriento experto- que busca la capitulación del enemigo perpetrando el máximo sufrimiento entre la población civil.
Esto es lo que está buscando Putin al bombardear en el último mes miles de kilómetros de la red de electricidad y gas, así como centrales eléctricas, refinerías de petróleo, depósitos de combustible, plantas de cogeneración y calderas. Los ataques a estas instalaciones -que proveen de luz y calefacción, pero también de sistemas de purificación y bombeo de agua potable, a la población civil- se extienden por casi todo el territorio ucraniano, incluidas las regiones más alejadas del frente.
Kiev y otras ciudades viven ya en penumbra, con las horas de electricidad restringidas, y con los sistemas de calefacción inservibles en muchos edificios. La situación es aún peor en otras ciudades más castigadas por la guerra, donde los edificios o las ventanas han sufrido grandes daños y se hace imposible resguardarse de las temperaturas bajo cero en las gélidas noches. Cada vez es más difícil adquirir lámparas y linternas, y muchos ucranianos han optado por volver a las rudimentarias estufas de leña para sobrevivir.
Los ataques de Rusia mediante drones iraníes han supuesto la destrucción de aproximadamente un 40% de la infraestructura de generación eléctrica de Ucrania, y ha convertido al país de exportador neto de electricidad -a pesar de la guerra, Kiev tenía previsto ingresar a finales de este año 1.500 millones de euros de sus exportaciones de electricidad al mercado europeo- en importador de energía a través de Eslovaquia.
Ante esta situación, provocada por una criminal estrategia de sufrimiento deliberado de la población, el Kremlin ha respondido con su habitual cinismo, amenazando a Ucrania: la luz lo volverá hasta que Kiev acepte la anexión ilegal de cuatro de sus regiones que la Duma aprobó hace pocas semanas.