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Mas y CiU, al margen de la realidad polí­tica

Las autoridades catalanas están sumidas en la perplejidad en cuanto a cómo instrumentar los pasos necesarios para cumplir el compromiso del presidente Mas, de celebrar tarde o temprano un referéndum sobre la creación de «un estado catalán en Europa». Esta perplejidad da lugar a que algún miembro del govern diga cosas que otros miembros del mismo govern parecen desdecir.

Incluso uno de los miembros de la coalición gobernante en Cataluña Convergencia i Uniò, la democristiana Unión Democrática, ve motivos de alarma en la confusión que ha creado el reciente desafío soberanista lanzado desde Barcelona. «Es todo muy complicado, demasiado complicado como para ser simplificado por parte de un partido político», manifestó este martes el secretario general de esa última formación, Josep Antoni Duran i Lleida en una carta al consejo nacional de su partido.

Comprobemos primero las contradicciones. El pasado lunes el conseller de Economía y Hacienda, Andreu Mas-Colell, declaraba ante un grupo empresarial que, aunque Cataluña está abierta a posibles mejoras en la financiación, la flexibilidad y el reconocimiento por parte del estado, «hay cosas que son irreversibles, y la demanda de un referendo no se puede retirar una vez está sobre la mesa». Todos pensamos, naturalmente, que el Sr. Mas-Colell se refería al solemne compromiso del presidente de la Generalidad Artur Mas, de convocar «sí o sí» un referéndum para que el pueblo catalán decida en el próximo futuro si quiere ser independiente y tener un estado propio en Europa.

El martes, el portavoz de la Generalidad, Francesc Homs, afirmó contra esa evidencia, que «por parte de Cataluña no hay nada planteado de cara a las instituciones europeas, como no lo hay ante la administración general del Estado».

Durán y Lleida teme la hoguera

Ahora la perplejidad es nuestra. Si según la versión de CiU era Cataluña la que habló el 11 de septiembre (en la Diada), y si después de oír la voz de las masas fue el líder de ese partido quien convocó a las elecciones del 25 de noviembre para lograr, como se nos dijo, «un estado catalán dentro de Europa», es evidente que la cuestión del referéndum está planteada como afirma Mas-Colell pero niega Homs. Hace poco Artur Mas quiso enfatizar aún más su compromiso al definir lo que él pretendía con su «democracia en estado puro» como la obligación de escuchar la voz del pueblo.

Es evidente que las autoridades de la Generalidad hablan de una forma desde el balcón de arengas y de otra forma sobre la moqueta oficial. Lo extraño es que una personalidad tan bien formada académicamente como Mas-Colell dé por decidido y real lo que hasta ahora sólo se ha dicho desde el balcón: que el referéndum no tiene vuelta atrás.

Pero también está el talante con que se está abordando toda esta cuestión. Haciéndose eco del tono melodramático empleado hace pocos días por el president para referirse a España, cuando dijo que ésta se hallaba contra las cuerdas (y casi parecía alegrarse porque así no podría reaccionar), don Andreu afirmó que Cataluña dentro de España compite en el mundo con un brazo atado a la espalda, y «por ese camino vamos hacia la decadencia».

No sólo son excesivas las transferencias de Cataluña al resto del estado – dijo el conseller -, sino que el problema más grave es el «del corsé del uniformismo normativo impuesto por las leyes estatales». Contra este freno, hace falta «más poder político y una voz propia en Europa». Cataluña no corre ningún riesgo en esta empresa porque Europa «la protegerá», aseguró Mas-Colell. Sobre esta protección ver algo más, más abajo.

Pero volviendo a la curiosa «salida» de Duran i Lleida frente a sus socios de coalición: sus propias palabras dan motivo para pensar que se halla personalmente en conflicto con el camino emprendido por CiU, lo que le suscita temores. En su misiva dice: «No seré yo quien salga a la calle a explicar esto y echar un cubo de agua fría sobre tantas y tantas personas que han recuperado una ilusión… Sé que acabaría condenado a la hoguera pública y que desde nuestra propia casa ayudarían a encender el fuego». Leído esto, ¿sería injustificado que entendiésemos que iban a ser los de «su propia casa», CiU, los que le subiesen a la pira?

La alarma de Duran i Lleida causada por su propia gente se corresponde con la que puede sentir cualquier otro español sobre un gobierno, el catalán, que se ha lanzado a una ambiciosa empresa nacional e internacional (formar un estado catalán que entre en Europa) con aparente despreocupación por normas tan de bulto como las fijadas en la constitución española para los casos de secesión o consultas populares, y las de la propia Unión Europea y sus tratados fundacionales para entrar en ella.

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