El Observatorio

Más que una derrota

Las duras recriminaciones que la prensa inglesa está dedicando estos dí­as a «sir» Alex Fergusson, por la derrota de su equipo en la final de Roma, no tienen como base únicamente la cuestión deportiva. Y es que al perder, contra el Barí§a, la hegemoní­a en el fútbol europeo (y, al menos en lo que se refiere a fútbol de clubs, también la hegemoní­a mundial), el Manchester (y con él, todo el fútbol inglés) han sufrido un duro varapalo a un proyecto que ya estaba bastante avanzado y sobre el que ya existí­a una cierta aquiescencia: la supremací­a de sus clubes serí­a la base sobre la que llevarí­a a cabo una progresiva transformación de la Premier League en una especia de «NBA» del fútbol: allí­ competirí­an los mejores equipos, jugarian los mejores jugadores y se ganarí­an todos los tí­tulos.

Que Gran Bretaña haya deseñado todo su viejo poderío industrial y comercial no quiere decir que esté dispuesta a renunciar a todo y convertirse en nada. Hizo una apuesta por concentrarse en la City, y le salió, hasta que la crisis la tumbó. Ahora le quedan pocos mimbres para hacer un cesto, y parece no quedarle más remedio que transformarse completamente en una sociedad de servicios. Pero de "servicios" de alto valor añadido. Y es así como la clase dominante británica (que hace planes de futuro, no como otras) imaginó hace una década lanzar una veradadera "opa" sobre el mayor deporte de masas de la historia: el fútbol, nacido precisamente en las islas británicas. La idea es, más o menos, copiar el modelo de la "NBA" de EEUU, una superliga de baloncesto, que no anula las demás, pero las deja en un plano inferior. El poder de la NBA es tal, que cualquier jugador destacado del mundo (de Asia, de Europa o realmente, de donde sea) siempre prefiere jugar en la NBA a hacerlo en cualquier otro club. Su hegemonía es indiscutida. La idea británica es trasladar, en la medida de lo posible, ese esquema al fútbol. Es decir, convertir la Premier League inglesa en una competición "superior", donde juegan los mejores equipos, están los mejores jugadores y se consiguen los grandes títulos, por lo que contaría con la mayor audiencia y, en definitiva, con los mayores beneficios. En estos últimos años se han dado notables pasos en ese sentido. El fútbol inglés ya ha creado 4 grandes "marcas" que, tanto en la Premier como en Europa, se han colocado a la cabeza: Manchester, Chelsea, Liverpool y Arsenal, que copan las semifinales de la Champions. Fuertes inversiones de capital (dominantemente extranjero: americano, ruso y árabe) están en la base de la operación, que se ha completado contratando a los mejores técnicos y a muchos de los mejores jugadores del momento (España, por ejemplo, se ha convertido en uno de los mercados más esquilmados: desde el técnico Benítez al delantero Torres, pasando por Cesc, Xabi Alonso…; pero no es el único, Francia sigue detrás, y Alemania, y África…). Se da la paradoja de que muchos de estos clubs no cuentan prácticamente con futbolistas ingleses, pero es que el objetivo no es promover el fútbol nacional, sino controlar el fútbol, el negocio del fútbol, la imagen del fútbol, su multimillonaria audiencia, los derechos televisivos, etc. El éxito de la fórmula retroalimentaba su éxito. De hecho ya hay grandiosos planes para invertir ingentes capitales en otros clubs, menos conocidos, para fichar grandes técnicos y jugadores y ponerse a la altura de la "banda de los cuatro" antes citada (como el Manchester City,…). Si eso llegara a ocurrir, el objetivo estaría prácticamente conseguido, puesto que, en definitiva, el fútbol, pese a ser de masas, se sustenta en una escasa élite. Hay pocos grandes, grandes jugadores, y eso no da más que para que haya, en cada momento, ocho o diez clubs de absoluta élite en el mundo. ¿Qué pasaría si 7 u 8 de esos clubs estuvieran en una sola liga, en concreto, en la Premier Ligue? Pues que la Premier Ligue sería una "NBA" del fútbol y las demás ligas no harían más que destilar grandes jugadores que, nada más despuntar, serían fichados por aquélla. Pero este plan aún está a medio hacer, a medio cocinar. De ahí que la aparición de un rival que, con otro modelo, otra idea y un fútbol superior, tumbó a su "buque insignia" en el mayor escaparate mundial del Fútbol (la final de la Champions), haya sentado como una verdadera bomba en Gran Bretaña, y se descarguen las iras sobre un "culpable" de forma implacable y rabiosa. Había, y hay, en juego muchas cosas más que una victoria y una derrota. Hace unos meses todo el mundo miraba en exclusiva al fútbol inglés, pero ahora el Barça ha creado otro polo de referencia. Esperemos que gane adeptos y sirva para friustrar unos planes que, desde luego, al fútbol español no le interesan en absoluto.

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