Javier Barona - Foro Judicial Independiente

«Más que un Estado de Derecho, hay un un estado partitocrático»

¿Cómo valoras la reforma de la Constitución? Desde el unto de vista jurídico, no de conveniencia, es correcta. Se ha seguido el procedimiento, con un «pero». La polémica sobre el referéndum me parece vana. La Constitución no dice cuando hay que someter una reforma a referéndum y cuando no, y esta creo que es de las que no. Llevar la contraria a la Constitución en esto me parece absurdo. El «pero» puede ser que efectivamente se ha hecho de forma precipitada, sin un previo debate social y político, que es importante, y en pleno Agosto, en un momento en el que la coyuntura financiera estaba muy álgida. Como decían los jesuitas, «en tiempos de crisis mejor no hacer mudanza». Pero la misma base de la Constitución es el consenso, y una reforma debería basarse en el consenso. No es exigible a las reformas constitucionales que haya ese consenso, que a lo que realmente se apela es a la unanimidad. El consenso constitucional inicial fue importante porque no había constitución. Se venía de una dictadura y a los sectores sociales incluidos en ella se les pudo atraer a la Constitución. Pero no creo que se deba pensar que todas las reformas posibles de la Constitución deben ser por unanimidad. Tenemos una Constitución muy rígida, en el sentido en el que el proceso de reforma es costoso, y si además se exige que sea por consenso no es bueno. Es bueno que sea difícil reformarla pero no imposible. En el tiempo en el que se ha hecho no ha habido tiempo de comprobar el grado de consenso. A eso es a lo que me refería con los «peros». Se ha hecho de forma precipitada y en una época mala, porque era Agosto y porque había una crisis financiera en la que no se puede hacer un debate sereno. Todas las reformas legales, más las de la Constitución, se deben hacer con sosiego, con más debate social y oyendo a los expertos. Y esto lo enfatizo mucho. Tiene que dar tiempo a escuchar a los que saben sobre la materia. Es que este proceso ha venido impuesto desde arriba. Antes de plantearse la reforma hay una exigencia del Berlín. ¿No debería, en todo caso, haber salido de «nuestros expertos». Ahora habría que volver al principio. Una cosa es el aspecto formal y otro el material, con el que soy mucho más crítico. Hay que decir que esta reforma es inútil e innecesaria para lograr el efecto del límite del endeudamiento, que ya existía jurídicamente aunque no se haya respetado políticamente. Hay una norma del derecho comunitario que es de obligado cumplimiento, o sea que no es necesaria la reforma para lograr esto. Lo único que tiene esta reforma constitucional es el efecto cosmético cara al exterior. De hecho no existe ninguna norma para coartar el incumplimiento. Por mucho que la Constitución limite el endeudamiento, si mañana el gobierno de turno se lo salta no existe ningún mecanismo realmente eficaz que lo impida. Bueno, existe el Tribunal Constitucional, pero el acceso al Constitucional está muy limitado, y luego dicta sentencias al cabo de cinco, seis o siete años. Si se lo saltan en el 2012, no sirve de nada que en el 2017 se diga que es inconstitucional. ¿No cree que hay un problema de soberanía nacional, de independencia del Estado respecto a las imposiciones desde fuera? Discrepo. Cuando España se une a una comunidad internacional está cediendo parte de su poder. En el ámbito en el que más se nota, aunque es menos doloroso, es el medioambiental, porque hay una normativa europea, por ejemplo, sobre los residuos, ante la que España ha tenido que ceder su soberanía. Y esto pasa en muchos aspectos. Seguramente uno de los problemas de esta crisis es que no ha habido suficiente cesión de soberanía en materia fiscal y presupuestaria. Es difícil sostener una moneda única si no hay unidad fiscal y presupuestaria. Pero esa relación internacional debe ser en plano de igualdad. Se nos están exigiendo una serie de recortes justificados por un déficit público, que es muy inferior, por ejemplo, al de Alemania. Totalmente de acuerdo. La cesión de soberanía debería ser de todos por igual. Alemania lo exige pero no se lo aplica. La cesión de soberanía debe ser de conjunto, no por partes, y se está haciendo por partes. Claro, ahí está la fuerza de lo hecho. Los fuertes económicamente imponen lo que ellos quieren y no lo que a ellos no les interesa. ¿Cree que ahora más que nunca es necesario trabajar por un frente amplio, que englobe múltiples sectores, organizaciones e ideologías, en torno a unos puntos básicos, para hacer frente a la ofensiva de recortes? Sí, claro. Esto enlaza con algo con lo que yo soy muy crítico. En el sistema político español hay casi una dictadura de los partidos políticos. Seguramente porque la democracia nació en una época en la que los partidos estaban prohibidos y se les dio demasiado protagonismo, no tanto en la Constitución como en algunas leyes de desarrollo, como la Ley Electoral. Como ha dicho algún jurista con acierto, más que un Estado de Derecho, hay un Estado de Partidos, un estado partitocrático, en el que los aparatos de los partidos tienen una excesiva fuerza. Eso tiene una ventaja porque los partidos canalizan la voluntad de los electores, y una desventaja, que es convertir esto en la dictadura de los secretariados de los partidos. Sobre esta partitocracia tan exagerada nunca puede haber unidad ni consenso. En eso tiene razón el 15-M, denuncia que aquí hay una falta de democracia, sin apoyar ninguna de las opciones partidistas. Eso hay que corregirlo. La gente no conoce a qué partido pertenece el presidente de la mayoría de países de nuestro entorno, porque los partidos no tienen tanto protagonismo. En estos países los partidos son maquinarias electorales que cesan pasado el proceso.

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