Casi al instante de tomar la palabra, Simón Peres ya estaba elevando la voz. El presidente turco y el secretario de la Liga Árabe habían criticado duramente la ofensiva de Gaza, Y Peres no se fue por las ramas, y arremetiendo directamente contra Erdogan, señalándole con el índice, le preguntó: «¿qué harías tú si cada noche cayeran 10 misiles, 100 misiles en Estambul?». Durante una larga soflama de casi media hora, y con una voz atronadora, el primer ministro israelí defendió cómo para el Estado de Israel, el fin justifica los medios: «Israel no quiere matar a nadie, nos importan los niños, pero si ponen bombas en guarderías y se esconden los milicianos en las casas no tenemos otra elección». Peres quitó la responsabilidad de la masacre de la franja -que ha matado a 1400 palestinos y herido de gravedad a más de 5000- a Hamás, respaldada por «Irán y sus ambiciones de dominar el mundo». Al terminar, el numeroso público -una selección de la élite económica mundial- rompió a aplaudir.
Cuando el rimer ministro turco fue a rebatirle, el ambiente estaba muy caldeado. Erdogan –un islamista moderado que después de Siria e Irán ha sido el mayor apoyo de Hamás en estas semanas de guerra y cuya diplomacia ha jugado un importante papel- después de condenar el antisemitismo, recordó que durante el alto el fuego "Israel transformó Gaza en una enorme cárcel al aire libre, donde ni siquiera podía entrar una caja de tomates", en referencia al bloque, y que en el periodo anterior a la ofensiva, 24 palestinos murieron por disparos del ejército israelí. Erdogan culpóa a Israel de no haber hecho lo suficiente para evitar las tres brutales semanas de guerra.Al cumplirse los 12 rigurosos minutos de intervención el moderador –David Ignatius, columnista del Washington Post- le interrumpió. Erdogan pidió más tiempo para responder, tal y como se lo habían concedido a Peres. Ante la negativa de Ignatius, Erdogan se levantó airado y abandonó la sala, sin despedirse siquiera del organizador de Davos, Karl Schwap.Erdogan, que al llegar a Estambul fue recibido como un héroe nacional por miles de seguidores, declaró estar más molesto con el moderador que con Simón Peres, de quien ya había recibido una llamada para limar asperezas. Aunque el portavoz del presidente israelí, Ayelet Frisch, dejó muy claro que la conversación no incluyo ninguna disculpa, y que en todo caso "el desagradable encontronazo no perjudicará las relaciones a largo plazo entre los dos países".Sin embargo, una lectura más profunda de este incidente más allá del choque de los dos mandatarios – entre los que hay, según Peres, una “larga amistad”- indica cuán equivocado está el portavoz Frisch.La crispación entre los presidentes de dos países, Israel y Turquía –que en los 90 elevaron sus relaciones al rango de “alianza estratégica”- responde al rumbo al que, de forma cada vez más abierta, está dirigiendo el país otomano el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan. Turquía es un pivote geoestratégico en el diseño global del mundo. No sólo por ser a la vez puente y tierra de nadie entre occidente y el mundo musulmán, sino por custodiar la entrada al Mar Negro –o la salida al Mediterráneo para Rusia- y la del Caucaso. Es junto con Israel, uno de los países que más millones de dólares recibió –y recibe- de Washington en concepto de ayuda militar.Mientras Ankara ha estado firmemente anclada a la órbita norteamericana, no ha habido fricciones con Tel Aviv. El Estado Turco, como el israelí, ha estado históricamente vinculado, formado e intervenido por Washington, en especial su núcleo duro, sus aparatos decisivos de poder… su “Estado Profundo” –el ejército, los servicios secretos, la policía, las cúpulas políticas, judiciales, mediáticas, académicas-.Pero el ascenso de Erdogan y la AKP significan un rumbo distinto, una línea distinta respaldada por una parte de la poderosa clase dominante turca y también por amplios sectores de la sociedad –en un país donde el sentimiento patriótico y el apego al gran pasado otomano son excepcionalmente fuertes-. Erdogan está marcando distancias cada vez más hondas con el hegemonismo, alejándose de la órbita de EEUU.La existencia de la trama golpista Ergenekon –cuyos hilos, al igual que la Red Gladio, la logia P2 italiana o las tramas golpistas en Latinoamérica nos llevan a Langley, Virginia- demuestra hasta que punto la CIA no está dispuesta a que un país de la importancia de Turquía siga ese camino.Es seguro que el ejército turco –formado y vinculado orgánicamente al Pentágono- tiene una opinión muy distinta del desplante a Israel que los entusiastas seguidores de Erdogan. Mientras que el gobierno turco ha llegado a clamar en las últimas semanas por la expulsión de Israel de las Naciones Unidas, el Estado Mayor cerraba tratos con el Tsahal. El mes que viene Israel debe comenzar el abastecimiento a Turquía de aviones sin piloto con capacidad ofensiva iguales que los que la Fuerza Aérea israelí emplea en Gaza.En Davos no sólo se ha escenificado el desencuentro de dos presidentes, sino las fricciones de dos alineamientos para Oriente Medio que avanzan en rumbo de colisión.