Selectividad

Más pero menos

La nueva Selectividad va ya por su segundo año, y por los resultados el endurecimiento de la «selección» no ha tardado en llegar. Pero no una selección a la alza que se refleje en una mayor formación y por lo tanto una mayor exigencia, más bien al contrario.

Los cambios más imortantes podrían resumirse de la siguiente manera: mayor número de carreras, mayor especialización, mayor descentralización, menos calidad en la formación, menos exigencia… más elitización y marginalización. En el curso 2009-2010 se pudo acceder con un 5 de nota media aproximadamente al 60% de las carreras que ofrecieron los campus públicos presenciales, en este curso 2010-2011 que está a punto de terminar el aprobado justo dio acceso a poco más del 42%, es decir, a algo más de 890 titulaciones (contando cada carrera en cada facultad). Si relajamos un poco el criterio y metemos en ese saco las carreras que están en el 5 y el 5,1, la cifra crece hasta 940 títulos, el 45%. En el lado opuesto, en más de 130 títulos hizo falta sacar más de un 10 para entrar. Sin embargo los alumnos se encuentran con una Selectividad que da más facilidades para aprobar (con el grado de formación con el que se llega sería una debacle para la imagen de la Educación no hacerlo) de los alumnos (93% en junio y 74% en septiembre), un nuevo récord. Y este año parece que se va por el mismo camino: ya se conocen los resultados de siete comunidades y, de momento, se mantiene ese 93%. Además, hay que tener en cuenta que llegan a los campus más alumnos procedentes de la FP de grado superior (hace falta el bachillerato para entrar): ya no existen cupos limitados de plazas para ellos en cada carrera, lo que, de acuerdo a la lógica actual, ha de significar mayor rebaja de la exigencia. La nueva Selectividad contiene una parte obligatoria (que hace media con bachillerato con una escala de cero a 10) y otra optativa, con exámenes voluntarios que pueden subir la nota hasta cuatro puntos, por lo que la nota máximo no es un 10, sino 14. La razón es la adaptación a Bolonia, el esquema común europeo con grados de cuatro años que sustituyen a licenciaturas y diplomaturas. El Gobierno ya no hace un listado cerrado de titulaciones oficiales, sino que da unas pautas generales sobre las que los campus diseñan las que quieren, que han de recibir el visto bueno oficial. Las consecuencias necesariamente ha de ser un aumento de las desigualdades entre las diferentes nacionalidades y regiones del país. Y no solo en el tipo de carrera. Por ejemplo, para Derecho hizo falta entre un 5 y un 8 dependiendo de la universidad; para Psicología, entre el aprobado y el 9. Todo esto se justifica en el aumento de alumnos (hay 1,6 millones de universitarios) como la causa de la competencia: en 2010-2011 la cifra de estudiantes nuevos aumentó un 10% respecto al año anterior. Sin causas demográficas que lo expliquen, el proceso se explica con la crisis, entre otras cosas, que “empuja” a más alumnos a seguir estudiando, pero no con mejor formación, ni con mayor acceso. Habrá que esperar a conocer el abandono universitario y las estadísticas sobre el tipo de trabajos en los que se ocupan los que acaben. Hablamos de cuatro o cinco años. Pero los resultados son más que previsibles.

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