Referéndum 2017

Más divididos, más débiles

El sucesor de Artur Mas, Carles Puigdemont, parece redoblar su órdago de ruptura, convocando para septiembre de 2017 un referéndum por la independencia, anunciado como vinculante y sin acuerdo con el Estado.

Más divididos, más débiles

El sucesor de Artur Mas, Carles Puigdemont, parece redoblar su órdago de ruptura, convocando para septiembre de 2017 un referéndum por la independencia, anunciado como vinculante y sin acuerdo con el Estado.

¿Qué objetivos defienden? ¿A quién benefician?

¿Objetivo 2017?

La “hoja de ruta” del independentismo ha dado un nuevo giro, con la resolución aprobada en el parlament catalán para celebrar un referéndum por la independencia antes de septiembre de 2017.

Frente a anteriores declaraciones del propio Puigdemont, el texto anuncia una consulta unilateral, es decir, no pactada con el Estado, y afirma que bastará con la mitad más uno de votos afirmativos para continuar adelante con la ruptura, algo insólito en un referéndum separatista.

Si triunfa el sí a la ruptura, se celebrarían en marzo de 2018 elecciones “constituyentes” del nuevo Estado. Pero en menos de 3 meses, antes del 31 de diciembre, pretenden regular aspectos jurídicos básicos del “nuevo Estado”, como la nacionalidad, los derechos fundamentales, el poder judicial o la política económica.

La resolución se ha aprobado con el voto favorable de Junts pel Sí y las CUP, la abstención de Catalunya Si Que es Pot (la coalición nucleada en torno a Podemos e IU) y el voto en contra del PSC. Tanto el PP como Ciutadans se negaron siquiera a participar en la votación de una resolución que el Tribunal Constitucional ya había invalidado.

Hasta aquí los hechos. Analicemos que hay detrás de la nueva “hoja de ruta” independentista, qué hay de real en el nuevo órdago contra la unidad, y qué papel cumple su irrupción en un momento crítico de la política española.

¿Qué significa el “reconocimiento internacional” de la independencia?

Artur Mas y Carles Puigdemont se esfuerzan por “internacionalizar” el proceso soberanista, por obtener un “reconocimiento internacional” a una futura independencia.

Quien confiesa los motivos de este empeño es Miquel Sellarés, un histórico cuadro de Convergencia, fundador de los mossos d´Escuadra, la policía autonómica, y presidente del Centre d’Estudis Estratègics de Catalunya (CEEC), un think tank independentista.

Al afirmar que “sí hay alguna posibilidad de que Cataluña alcance su independencia nacional, esta es que disponga de la aquiescencia de la comunidad europea y, no nos engañemos, de los Estados Unidos”, y por eso considera que deben dejar claro que un estado catalán independendiente seguiría colaborando con la OTAN: “Esta es la única posibilidad que tenemos de que el conflicto Cataluña-España pueda algún día disfrutar del beneplácito de los actores internacionales”.

Desde fuerzas políticas como el PP o desde los principales medios de comunicación se afirma que ni EEUU ni la UE aceptarán jamás la independencia de Cataluña porque violaría la legalidad internacional. Pero los grandes imperios solo se mueven por sus intereses de dominio.

Una de las voces más autorizadas de la economía norteamericana, el Nobel Joseph Stiglitz, especialmente cercano al actual presidente Barack Obama, acaba de declarar en Barcelona que “un Estado catalán sería económicamente viable”.

Argumentando que “en un mundo globalizado es más fácil para un país pequeño funcionar y funcionar relativamente bien”. Utilizando el ejemplo de Islandia y destacando que Cataluña es diez veces mayor.

No es la primera vez que desde Washington se respalda, o al menos no se paralizan, los ataques contra la unidad de España.

En marzo de este mismo año, el Congreso norteamericano -en concreto el subcomité de Europa dentro de comité de asuntos exteriores- celebró un extenso debate bajo el título “La política de los EEUU hacia los movimientos de autodeterminación nacional”.

El informe principal versó sobre Cataluña, estableciendo que “después de Escocia, Europa tiene que hacer frente ahora a una nueva crisis independentista en Cataluña”.

Lo presentó el doctor Paul Williams, profesor de Derecho y Relaciones Internacionales de la American University, asesor del gobierno norteamericano sobre la formación de nuevos Estados y parte activa en procesos de independencia en Kosovo, Montenegro o Sudan del Sur, nuevos países desgajados que han pasado a convertirse poco menos que en protectorados norteamericanos.

Williams defendió que la posición norteamericana hacia procesos independentistas no debe “solo enfatizar la estabilidad y el status-quo de las fronteras” o “tener en cuenta los intereses del Estado original”, sino considerar “las consecuencias de la secesión en la política regional”.

Para pasar a considerar que “el no reconocimiento de la independencia de Cataluña sería dificil de justificar en muchos Estados europeos, teniendo en cuenta que tres docenas de Estados han conseguido el reconocimiento por parte de Estados miembros de la UE los últimos veinte años”.

Aventurando que “si Cataluña proclama la independencia buscará el reconocimiento internacional de acuerdo con la voluntad de su pueblo y no de acuerdo con las disposiciones de la constitución española”. Y sentenciando que “no hay ningún precepto de la ley internacional que pudiera prohibir una declaración unilateral de independencia”.

Dividir para dominar

¿Significa esto que EEUU apuesta por desgajar a Cataluña de España? No parece que sea así. España es un peón fiel norteamericano, en los terrenos económico, político y militar. Y eso no está puesto en cuestión.

Pero abrir la herida de la unidad sí puede resultar rentable, para debilitar y rebajar la resistencia ante la ejecución de unos planes norteamericanos que para nuestro país exigirán nuevos “sacrificios” en todos los terrenos.

El momento en que los Mas y Puigdemont han dado un nuevo impulso a su órdago de ruptura ha sido todo menos casual.

La aprobación en el parlament catalán de la convocatoria de un referéndum independentista para 2017 coincidió -el mismo día- con la “toma de Ferraz” para imponer la dimisión de Pedro Sánchez y abrir paso al nuevo gobierno de los recortes presidido por el PP que defienden tanto Washington como Berlín.

En medio de toda una auténtica reconducción política para garantizar la ejecución de los mandatos de los grandes centros de poder internacionales y nacionales en nuestro país, los Mas y Puigdemont pisan el acelerador para tensionar y contaminar la vida política nacional.

Ofreciendo, por ejemplo, al PP renovados argumentos para imponer un nuevo gobierno de los recortes.

Artur Mas ha vuelto a hablar para dejar claro que “el independentismo debe aprovechar la actual situación de desgobierno del Estado español para conseguir sus objetivos”. Remachando que “las debilidades actuales del Estado son nuestras fortalezas”.

Y recordando 1640 -cuando el sector más vendepatrias de las élites catalanas se entregó al rey de Francia para separarse de España-, afirmando que “hay que evitar cometer los mismos errores que llevaron a la derrota a Cataluña cuando en cambio fue en el mismo periodo que Portugal logró su independencia”.

Se le olvidó a Mas mencionar que el Portugal desgajado se convirtió inmediatamente en un protectorado británico. Y que la actuación de los “independentistas” del siglo XVII permitió a Francia apoderarse de un tercio de Cataluña, procediendo a borrar a sangre y fuego cualquier vestigio de la lengua, la cultura y la autonomía catalanas.

Esta es la naturaleza de los Mas y Puigdemont, auténticos vendepatrias bajo su apariencia de falsos patriotas. Dispuestos a ofrecerse a los principales centros de poder mundiales a cambio de que estos “reconozcan” la independencia.

Este es el papel que juegan hoy los ataques contra la unidad en Cataluña. Cuanto más divida, y más débil por tanto, sea España, mayor facilidad para imponer nuevos recortes o encuadrarnos todavia más en las guerras imperiales.

Por eso desde Washington se maneja “el grifo” de la división según sus intereses. Cobrándose a precio de oro el apoyo público al gobierno central con una mano, y otorgando con la otra esperanzas a los Mas y Puigdemont para que la herida contra la unidad permanezca abierta.

Todos los progresistas, todos los que luchamos contra los recortes, debemos de colocar esto en primer plano.

La división o el debilitamiento de la unidad solo beneficia a quienes pretenden aumentar su dominio para imponernos mayores recortes. Y la lucha contra los recortes exige defender y fortalecer de forma activa la unidad del conjunto del pueblo trabajador.

Su punto más débil

La realidad social en Cataluña no es la de una radicalización independentista. Es exactamente la contraria.

Los actos de la Diada, termómetro de la movilización del independentismo, han registrado este año una asistencia mucho menor. Incluso en las cifras oficiales más favorables, se ha reducido de 1,4 millones a 875.000. Que se rebajan a 625.000 según los cálculos del servicio de estadística de la Universitat Autónoma de Barcelona.

A pesar de que esta era la primera vez que un president de la Generalitat acudia a las manifestaciones, y que estas contaban, también por primera vez, con el apoyo de En Comú Podem, la asistencia ha caído un 37,5%

No es fruto del “cansancio” tras cinco años de procés, sino que expresa el rechazo a las políticas que representan los Mas y Puigdemont.

El punto más débil del proceso soberanista es que debe encabezarlo la ex Convergencia. No puede hacerlo las CUP, ni tampoco la ERC de Oriol Junqueras.

Pero la mayoría de la sociedad catalana está en contra suya.

Carles Puigdemont ha salvado la moción de confianza, que tuvo que presentar tras la negativa de las CUP a dar el sí a unos presupuestos que suponen la continuidad de los recortes.

Pero eso -y tampoco la convocatoria de un referéndum para 2017- puede ocultar su debilidad. En las pasadas elecciones generales, la ex Convergencia quedó relegada en Cataluña al papel de cuarta fuerza política, con apenas unos pocos de miles de votos más que el PP, y el respaldo de poco más del 10% del censo.

El primer resultado objetivo del proceso soberanista es permitir que siga gobernando Cataluña (Puigdemont es el presidente y la ex Convergencia la fuerza que impone sus criterios en Junts pel Sí) la fuerza política que ha ejecutado los recortes y que concita el rechazo de 90% del censo.

¿Y qué pasa con los recortes?

En la misma sesión que aprobó la convocatoria de un referéndum por la independencia, la CUP presentó tres mociones más: modificar el tramo más alto del IRPF para que pague más quien más tiene; eliminar el mínimo exento de impuesto de patrimonio -un regalo de Artur Mas a las grandes fortunas-, y recuperar el impuesto de donaciones y sucesiones -que pagan los grandes patrimonios.

La respuesta de Junts pel Si, de la ex Convergencia pero también de ERC, fue votar en bloque que no, impidiendo que se cuestionara siquiera mínimamente cualquiera de los privilegios concedidos a las grandes fortunas.

Ante la moción donde se denunciaba el TTIP -la “OTAN económica” que pretende imponer el gran capital norteamericano, Junts pel Sí dio libertad de voto… Y todos los diputados procedentes de la ex Convergencia se abstuvieron.

En la Cataluña “independiente” a la que aspiran los Mas y Puigdemont no se pueden cuestionar los intereses fundamentales norteamericanos.

Y de ellos solo podemos esperar todavía más recortes. Según un estudio de la fundación Jaume Bofill, los recortes han situado a Cataluña a la cola de la UE en inversión educativa.

La media europea está situada en el 5,3% de inversión pública en educación. La del conjunto de España se sitúa en el 4,5%. Pues bien en Cataluña las administraciones públicas -el gobierno de Mas y Puigdemont- solo dedican el 2,8%.

Si hacen esto ahora, ¿qué no harían en una Cataluña “independiente” donde dispusieran de todo el poder? ¿Cómo puede alguien que se llama de izquierdas coincidir en algo con esta gente?

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