La crisis deja a cientos de miles de trabajadores sin cobrar su nómina

Más difí­cil todaví­a

La semana pasada, un grupo de 18 obreros amenazó con tirarse de un edificio en obras de Manresa por llevar tres meses sin cobrar. Desgraciadamente, no se trata de un caso extremo y puntual. La restricción del crédito decretada por los bancos, la caí­da del consumo al calor del aumento del paro, y el drástico descenso de la producción industrial, ha colocado a muchas empresas al borde de la quiebra. Los impagos de nóminas -a veces de hasta seis meses- se han incrementado considerablemente, colocando a los trabajadores en la cuerda floja.

Antes de la entrada en el infierno uede venir un largo calvario. Previo al despido o al cierre de la empresa, pasando a engrosar las listas del paro, muchos trabajadores deben soportar meses sin cobrar. Es el caso de los trabajadores de la empresa de piezas hidráulicas ITP –antaño una boyante firma del cinturón industrial de Barcelona-, que llevan cinco meses sin cobrar su salario. Sin abandonan su puesto de trabajo antes de que haya una resolución judicial o se formalice un ERE, quedarían sin derecho a cobrar el paro. Con lo que llevan casi medio año fichando a las seis de la mañana y trabajando ocho horas diarias… sin cobrar un duro. Las denuncias por impago de nóminas y finiquitos se multiplicaron un 33% en 2008 respecto al año anterior. No se trata solamente de firmas de la construcción o del sector servicios. Empresas del sector industrial que antes tenían una situación financiera sólida, hoy acusan la crisis. Los trabajadores de ITP añoran “los tiempos en los que fabricábamos para SEAT, Valeo o Delphi”. Hoy esas empresas han sido vendidas al capital extranjero, o los monopolios han decidido deslocalizarlas. Es el amargo fruto de un modelo económico que ha apostado todas las cartas a la construcción, dejando en un precario estado al tejido productivo. A esto se añade el inmisericorde embudo que forman los bancos. Cada 30 de enero, los bancos reciben multitud de llamadas de pequeños empresarios que piden un crédito para pagar las nóminas. Y casi sistemáticamente, los bancos les deniegan el préstamo. Durante los años de crecimiento, los bancos han encadenado a las pymes industriales a la rueda del crédito. Para comprar maquinaria, para desarrollar la producción, para pagar las nóminas, se recurría permanentemente al crédito, con la idea de que éste era ilimitado y barato, y siempre sostendría el endeudamiento. Con la crisis, esos mismos bancos que animaron a las empresas a endeudarse, como medio de expansión, restringen ahora el crédito, estrangulando así a las pymes. El gobierno asiste impasible al espectáculo de que los bancos utilicen el dinero de los planes de rescate para pagar sus deudas, mientras las pymes quiebran. Y los sindicatos –ante el cierre de empresas o el impago de nóminas- apenas recomiendan pactar una indemnización con la empresa, acudir al Fondo de Garantía Salarial o presentar una denuncia. En lugar de presentar un plan de choque contra la crisis, intentar arrancar unas cuantas migajas más, que en nada paralizan la destrucción de empleo y tejido productivo. Y mientras, los trabajadores son condenados al paro o soportan meses sin cobrar su salario.

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