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Cuando está en juego la supervivencia -es decir, mantenerse como un magnate monopolista- los «prejuicios ideológicos» de la burguesía desaparecen como por arte de magia. Así, el grupo PRISA, hasta ahora fustigador de Berlusconi, al que identificaba como «la extrema derecha europea», acaba de vender Cuatro al holding del primer ministro italiano. Y La Sexta -presentada desde su nacimiento como la televisión de la izquierda consecuente- va a ser fagocitada por Antena 3, el más conservador de todos los monopolios audiovisuales. Gracias a la reforma legal de Zapatero, estamos asistiendo a una brutal concentración en los medios de comunicación, que sólo puede lugar a más pensamiento único.
La crisis ha goleado a todos los monopolios informativos, pero especialmente al grupo PRISA. El antaño inviolable imperio de los Polanco, anda tambaleándose por una deuda absolutamente inasumible. Y llevaba tiempo buscando una pareja que pudiera asumir las facturas atrasadas. La fusión con La Sexta encalló ante las excesivas exigencias de PRISA. Y a Juan Luis Cebrián, consejero delegado del imperio Polanco, no le ha quedado otra alternativa que entregar la Cuatro… ¡a Berlusconi! ¿Pero El País, la Ser y Cuatro no eran enemigos acérrimos del primer ministro italiano? ¿No era Berlusconi el representante del “neofascismo”? Pero negocios son negocios. Y las cuestiones ideológicas ocupan un papel muy secundario cuando lo que está en juego es mantener el poder monopolista sobre la información. En esto los herederos de Polanco y Berlusconi están igualados… y a nadie puede extrañar que hallan llegado a un acuerdo para repartirse el pastel televisivo. Lo que se presenta como una “fusión” es una adquisición en toda regla de Cuatro por parte de Telecinco, cuyo accionista principal es Mediaset, el holding de Berlusconi. A cambio de quedarse con Cuatro, PRISA adquiere un 18,37% de Telecinco, convirtiéndose en el segundo accionista del nuevo grupo. Y Mediaset se hace con un 22% de Digital+, la cadena de pago de PRISA. El intercambio de puestos en los consejos de administración de ambas entidades, sella el pacto monopolista entre los dos imperios mediáticos. El otro “socio” de la operación es Telefónica, que ya había adquirido un 21% de Digital+ por 470 millones de euros. La fusión de Cuatro y Telecinco da lugar al mayor operador de televisión en abierto, con una audiencia conjunta del 25,2% y ocho canales de TDT a partir de abril de 2010. El otro movimiento en el panorama televisivo es la adquisición de La Sexta por Antena 3. Ambas cadenas se fusionan y el nuevo holding estará participado en un 77% o 78% por Antena 3 y en un 22% o 23% por La Sexta. El primer ejecutivo del nuevo grupo será el actual consejero delegado de Antena 3, lo que da una idea cabal de quien va a llevar el bastón de mando. Antena 3 está participada en un 44,5% por Planeta, el grupo de los Lara, una de las familias de la burguesía catalana más acérrimamente franquistas, que poseen también La Razón o El Avui -órgano del indepentismo más conservador-. El monopolio italiano De Agostini posee otro 44,5% de Antena 3, y Bertelesmann, el emporio editorial alemán, tiene otro 20,5%. La Sexta, órgano de expresión de “la nueva izquierda”, especialmente vinculada con Zapatero, junto a una de las familias más derechistas de España. Otra vez, los misterios de los acuerdos monopolistas. Y es que era muy difícil que La Sexta pudiera conservar impunemente su “cartel de izquierdas”. Su principal accionista, con un 40%, es Televisa, el principal monopolio informativo de Hispanoamérica, propiedad de los Azcárraga, los “Ciudadano Kane” del mundo hispano. Y, a través de Imagina, encontramos también en el accionariado de La Sexta a Juan Abelló, es miembro del consejo de administración del Banco de Santander, y hombre especialmente vinculado a Botín. ¿El primer banquero del país y uno de los mayores magnates del panorama audiovisual mundial, en el accionariado de “la televisión de la izquierda consecuente”? El resultado de estas dos fusiones son dos megagrupos que controlaran todo el panorama televisivo español. Fortleciendo su capacidad para imponer un “pensamiento único”, para decidir qué es noticia y qué debe silenciarse