Tras la ronda de conversaciones del Rey con las formaciones representadas en el Congreso, el horizonte se presenta hoy más despejado en el camino hacia la formación de gobierno. Felipe VI ha propuesto a Pedro Sánchez como candidato, y tras más de ocho meses de bloqueo, con una forzada repetición electoral, todos los acontecimientos parecen alinearse para hacer posible un gobierno de coalición encabezado por el PSOE y en el que también estará presente Unidas Podemos.
¿Por qué se han abierto grietas el “bloqueo político”? ¿Qué factores juegan a favor de la formación de un gobierno de progreso… y que riesgos o peligros sigue enfrentando?
Lo que hoy permite vislumbrar una salida favorable a la formación de gobierno -algo que fue imposible de abril a octubre- es la movilización el 10-N de una mayoría social progresista y de izquierdas. Fue su irrupción en las urnas -frente a quienes pretendían una desmovilización mayor que hiciera posible un “gobierno de los recortes- lo que ha precipitado los acontecimientos. Imponiendo un “acuerdo exprés” entre PSOE y Unidas Podemos, solo 48 horas después del cierre de los colegios electorales.
Según las últimas encuestas publicadas, más de un 80% exige que se forme gobierno, evitando una nueva convocatoria electoral, y casi un 60% respalda un gobierno basado en el pacto entre PSOE y Unidas Podemos. Este es el “motor” que está detrás de todos los movimientos en el tablero político.
¿En qué situación nos encontramos?
Las fuerzas que ya se han mostrado partidarias de votar afirmativamente a la investidura de Pedro Sánchez alcanzan los 169 escaños. Además de PSOE y Unidas Podemos, se encuadran el PNV, Mäs País y Compromís, el Bloque Nacionalista Galego, el Partido Regionalista de Cantabria y Teruel Existe. Aunque no se haya cerrado ninguna negociación, todo parece “encarrilado”, y dado el clima social nadie podría permitirse aparecer como causante de un bloqueo que todos rechazan.
Y, ante la necesidad de alcanzar una mayoría suficiente, se ha abierto la batalla por “el disputado voto de ERC”. La abstención de los 13 diputados de la formación independentista la haría posible. Frente a quienes afirman que ERC impondrá sus condiciones, provocando una situación de inestabilidad, la realidad es muy diferente.
Ya se han celebrado tres reuniones entre las delegaciones del PSOE y ERC, la última de ellas celebrada en Barcelona, en el que un inusual comunicado conjunto resaltaba los avances realizados. Las condiciones que ERC exige están muy lejos de la unilateralidad que defendió en octubre de 2017,y pueden ser asumidos en un proceso de diálogo que no tendría que superar los límites de la Constitución y el estatuto catalán.
ERC tiene que “vender” su abstención, en un momento donde pueden convocarse unas elecciones catalanas donde disputaria a Puigdemont la presidencia de la Generalitat. Pero también enfrenta presiones en el sentido contrario. Un analista como Enric Juliana ha resaltado que “a ERC le puede resultar cara la abstención, pero no sería capaz de gestionar un No. Hay una mayoría en Cataluña que no aceptaría un nuevo bloqueo político”.
La mayoría social que exige un gobierno de progreso también existe en Cataluña, y también condiciona la actuación de las fuerzas políticas. Las de ERC… e incluso las de Puigdemont. Ayer mismo el grupo de Junts per Ctalunya en el parlament catalán decidió retirar una moción a favor de la autodeterminación, afirmando que tenian en cuenta “el momento político”, y que lo hacían para “favorecer las negociaciones”.
Unas terceras elecciones tendrían un coste político demasiado alto. Generando una inestabilidad poco asumible en un país como España, en un panorama europeo ya demasiado convulso.
Y esta realidad puede incluso provocar movimientos inesperados. Algunas voces ya han empezado a resaltar el “perfil propio” de la nueva líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, atribuyéndole la misión de “recuperar el centro” o incluso “el corazón socialdemócrata del partido”, frente al excesivo escoramiento a la derecha. Y otros comentaristas han llegado a contemplar como posible un cambio de posición, aceptando incluso la presencia de Unidas Podemos en el gobierno, que facilitara la investidura de Sánchez.
Los plazos pueden alargarse. No parece posible la aspiración del PSOE de culminar la investidura de Sánchez antes de fin de año. Pero sí hay ahora más posibilidades de que pueda conseguirse en las primeros días de enero. La aceptación por parte del candidato socialista del encargo del Rey para formar gobierno va a precipitar un primer pleno de investidura que no puede dilatarse demasiado.
Siguen existiendo límites y riesgos. La Comisión Europea parece aceptar un gobierno socialista con presencia de Unidas Podemos, pero le ha puesto “deberes”: respetar a rajatabla los compromisos de reducción del déficit. Lo que, según los últimos datos publicados, puede suponer ajustes por valor de hasta 12.000 millones para 2020. Y algunos medios insisten en mantener vivo un “plan B”: esperar a que el acuerdo con ERC fracase, para forzar que Sänchez deba recurrir a la abstención del PP para ser investido.
El tramo final de la carrera hacia la formación de gobierno ha comenzado. Hay corredores destacados, pero no se deben descartar imprevistos, o malas artes por parte de quienes están en desventaja.
Hoy estamos más cerca de un gobierno de progreso, generando con ello mejores condiciones, pero la batalla para que los deseos de la mayoría progresista se hagan realidad, revirtiendo los recortes y ampliando derechos y libertades, exigirá mantener la tensión.