El Observatorio

Marsé y el cine

Era inevitable. Ha sido salir a la palestra Marsé, hablar Marsé y montarse el taco. Bueno, no se ha montado exactamente el taco, porque al menos esta semana, Marsé tiene bula. El jueves le entregan el Premio Cervantes y eso hace que, por lo menos hasta el viernes, está exento de ataques, menosprecios y descalificaciones. Así­ funciona esto. Pero ya veremos a partir del viernes… El caso es que, aprovechando que está muy dolido por las versiones fallidas de sus pelí­culas, que hay encima de la mesa un debate sobre los «males» del cine español y que acaba de llegar al ministerio de Cultura una cineasta, Marsé, como acostumbra, no se ha cortado un pelo y ha dicho dos o tres verdades, que no son hijas ni del resentimiento ni de la improvisación, sino del sano ejercicio de la razón y del sentido común. Esperemos que el cine español «abra las orejas» antes de intentar «cerrarle el pico».

La tormenta se veía venir desde el viernes asado cuando, en una entrevista publicada en el suplemento “El Cultural”, Marsé declaraba sin ninguna ambigüedad y con toda intención que el principal mal que aqueja al cine español no es “la piratería” (como lleva años insistiendo un sector de la Academia del Cine español, precisamente el que representa la recién nombrada ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, más conocida entre los internautas españolas como “Sindescargas”), sino “la falta de talento”.La dura crítica de Marsé presagiaba una inmediata tormenta. Pero al final ha prevalecido la “diplomacia”. A Marsé le han respetado su “período de bula”. Y él, en una cena protocolaria con la ministra, sin volverse atrás, pero introduciendo una “duda” por cortesía, se reafirmó en su tesis y, lo que es más interesante, la desarrolló en un aspecto concreto: el que afecta a la “debilidad” de los guiones (quizá, porque la ministra ha sido guionista y así podía entenderle mejor). Marsé dijo en esa cena: “Sigo pensando, con matices, que el problema del cine español no es la piratería, sino la falta de talento. El talento siempre es necesario y siempre lo hecho de menos. Faltan estímulos para los guionistas y los guiones se cuidan poco. Es el trabajo peor valorado y peor pagado. He leído que Hitchcock podía dedicar a ños a un guión: y que luego rodó Psicosis en 28 días. Cuando he estado cerca del negocio por la adaptación de una novela mía me he dado cuenta de que aquí se le dedica poco tiempo. El resultado son películas frustrantes. Tal vez la señora ministra, que conoce el sector, sea la persona ideal en este apartado”. Es muy sano y beneficioso que una persona tan certera y juiciosa como Marsé señale en esa dirección y no continúe vertiendo –como hacen tantos, sobre todo en el propio mundo del cine– críticas y acusaciones por doquier de algo cuya responsabilidad les incumbe principalmente a ellos. Llevamos años y años de echar balones fuera. Años y años en que las salas de cine se quedan vacías y en que, el cine español, no hace tanto muy valorado por el público, ha perdido aprecio e interés, taquilla y recaudación, incluso en un momento en que directores, actores, actrices, fotógrafos y músicos españoles recogen los mayores galardones por todo el planeta. Se han fabricado todo tipo de excusas y todo tipo de culpas, se han magnificado problemas sempiternos y agigantado monstuos imbatibles: que si Hollywood, que si los problemas de exhibición y distribución, que si no hay publicidad, que si no hay industria, que si faltan subvenciones, que si no se aplican las desgravaciones fiscales, que si las televisiones, … y últimamente ya, lo que faltaba, la “piratería”, como si esto fuera Somalia y los jóvenes españoles, que en su mayoría no tienen en el bolsillo ni los 7 euros que ya vale la entrada, fueran “piratas somalíes” capaces de arrasar ellos solos el navío del desprotegido cine español. No quiero negar, sería falso y demagógico, que muchos de esos problemas son reales, que muchos de esos problemas obstaculizan y dañan al cine español, y que es increíble que todavía el Gobierno español no haya metido en cintura a las “majors” americanas, que mangonean y manipulan el mercado a su exclusivo servicio. Pero amén de perseguir y alcanzar un marco regulatorio justo y lograr cuantas ayudas sea posible, el cine español tiene que atender principalmente a resolver sus propias carencias. Y la principal carencia son ocho o diez películas anuales con verdadero talento y veinte o treinta prometedoras. Sin eso, todo lo demás es agua de borrajas. ¿Que cómo se consigue eso? Tal vez, mientras no tengamos algo mejor, haciendo caso a Marsé.

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