«A fin de que no se extendiera a nuestro país la convulsión financiera, personas que mandan más que Zapatero llamaron a este a capítulo e intimaron la absoluta e inmediata inversión de su política económica y social. Zapatero pudo dimitir y dejar el testigo a alguien más congruente con el orden de cosas que las circunstancias exigían. O pudo haberse formado un gobierno de gran coalición. O haberse excogitado otros expedientes. El caso, sin embargo, es que el hombre que había ganado las elecciones acogiéndose a la autoridad de un determinado programa prosiguió en el cargo para desarrollar el programa contrario»
Y entra dentro de lo maniático, or decirlo suavemente, la idea de recortar las pensiones a la manera como se ha hecho. Ni la reforma de las pensiones guarda relación con las medidas de choque que nos ayudarán a sortear la crisis, ni es sano ni bueno que algo de esta magnitud, de esta gravedad, se determine sin que los españoles hayan dicho esta boca es mía.. Para la señora Merkel, o quien fuere, era preciso arrancarnos un gesto que impresionara favorablemente a los mercados. Y lo ha impuesto. El mismo hecho, contemplado desde la perspectiva de un español, presenta un escorzo distinto. El recorte no se había discutido seriamente antes, afecta a los fundamentos del contrato social sobre el que implícitamente se sostiene el sistema y nos llega no por voluntad propia, sino como llovido del cielo y porque ha extendido el índice alguien sobre el que no sabemos casi nada. (ABC) EL CONFIDENCIAL.- Ayer el gobernador Fernández Ordóñez hizo un requiebro histórico. Y en lugar de reconocer que es incomprensible que España sea el único gran país que todavía no ha resuelto los problemas de su sistema financiero, ha optado por pasar al ataque. Y lo hace, habría que decir, contra sí mismo, ya que el Banco de España ha actuado siempre tarde y a remolque de los acontecimientos. Sostiene ahora el gobernador que lo importante es la anticipación, pero no estará de más rescatar un informe de Moody´s fechado en septiembre de 2007 en el que se decía que cinco cajas de ahorros (sin identificar) tendrían dificultades por el pinchazo de la burbuja inmobiliario. La noticia suscitó el consabido desmentido oficial, pero en realidad era una treta para ganar tiempo. EL ECONOMISTA.- Según apunta The Wall Street Journal, el banco también se opone a la propuesta que contempla la reducción de las tasas de interés a Grecia e Irlanda por los préstamos concedidos tras su rescate. Irlanda celebra elecciones generales el próximo viernes 25 de febrero y el partido político Fine Gael, que lidera los sondeos, quiere renegociar las condiciones pactadas el año pasado en el acuerdo de rescate, alegando que las tasas de interés de los préstamos que le concedieron la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional son demasiado elevadas. Opinión. ABC Maniobras orquestadas en la oscuridad Álvaro Delgado Gal NUESTRA democracia ha ingresado en una fase francamente crepuscular. No estoy insinuando, ¡no se alarmen!, que esto vaya a acabarse en dos días, o que, agazapado a la vuelta de la esquina, nos aceche un espadón, terciado el instrumento de matar sobre el abdomen. Todo lo que quiero decir es que el aire se ha obscurecido, y que empieza a no verse nada. Nada de nada. A partir de mayo pasado, los indicadores de la política se han puesto a girar erráticamente, lo mismo que el manómetro de un avión al traspasar el triángulo de las Bermudas. El presidente ha continuado siendo presidente, aunque no se sepa ya qué proyecto encarna; el PSOE apoya al Ejecutivo por falta de alternativas; la oposición se opone, faltaba más, pero sin que sea evidente qué es aquello a lo que se opone; et ainsi de suite, que dirían los franceses. El colmo, la exacerbación del disparate, se produjo en el mes de septiembre, cuando, tras la aprobación de la reforma laboral, los sindicatos bajaron a la calle para tirarle un viaje al PP, uno de los partidos que la habían votado negativamente en el Congreso. ¿De dónde procede este furioso desorden? La explicación es harto sencilla. A fin de que no se extendiera a nuestro país la convulsión financiera que postró a Grecia hace nueve meses, personas que mandan más que Zapatero llamaron a este a capítulo e intimaron la absoluta e inmediata inversión de su política económica y social. Zapatero pudo dimitir y dejar el testigo a alguien más congruente con el orden de cosas que las circunstancias exigían. O pudo haberse formado un gobierno de gran coalición. O haberse excogitado otros expedientes. El caso, sin embargo, es que se apostó por la continuidad. El hombre que había ganado las elecciones acogiéndose a la autoridad de un determinado programa prosiguió en el cargo para desarrollar el programa contrario. Esto ha tenido dos consecuencias importantes. La primera es que no está claro que el presidente de los españoles siga representando en realidad a los españoles. La segunda es que, alterado radicalmente el argumento de la obra sin que los actores hayan variado de identidad o incluso de disfraz, todo el mundo se dedica a hacer lo que no le corresponde. Ocurre lo mismo que si un empresario teatral hubiese permutado, a medio camino de una representación, el guión original por otro que escondía traviesamente en el bolsillo. Tras el cambiazo, la actriz que va ataviada de Cleopatra se expresa como si fuera Rosa Luxemburgo; o Marco Antonio dice las cosas que uno habría esperado oír de Tartarín de Tarascón. Todo esto es profundamente desorientador. Y quizá desmoralizador. Afirmo lo último porque, así en el teatro como en la vida democrática, necesitamos creer en lo que vemos. No voy tan lejos, ni soy tan gaznápiro, que piense que la política deba regirse inflexiblemente por los principios que campean en los libros de filosofía. Hacer una política inmaculada es tan imposible como hacer una digestión inmaculada. Los intestinos, tanto en el organismo humano como en el nacional, son tubos largos plagados de bacterias cuyo trabajo resulta ser, a un tiempo, necesario y poco pulcro. Pero hay límites, y cuando esos límites se rebasan las cosas empiezan a ponerse un pelo chungas. En esencia, se me figura muy cuestionable que la dirección a distancia, o teledirección, de la política española desde centros de poder remotos y animados por prioridades que no tienen por qué ser las nuestras resulte compatible, no digo ya a la larga, sino a corto o medio plazo, con la preservación de los estándares que asociamos a una democracia respetable. Echemos no más un vistazo a lo que ha venido sucediendo desde la primavera del 2010. Algunas iniciativas han sido buenas, otras se han torcido sobre la marcha, y otras, sencillamente, carecen de sentido. Ha sido bueno que se recortara el déficit; será bueno, si al fin cae la moneda de cara, que la renovación de los salarios se desvincule de la inflación o se desactive la práctica de medir a todas las empresas por el rasero de los convenios colectivos. Pero la reforma laboral ha terminado saliendo peor que regular, entre otras cosas, porque se trata de un asunto técnicamente complejo que no cabe ventilar de un plumazo desde un despacho de Bruselas. Y entra dentro de lo maniático, por decirlo suavemente, la idea de recortar las pensiones a la manera como se ha hecho. Por supuesto, ha tiempo que debería haberse iniciado una reforma del sistema. Pero también importa el decoro. Ni la reforma de las pensiones guarda relación con las medidas de choque que nos ayudarán a sortear la crisis, ni es sano ni bueno para nuestra relación duradera con Europa que algo de esta magnitud, de esta gravedad, se determine sin que los españoles hayan dicho esta boca es mía. Se aprecia, de nuevo, un conflicto de perspectivas. Para la señora Merkel, o quien fuere, era preciso arrancarnos un gesto que impresionara favorablemente a los mercados. Y lo ha impuesto, por mucho que la crisis no vaya a durar por ello ni un minuto menos. El mismo hecho, contemplado desde la perspectiva de un español, presenta un escorzo distinto. El recorte no se había discutido seriamente antes, afecta a los fundamentos del contrato social sobre el que implícitamente se sostiene el sistema y nos llega no por voluntad propia, sino como llovido del cielo y porque ha extendido el índice alguien sobre el que no sabemos casi nada. Un demonio perverso que quisiera deslegitimar a la democracia no habría encontrado medio más hábil para llevar su fin adelante. Se me replicará que es preferible hacer lo que hay que hacer, aunque sea declinando el gobierno de sí en terceros, que quedarse con los brazos cruzados. No sé qué contestar a esta observación. Solo señalaré que aceptarla sin reservas implica resignarse a la irresponsabilidad de quien se declara menor de edad. ¿Puede subsistir una democracia cuyos ciudadanos se declaran irresponsables? Sí, mientras no suceda un terremoto. Pero este «sí» no me deja del todo tranquilo. Se trata de un «sí», por así decirlo, inercial o, por lo menos, de baja intensidad. Volvamos a la señora Merkel. No es cierto que Merkel, como tiende a afirmarse por ahí, haya levantado a su país a pulso. La recuperación de Alemania, tras unos años difíciles, no se ha producido por arte de birlibirloque, sino después de que, a lo largo de un periodo que comprende al menos decenio y medio, los diarios, los foros empresariales, los sindicatos, hubieran estado pegando la hebra, un día sí y otro también, sobre el declive económico alemán y las causas que lo habían provocado. Logró crearse, a la postre, un estado de opinión tan formidable que los partidos hubieron de fijar su agenda por referencia a él. Ha sido esto, mucho más que la habilidad de los políticos, lo que ha introducido en Alemania la disciplina pública que ahora envidiamos. Nosotros hemos improvisado, o mejor, nos han improvisado. Los improvisadores, por definición, no pueden ser coherentes. Y sin actores coherentes tampoco pueden funcionar las reglas de juego. Maniobramos, orquestalmente, en la oscuridad. ABC. 22-2-2011 Opinión. El Confidencial El caso de la caja asesinadita C. Sánchez Decía Clemenceau que es mucho más fácil hacer la guerra que construir la paz. Y tal vez eso pueda explicar mejor que ninguna otra cosa que este país lleve más de tres años en el diván de las reformas económicas. Más imaginarias que reales. La última, la del sistema financiero, que no sólo llega tarde, sino que se aborda cuando el incendio ha devastado regiones enteras del planeta económico. Ayer, sin embargo, el gobernador Fernández Ordóñez hizo un requiebro histórico. Y en lugar de reconocer que es incomprensible que España sea el único gran país que todavía no ha resuelto los problemas de su sistema financiero, ha optado por pasar al ataque Al menos nominalmente, que diría un economista. Y lo hace, habría que decir, contra sí mismo, ya que el Banco de España ha actuado siempre tarde y a remolque de los acontecimientos. Sostiene ahora el gobernador que lo importante es la anticipación, pero no estará de más rescatar un informe de Moody´s fechado en septiembre de 2007 -sí han leído bien- en el que se decía que cinco cajas de ahorros (sin identificar) tendrían dificultades por el pinchazo de la burbuja inmobiliario. La noticia, publicada por este diario, suscitó el consabido desmentido oficial, pero en realidad era una treta para ganar tiempo. Asegura también ahora el gobernador que noticias como la publicada este lunes por El Mundo, en el sentido de que los inspectores del Banco de España alertaron en 2006 sobre la laxitud del banco central con las cajas más expuestas al ladrillo, es un asunto de “historiadores”. Y siendo generosos con esa interpretación de los hechos, habrá que acercarse más en el tiempo para explicar por qué las autoridades económicas han carecido de credibilidad durante los últimos tres años. Esa misma credibilidad que ahora el gobernador reclama -con razón- como nunca antes lo había hecho. En diciembre pasado, hace apenas un par de meses, el director general de regulación del Banco de España, José María Roldán, convocó a un grupo periodistas un viernes por la tarde para poner en valor la fortaleza del sistema financiero español, por entonces acosado en los mercados financieros por la crisis de la deuda soberana. El cantar de Roldán Decía Roldán que no había razones para tanto alarmismo, e incluso se indignaba con cierto histrionismo cuando alguien le decía que la solvencia del balance de las cajas estaba en entredicho. En particular por la valoración de los activos inmobiliarios. Nada menos que 217.00 millones de euros de exposición al ladrillo. No, no y no, dijo una y otra vez Roldán, aunque sin el tono épico del célebre cantar francés que lleva su apellido. Ayer supimos, por boca del propio gobernador, que ya en diciembre -un mes antes de que Salgado anunciara el último plan de reforzamiento- el Banco de España y el Ministerio de Economía elaboraban una norma que ha sido la que finalmente aprobó el pasado viernes el Consejo de Ministros. Aparentemente, todo estaba en orden y en su sitio en las cajas españolas, pero al mismo tiempo (y casi a la misma hora) estaba en marcha la mayor reforma de las cajas de ahorros en décadas. No es de extrañar, por lo tanto, que la credibilidad sea un valor que todavía se le supone al Banco de España, aunque es verdad que en los últimos meses ha avanzado en esa dirección. La carencia probablemente tenga que ver con que casi desde el comienzo de la crisis tanto el regulador como la vicepresidenta Salgado han optado por resolver los problemas de las cajas por la vía del decreto ley en lugar de utilizar instrumentos más contundentes. Y no es que el decreto ley no lo pueda ser. En particular, echando mano de los fondos de garantías de depósitos, que es donde deberían haber parado las entidades no solventes que sólo han podido sobrevivir gracias a las ayudas del Frob, a la compra de activos (algunos de dudosa calidad) o a los avales públicos. En su lugar, las autoridades económicas optaron por la vía de la respiración asistida que sólo ha hecho retrasar el ajuste. Y lo que es peor, esa estrategia ha acabado por contaminar a entidades sanas que han tenido que financiarse en los mercados mayoristas a tipos más altos o deteriorando su margen financiero, lo cual penaliza la concesión de créditos. Dice el gobernador que en España no hay entidades zombies, pero más de una podría protagonizar el thriller de Michael Jackson. No dan préstamos y salen por las noches en busca de dinero público para ir tirando. Un escenario verdaderamente aterrador que podrían haber sido superado a la luz de la experiencia de la anterior crisis financiera. Hacia finales de la década de los setenta, como se sabe, el sistema financiero español sufrió la peor crisis bancaria de la historia reciente del país. De los 110 bancos que operaban en España a finales de 1977, 51 se vieron afectados por problemas de solvencia entre 1978 y 1983. Inicialmente, como ha dejado escrito Isidro Fainé, se trató de entidades de menor tamaño; sin embargo, las dificultades acabaron extendiéndose a entidades de dimensiones considerables. Es decir, hubo un efecto contagio. Los diferentes gobiernos tenían dos alternativas: intervenir o no hacerlo. Y optaron por la primera en los casos que fuera necesario. Al contrario que ahora, que se ha optado por hacer una especie de ‘intervención en frío’ que aparentemente es menos quirúrgica, pero que a la larga resulta letal. El Gobierno y el Banco de España han situado a numerosas entidades en una especie de purgatorio. En algo parecido a una tierra de nadie. No están intervenidas formalmente, pero les ha puesto unas condiciones tan exigentes que en realidad su capacidad de maniobra es nula. De facto, no de iure, están intervenidas. La solución, a priori, puede resultar imaginativa pero en realidad sólo alargará un poco más la agonía. Al menos hasta dentro de un año. Poniendo en riesgo, como se ha dicho, al resto del sistema financiero. Las cajas no han sido asesinadas, sin asesinaditas, que diría Mihura. EL CONFIDENCIAL. 22-2-2011 Crisis deuda. El Economista El Bundesbank rechaza usar el fondo de rescate de la Eurozona para comprar deuda El banco central alemán, el Bundesbank, se ha mostrado contrario a las medidas que contemplan la flexibilización del fondo de rescate europeo. Según apunta en su último informe mensual, publicado hoy, no implicarán más que una carga fiscal "injustificable" para los contribuyentes de los países acreedores. El Bundesbank ha criticado especialmente la propuesta que contempla utilizar el Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera (EFSF, por sus siglas en inglés) para comprar bonos a los países en problemas, algo de lo que actualmente se ocupa el Banco Central Europeo (BCE). Tampoco se ha mostrado a favor de que el fondo preste dinero a los países en apuros para recomprar sus propios bonos, una iniciativa que ha sido apoyada por Grecia. Utilizar el fondo de rescate europeo en este sentido podría eximir de responsabilidad a los tenedores de bonos y a los gobiernos, apunta. Según apunta The Wall Street Journal, el banco también se opone a la propuesta que contempla la reducción de las tasas de interés a Grecia e Irlanda por los préstamos concedidos tras su rescate. Irlanda celebra elecciones generales el próximo viernes 25 de febrero y el partido político Fine Gael, que lidera los sondeos, quiere renegociar las condiciones pactadas el año pasado en el acuerdo de rescate, alegando que las tasas de interés de los préstamos que le concedieron la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional son demasiado elevadas. Emitir bonos conjuntos de la zona euro o reducir los pagos de intereses para favorecer a los países afectados por la crisis, podría "reducir los incentivos para una política fiscal sólida y comprometer importantes principios básicos de la unión monetaria", como que los países asuman la responsabilidad de sus propias finanzas públicas, señala el Bundesbank. El boletín mensual del Bundesbank de febrero es el primero desde que se anunció que el presidente de la entidad, Axel Weber, abandonará la entidad en abril. Weber se ha mostrado en contra de muchas de las decisiones que ha tomado el Banco Central Europeo (BCE) desde que estalló la crisis financiera. En particular mostró su oposición a que la institución interviniera para estabilizar el mercado de bonos públicos. Aún así, hasta no hace mucho, se especuló con la posibilidad de que Weber sucediera a Jean-Claude Trichet al frente de la presidencia del BCE en octubre, cuando finaliza su mandato. EL ECONOMISTA. 22-2-2011