La llegada a Downing Street -residencia del primer ministro británico- de Boris Johnson, considerado el “alter ego” de Trump en Reino Unido, ha revitalizado la amenaza de un brexit sin acuerdo que dinamite la estabilidad europea.
Theresa May representaba el imposible punto de encuentro entre quienes apostaban por minimizar los efectos del Brexit, preservando al máximo las relaciones con la UE, y los que pretendían utilizarlo para romper amarras con Bruselas.
Estamos en la supuesta recta final de un Brexit que lleva tres años abierto. El 31 de octubre es la fecha límite: si no hay unas condiciones negociadas, Reino Unido saldrá de la UE sin la red que supondría un acuerdo con Bruselas.
Y con Boris Johnson como primer ministro, todo se ha acelerado. El nuevo primer ministro busca imponer un Brexit sin acuerdo con la UE, y para ello no ha dudado en forzar las mismas formas de la política británica. Utilizado sus potestades como primer ministro para cerrar durante cinco semanas el parlamento. Con el nada disimulado objetivo de que no pudiera imponer límites al gobierno ante la negociación final con la UE.
La respuesta del parlamento ha sido contundente. Forzando la máquina, y en base a un acuerdo entre laboristas, liberales y diputados conservadores díscolos, se ha aprobado una ley que obligará al gobierno de Johnson a intentar alcanzar un acuerdo con la UE antes del 19 de octubre y, en caso de no lograrlo, reclamar a Bruselas un nuevo aplazamiento hasta el 31 de enero.
Hace pocas semanas parecía de Boris Johnson, que acababa de arrasar en las primarias conservadoras y contaba con el cerrado apoyo de la Casa Blanca, tenía el camino despejado. Ahora se enfrenta a insospechadas dificultades internas.
Es la expresión de una división y enfrentamiento, no solo entre una parte importante de la sociedad británica y el reaccionario gobierno de Johnson, sino también en las más altas esferas.
En primer lugar en EEUU. El Brexit fue el primer “momento Trump” -episodios inesperados que convulsionan el tablero global-, y el actual inquilino de la Casa Blanca lo alentó como una manera de debilitar a una UE a la que imponer un “nuevo contrato” con condiciones más duras. Pero otros sectores de las élites norteamericanas -cabe recordar que Obama o Hillary Clinton se posicionaron contra el Brexit- no comparten la aventurera estrategia de someter a la UE -uno de los más seguros aliados de EEUU- a una excesiva tensión.
También en el seno de la burguesía británica se ha abierto un enfrentamiento. Por un lado quienes apuestan por fortalecer su posición global escorándose más hacia EEUU, de quien esperan nuevas concesiones, por ejemplo un acuerdo comercial privilegiado. Y por otro los sectores para los que una ruptura traumática con la UE sería un auténtico desastre para sus negocios.
En la endiablada política británica los mayores ataques contra Boris Johnson no han llegado desde las filas laboristas sino desde las más conservadoras. El Financial Times, una de las biblias del gran capital anglonorteamericano, le ha definido como “un déspota”, acusándole de “vandalismo constitucional” y de pertenecer al grupo de “charlatanes, demagogos y aspirantes a dictador”. Y quienes han decantado la mayoría parlamentaria permitiendo la aprobación de una ley contra el Brexit sin acuerdo han sido 21 diputados del Partido Conservador, a los que Boris Johnson ha expulsado del partido.
Todo apunta a que, tras la aprobación de la ley que colocaría un dique de contención al Brexit sin acuerdo, Reino Unido se vería abocado a unas elecciones anticipadas. En ellas, todas las encuestas dan mayoría a unos conservadores encabezados por Boris Johnson.
Nada apunta a que puedan resolver el problema. Las últimas maniobras como mucho lograrán posponer el desastre, si la UE admite dar a Reino Unido una tercera prórroga. Pero el fantasma de un Brexit sin acuerdo es hoy el horizonte más plausible.
Un terremoto que golpearía a los mismos cimientos de la UE, en un momento donde una nueva recesión golpea incluso a la locomotora alemana, y que agravaría las tendencias centrífugas en Europa.
La Comisión Europea ya ha emitido un comunicado llamando a prepararse para las consecuencias de un Brexit sin acuerdo. Preparando 780 millones de euros… sacados de los fondos destinados a mitigar los efectos de las catástrofes naturales.
El Brexit sin acuerdo puede ser para Europa peor que un ciclón de máxima intensidad. Y las turbulencias que provoque -económicas, políticas…- van a repercutir con especial intensidad en España.