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Maltrecho CNI

No faltará quien piense que la designación de un militar al frente del CNI supone una vuelta al pasado tras las etapas de civiles como Dezcallar y Saiz. La objeción queda paliada por la personalidad de Félix Sanz, un hombre de mentalidad abierta, que habla idiomas, con excelentes contactos internacionales y que estuvo a punto de ser jefe militar de la OTAN

ABC. Pero el caso de Saiz no se zanja con su cese. La mala imagen de Esaña ante sus aliados, los posibles efectos de esta crisis sobre las tareas del CNI, la desconfianza entre sus funcionarios y la imagen de incapacidad del Ejecutivo para cortar a tiempo el escándalo son lesiones que ha dejado una pésima supervisión política del Gobierno sobre el servicio de espionaje EL PAÍS. Tras la dimisión del director del CNI, el espionaje español se encuentra en el mismo punto que cuando se pudo proceder a su relevo, pero con un grave problema añadido: los servicios secretos no pueden operar con eficacia en un clima de fronda interna como la que parece vivirse y que, por sí solo, constituye una razón suficiente para sustituir al responsable Editorial. El Mundo EL CNI SALE GANANDO POR PARTIDA DOBLE EN UNA FELIZ carambola, el CNI gana por partida doble con la dimisión de Alberto Saiz, que ayer renunció a seguir en el cargo tras haber perdido la confianza del Gobierno y con el nombramiento del general Sanz Roldán para sucederle. El paso dado por Saiz muestra un último rasgo de lucidez, ya que su continuidad sólo hubiera contribuido a dañar todavía más la imagen de los servicios de inteligencia. El CNI gana, en primer lugar, porque su salida puede ayudar a «pacificar», en palabras de Zapatero, la complicada situación interna creada por Saiz y, en segundo término, porque la persona elegida para sustituirle parece mucho más adecuada para el puesto. Tras las revelaciones de nuestro periódico, Alberto Saiz se había visto obligado a comparecer a puerta cerrada ante la comisión de Secretos Oficiales del Congreso, pero sus explicaciones no habían convencido a casi nadie. La prueba de ello es que todos los grupos parlamentarios estaban de acuerdo en volver a solicitar una nueva comparecencia, esta vez con luz y taquígrafos. Saiz no ha querido pasar por este amargo trance, que le habría obligado a soportar ironías sobre la foto trucada de Senegal, los buzos que limpiaron su piscina, las cosechas de patatas que compraba el CNI a un familiar o la aplicación de la máquina de la verdad para interrogar a sus agentes. A sabiendas de que ya no contaba con la confianza de un Gobierno que había eludido apoyarle, Saiz no tenía otra alternativa que dimitir o esperar su relevo. La vicepresidenta De la Vega insinuó hace una semana que el Ejecutivo no estaba satisfecho de su labor y el propio Zapatero había dicho que sólo le respaldaría «mientras estuviera en el cargo». En realidad, las revelaciones de nuestro periódico cayeron como un jarro de agua fría en el Gobierno, empezando por las imágenes de la jornada de pesca en Senegal, que pusieron en evidencia que Saiz utilizaba su puesto en beneficio propio. Zapatero se había negado a creerlo anteriormente y, por ello, decidió prorrogar su mandato el 17 de abril pasado otros cinco años más. Pero ahora las evidencias eran demasiado grandes para seguir cerrando los ojos. La ministra de Defensa ordenó hace unos días una investigación interna sobre el proceder de Saiz, lo que por sí también demostraba una pérdida de confianza. Saiz ha entendido el mensaje. El Gobierno ha actuado correctamente en este asunto ya que no cayó en la fácil tentación de matar al mensajero al salir a la luz los abusos del jefe del CNI ni cerró filas con Saiz antes de investigar los hechos denunciados por sus propios subordinados. Saiz no era el hombre adecuado para el cargo, ya que carecía de formación y experiencia para asumir un puesto tan complicado. Su salida puede acabar con las tensiones internas y facilitar un mejor aprovechamiento de los recursos del Centro, ya que el nombramiento del general Félix Sanz Roldán, ex jefe de Estado Mayor de 2004 a 2008 y actual asesor de Zapatero, sí se ajusta mucho más al perfil de un director de los servicios secretos. No faltará quien piense que la designación de un militar al frente del CNI supone una vuelta al pasado tras las etapas de civiles como Dezcallar y Saiz. La objeción queda paliada por la personalidad de Félix Sanz, un hombre de mentalidad abierta, que habla idiomas, con excelentes contactos internacionales y que estuvo a punto de ser jefe militar de la OTAN. En efecto, como él mismo declara hoy en EL MUNDO, le ha tocado «lidiar con un miura» que precisa de «cirugía fina». Pero si alguien dispone del bisturí de la experiencia y de la buena mano del talento es este conquense afable y flexible. Bien está lo que bien acaba. EL MUNDO. 3-7-2009 Editorial. El País RELEVO EN EL CNI El director del Centro Nacional de Inteligencia, Alberto Saiz, ha presentado su dimisión apenas dos meses y medio después de que el Gobierno lo confirmase en el cargo. La decisión de prorrogar su mandato fue adoptada por el Ejecutivo cuando ya algunos medios de comunicación se habían hecho eco de las denuncias anónimas sobre las supuestas irregularidades cometidas por Saiz, que finalmente han llevado a su abandono pese a las explicaciones que ofreció en la comisión de Defensa del Congreso. Además, se trataba de la primera vez que, desde la aprobación de la ley que regula los servicios de inteligencia, un director continuaba más de cinco años en el puesto. Mientras todos estos hechos parecían indicar que el Gobierno apostaba por la continuidad de Saiz, las declaraciones del presidente Zapatero y su negativa a respaldarle en la gestión de la crisis daban a entender lo contrario, sumando así confusión política a la delicada situación interna que atraviesa el centro y al acoso que padece desde fuera. El Gobierno cometió un error de cálculo al confirmar a Saiz sabiendo que la campaña orquestada contra él, sean ciertos o no los hechos que se le imputan, no haría más que redoblarse. Dio a entender que se aprestaba a librar un pulso que, en realidad, no estaba dispuesto a entablar, propiciando que el asunto se pudriera y que todas las partes redoblaran sus apuestas, sin preocuparse del coste interno e internacional para el centro. La negativa del presidente del Gobierno y de la ministra de Defensa a avalar la depuración de 60 agentes del CNI refuerza además la tesis de la escasa confianza en Saiz. Tras la dimisión del director del CNI, el espionaje español se encuentra en el mismo punto que cuando se pudo proceder a su relevo, pero con un grave problema añadido: los servicios secretos no pueden operar con eficacia en un clima de fronda interna como la que parece vivirse y que, por sí solo, constituye una razón suficiente para sustituir al responsable. El Gobierno ha decidido nombrar al general Félix Sanz Roldán como su sucesor en el puesto. Roldán es un militar con amplia experiencia internacional, además de haber desempeñado algunas de las más altas responsabilidades en el ámbito de la defensa. No se debería criticar su nombramiento por el hecho de que proceda del Ejército: las Fuerzas Armadas de hoy no son las del inicio de la transición, y tan intolerable resultaría que determinados puestos del Estado quedasen reservados a sus miembros como que se les excluyera de ellos por principio. La tarea que aguarda al general Sanz empieza por retirar al centro del foco de atención pública y por acabar con la tormenta. Con independencia del fondo de las denuncias contra Saiz, los agentes que hayan podido estar implicados en el acoso al ex director, si los ha habido, no pueden recibir su relevo como recompensa. Han faltado al menos una vez al deber de reserva y eso constituye una falta muy grave para los profesionales del servicio secreto. EL PAÍS. 3-7-2009 Editorial. ABC MALTRECHO CNI LA dimisión del director del Centro Nacional de Inteligencia, Alberto Saiz, abre un periodo de interrogantes que deben ser aclarados por el Gobierno, porque la agonía de Saiz en su puesto ha demostrado una evidente falta seriedad política hacia un organismo cuya función es proteger a España frente a cualquier «amenaza, peligro o agresión», según dice su ley reguladora. Hasta hace pocos días, Alberto Saiz era respaldado por el Ejecutivo, bien es cierto que de forma poco entusiasta, pero suficiente para que la caída del ex director del CNI arrastre consigo un poco más de crédito de la Presidencia del Gobierno y del Ministerio de Defensa. Los presuntos gastos de Saiz con cargo a los fondos del CNI no han sido el único factor de desestabilización de este organismo esencial para la seguridad del Estado. En los últimos tiempos se habían producido renuncias de altos cargos de la lucha antiterrorista en el seno del CNI, indicativa de una inestabilidad interna totalmente contraproducente. Incluso el nombramiento de Alberto Saiz -sin consenso con el PP- fue un anticipo de que no se avecinaban buenos tiempos para el CNI. Por tanto, la responsabilidad política del Gobierno por la situación del CNI tiene un contexto mucho más amplio que el de las facturas de Alberto Saiz. Ahora, lo debido es una investigación en toda regla sobre el uso de los fondos del CNI, y una aclaración convincente del Gobierno sobre las medidas que va a tomar para restaurar la confianza y la estabilidad en este organismo. El nombramiento de Sanz Roldán retoma la costumbre de poner a un militar al frente de la inteligencia del Estado, cambio acertado al margen del perfil político del que fuera JEMAD, hombre vinculado a Rodríguez Zapatero. La salida de Saiz pone de nuevo sobre la mesa la sensación de descontrol que ofrece el Gobierno ante casos evidentes de responsabilidad política. Responde mal y tarde, como sucedió con el anterior ministro de Justicia. Pero el caso de Saiz no se zanja con su cese. La mala imagen de España ante sus aliados, los posibles efectos de esta crisis sobre las tareas del CNI, la desconfianza entre sus funcionarios y la imagen de incapacidad del Ejecutivo para cortar a tiempo el escándalo son lesiones que ha dejado una pésima supervisión política del Gobierno sobre el servicio de espionaje. Es de esperar que el espectáculo de un CNI al borde del cisma cese como paso previo para poner orden en una institución obligada a trabajar desde la discreción más absoluta, lejos del foco mediático de las últimas semanas. ABC. 3-7-2009

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