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Madrid, distrito federal

Algo nuevo está pasando en la ciudad de Madrid y no es fácil de descifrar. En el radar sólo aparecen con claridad las dos señales más intensas del momento: la crisis económica y Catalunya. El suicidio de una mujer ayer en Barakaldo horas antes del desahucio de su vivienda y Artur Mas abriendo los brazos como Charlton Heston (en el papel de Moisés) ante un mar de banderas catalanas. El drama social que no cesa y la sacudida catalanista que nadie había previsto en la capital de España, por avería en las antenas.Se observan estos días en Madrid unos movimientos y unas tensiones inhabituales. Para intentar entenderlos, primero hay que prestar un poco de atención a las lecturas que se están haciendo de la inquieta situación catalana.Hay estos momentos en Madrid al menos tres escuelas hermenéuticas sobre las escrituras de Barcelona. Destaca en primer lugar, la escuela del malhumor, que escribe y reescribe iracundos editoriales sobre un supuesto déficit democrático en Catalunya. Mientras la campaña electoral se inicia con algunos locales llenos a rebosar y un abanico de partidos de una variedad desconocida en bastantes rincones de la España secamente bipartidista, algunos escriben con desfachatez que en Catalunya falta libertad. El hermeneuta cabreado intenta deslegitimar las elecciones y acabará regalando la mayoría absoluta a CiU. (Algo parecido ya ocurrió en las elecciones vascas del 2001: le arrearon al PNV hasta en el carnet de conducir y los votos nacionalistas brotaron como setas). Luego está la escuela cínica. Un día reclama pena de cárcel para Artur Mas y a la mañana siguiente sugiere una España asimétrica con un especial encaje para el País Vasco y Catalunya. Busca su renta de situación. En el momento actual cree que la bronca la beneficia. Y por la misma razón sería capaz de defender un «compromiso histórico». Y, finalmente, está la escuela reflexiva, que va ganando serenidad a medida que pasan los días. Empieza a comprender por dónde van las cosas en Catalunya -«estas van a ser las elecciones del catalán enfadado y no habrá una contracorriente fuerte», me decía ayer una fuente del Gobierno-, e intenta imaginar soluciones. Soluciones, no claudicaciones. Ejemplos de esta escuela son la vertiente propositiva del reciente manifiesto de Los Trescientos y los cinco puntos que acaba de plantear la Fundación Ciudadanía y Valores (Funciva) para una reforma federal de la Constitución. Funciva, presidida por Andrés Ollero, político y jurista vinculado al Opus Dei, propone reducir las comunidades autónomas de 17 a 10, un sistema de financiación anclado en la ordinalidad (la solidaridad no puede suponer una pérdida de posiciones) y un compromiso de no secesión. En Madrid no todo es bronca y malhumor. También circulan nuevas ideas. Llegados a este punto es cuando aparecen las señales difíciles de descifrar. Esperanza Aguirre ha vuelto a la pelea para asegurarse el mando del Partido Popular madrileño, con una asombrosa arremetida contra la alcaldesa Ana Botella, en horas bajas tras la tragedia del Madrid Arena. «Debe saberse la verdad, caiga quien caiga», ha dicho la mujer más locuaz de la derecha española, mientras trascendía que Botella, acompañada de su marido, José María Aznar, había pasado los días inmediatamente posteriores a a la avalancha en un balneario de Portugal. Curiosa escena: Aguirre contra los Aznar. De nuevo hay que acudir a la hermenéutica. Hay quien sostiene que Aguirre desea ser la futura alcaldesa. Hay quien cree que los dardos apuntan al vicealcalde Miguel Ángel Villanueva, hombre de confianza de Alberto Ruiz-Gallardón. Hay quien recuerda que Botella es alcaldesa gracias a Gallardón, interesado en obtener el apoyo de Aznar y del ala derecha del PP como posible sustituto de Mariano Rajoy a medio plazo. Y hay quien concluye que la alcaldía podría convertirse en un objetivo muy codiciado si avanzase la idea de convertir la ciudad de Madrid en distrito federal de una España reformada.Es una hipótesis. Menos comunidades autónomas y Madrid DF al margen del nuevo equilibrio territorial y con una cuota de solidaridad acorde con los beneficios que le aporta la capitalidad y la potente radialidad. Puede que sea una idea descabellada, pero en el radar se observan movimientos muy raros.

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