Ningún gobernante antes de Mauricio Macri había comprometido el futuro de la economía nacional para el próximo siglo, y a un interés usurario del 8%. Una auténtica ‘deuda perpetua’ que condena a Argentina a pagar a los acreedores -grandes capitales extranjeros- durante 100 años, entrando en una espiral donde para pagar los altísimos intereses, hay que volver a endeudarse.
Por sorpresa, anunciada en las redes sociales y sin ningún trámite parlamentario. Así se enteraron los argentinos que Mauricio Macri y su ministro de Finanzas -Luis Caputo, ex Deutsche Bank y JP Morgan- habían hipotecado el futuro del país para el próximo siglo, emitiendo bonos de deuda a 100 años a un inaudito y elevadísimo interés, el 8,25% anual. Cada año de aquí a 2117 el Estado argentino deberá pagar a los acreedores el 8% de lo invertido en bonos. La operación financiera es tan impúdicamente rentable para los grandes fondos de inversión internacional que apenas una hora después de difundirse la noticia se habían generado órdenes de compra por más de 3.000 millones de dólares. Los bancos encargados de colocar los bonos de deuda a 100 años son el Citibank (EEUU), HSBC (R.Unido), Santander (España) y Nomura (Japón).
La medida está en línea con la política económica adoptada por Macri en sus veinte meses de gestión. Después de capitular humillantemente a los pies de los fondos buitre -pagando 9.300 millones de dólares a fondos de este tipo norteamericanos y europeos- para «ganar la credibilidad de los mercados», el gobierno Macri ha colocado deuda por valor de casi 100.000 millones de dólares, iniciando un tercer gran ciclo de endeudamiento de la economía argentina a un ritmo que supera el de la dictadura militar de 1976.
Se trata de un trato ruinoso para el país -con una tasa de interés anual altísima y a un plazo ultraextenso- que compromete la economía del país para un siglo entero. Al tratarse de intereses draconianos, en el momento en el que el país no puede pagarlos puntualmente, ha de emitir nuevos bonos, contrayendo nuevas deudas para pagar la vieja. Un mecanismo que es una de las principales palancas de saqueo e intervención de las grandes potencias imperialistas sobre los países dependientes. Una espiral de endeudamiento, de dependencia y de sometimiento que blinda el saqueo de Argentina por los grandes centros financieros mundiales, especialmente Wall Street.
“Si sigue por este camino Argentina acaba en desastre, es muy difícil revertirlo. En año y medio duplicó nuestra deuda externa. Está aplicando un programa neoliberal que es exactamente el mismo que a mí me recomendaba Christine Lagarde desde el FMI”, denuncia Axel Kicillof, el último ministro de Economía del kirchnerismo, en una entrevista a El País.
Esta deuda perpetua limitará la soberanía y condicionarán los escasos márgenes de autonomía de una política económica que ya está de nuevo bajo el dictado del FMI. Y perpetuará el saqueo de Argentina, un país que bajo el gobierno Macri está conociendo un galopante aumento de la pobreza y las desigualdades, una acelerada degradación de las condiciones de vida y de trabajo de las clases populares. En los veinte meses de macrismo, Argentina ha ganado un millón y medio más de pobres, hasta un total de 13 millones, pasando del 29% al 33%. La indigencia también ha escalado hasta el 7%, lo que sume a 4 de cada 10 argentinos viviendo bajo el umbral de la pobreza o en el pozo de la miseria extrema.
Para el resto -la llamada «clase media frágil”- la situación también ha empeorado, registrándose la peor caída en el consumo (5%) de los últimos 14 años. El empobrecimiento de la población, con recortes salariales, viene agravada por brutales «tarifazos» decretados desde la Casa Rosada, como la subida de hasta el 500% del coste de algunos servicios esenciales, como la luz o el transporte público. La economía argentina se ha contraído un 2,3% en 2016, y hasta el FMI ha expresado sus dudas de que vaya a remontar este año.
Sergi dice:
Un lujo tan desmesuradamente abominable es esto, millones y millones de personas perdiendo toda esperanza, sufriendo, y muriendo.