Lula y la conjura

Con las elecciones presidenciales del 7 de octubre señaladas en rojo y un ambiente creciente de movilizaciones populares contra el ilegítimo y reaccionario gobierno de Temer -aupado al Palacio de Planalto tras un impeachment golpista contra Dilma Rousseff- Brasil encara un año electoral con Lula, acosado judicialmente, como máximo favorito.

El último año y medio ha sido de infarto en Brasil. En primavera de 2016, luego de un largo proceso de juicio político y mediático -pero sin pruebas en su contra- Dilma Rousseff fue destituída por un impeachment torticero y fraudulento, en el que un Parlamento dirigido por el político más corrupto de la historia reciente del país -el co-lider del PMDB Eduardo Cunha, hoy en la cárcel- acusaba Rousseff de corrupción. ¿Imaginan a Bárcenas o a Francisco Camps encabezando una cruzada por la decencia política?

Lejos de convocar nuevas elecciones, el Parlamento brasileño -dominado por las fuerzas de la derecha oligárquica y proyanqui- otorgó la presidencia del país al que había sido el vicepresidente de Dilma, el también co-lider del PMDB Michel Temer, que rápidamente formó un ejecutivo de banqueros, ejecutivos y terratenientes para arremeter contra las políticas redistributivas y progresistas construídas durante la década petista. Desmantelaron los derechos de los trabajadores, recortaron brutalmente los salarios, las pensiones y la capacidad de negociación colectiva, derribaron todo tipo de programas de asistencia a las clases populares, y hasta legalizaron el trabajo semiforzoso. Al tiempo que entregaban las fuentes de riqueza del país a las manos de los «grandes inversores internacionales» (sobre todo de Wall Street y Europa) y cambiaban el lineamiento internacional del gigante carioca, alejándolo de los BRICS y volviendo a ponerlo en la órbita de Washington.

Pero pronto, el draconiano gobierno de Temer se enfrentó a sus límites, hundiéndose bajo cotas de impopularidad desconocidas -apenas un 5% de aceptación- y enfrentando a una izquierda carioca -política, sindical y social- dueña de las calles y renacida de sus cenizas.

A lo largo de estos meses, la oligarquía y el hegemonismo norteamericano se han visto incapaces de promocionar un candidato afín a sus intereses… que pueda competir con el prestigio y el tirón electoral del indiscutible líder del PT, el que fuera el presidente de Brasil entre 2003 y 2011 -un periodo de enorme crecimiento económico y de inaudita mejora de las condiciones de vida de las masas brasileñas, en especial de los más pobres- y que acabó su mandato con un 85% de la aprobación popular: Luiz Inácio Lula da Silva.

Paralelamente al acoso y derribo a su continuadora, Dilma Rousseff, Lula ha sido objeto de una cacería judicial y mediática destinada a destruir su prestigio y a impedir que pueda presentarse a las presidenciales de 2018.

La entrevista concedida a Público.es por la abogada de Lula deja poco lugar a las dudas sobre que la condena del juez Sergio Moro -que sentencia que Lula habría cometido un delito de corrupción en el Caso Lava Jato, relacionado con la constructora OAS y la petrolera Petrobras- es un gigantesco fraude, un claro caso de «lawfare» y prevaricación. No hay pruebas materiales consistentes que incriminen a Lula, no hay facturas ni pruebas de pagos delictivos. El gran argumento es el testimonio del ex ejecutivo de la constructora OAS, Leo Pinheiro, un reo que ha cambiado de declaración tres veces, y que finalmente aceptó una delación premiada por Moro a cambio de reducción de pena.

Tres jueces serán los que ahora tendrán que decidir si anulan la sentencia en primera instancia y absuelven a Lula, o si ratifican la condena, la disminuyen o la aumentan. Desde el punto de vista procesal, si confirman la pena de un juicio tan irregular, el escándalo sería mayúsculo. Pero dadas las implicaciones geopolíticas y los intereses oligárquicos-imperialistas sobre el gigante económico de América Latina, esta posibilidad no es en absoluto poco probable.

Pero aún así, no está ni siquiera claro que en ese caso Lula quedara legalmente impedido -por los tiempos del proceso- a presentarse a las elecciones con una clarísima ventaja. Las últimas encuestas le dan 34 % de los votos en la primera vuelta y una victoria aplastante, con el 50% de los sufragios, ante cualquier adversario en el segundo turno. No todo está atado y bien atado en esta conjura.

One thought on “Lula y la conjura”

  • Rejane Granato dice:

    Como brasileña puedo decir que la situación de mi país es muy grave. Nuestra democracia corre un serio riesgo. Pero, continuamos firmes y luchando! Nuestra esperanza persiste!

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