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Lucha de clases 2.0

¿Se acuerdan de aquella fantasía que decía que ya no había clases sociales? Entonces se nos hacía creer que la historia había terminado, los trabajadores eran ya solamente consumidores y la única ideología era proclamar que ya no había ideología. Eran los tiempos dorados en los que Lehman Brothers empaquetaba nuestras hipotecas para que cobrasen sus bonus aquellos »yuppies tan guais que nos trataban a todos como imbéciles. Las escuelas de negocios perpetuaban la doctrina incontestable y el capitalismo avanzaba hacia el edén definitivo. Pero vino la crisis y al menos sirvió para desenmascarar la farsa. Ni el mercado libre era libre ni el capitalismo era precisamente ningún paraíso, más bien al contrario.

Nunca había quedado tan claro que la lucha de clases está más vigente que nunca como en el triunfo apoteósico de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en el Congreso el pasado martes. La resistencia del PP a alinearse con los bancos, cediendo solamente en el último momento bajo una presión imparable, no es sino la estrategia más antigua del mundo, la de la minoría poderosa que se protege mutuamente. Tampoco es nueva la audacia de Ada Colau, una especie de Rosa Luxemburgo del siglo XXI a quien no va a parar nada ni nadie, y mucho menos el menosprecio caduco de Duran Lleida. Y es muy antiguo, aunque doloroso, el suicidio de dos viejos en Mallorca cuando iban a ser desahuciados, como pretérito es el silencio sospechoso con que los medios nos ocultan la identidad del banco ejecutor: podemos saber la identidad de la víctima, pero no la del criminal. Curioso, ¿no?

Los pobres que se inmolan, los gobernantes cómplices con el dinero y los medios miedosos: ya ven, han pasado más de cien años desde que el riquísimo conde Fitzherbert y el pobrísimo minero Williams inventados por Ken Follett protagonizaban en Cardiff una de las supuestas últimas luchas de clases, pero estamos en el 2013 y todo sigue igual si no peor.

Ver el plumero del sistema

Y es que, más que del fin de la historia, estamos cerca del fin de un sistema al que le hemos visto el plumero. Ya con las cartas boca arriba, ni tan siquiera se disimula que con otra reforma laboral más los trabajadores de a pie empezarán a tener envidia de los obreros del Manchester del siglo XIX. Por supuesto que hay lucha de clases, y la tienen aquí mismo, por ejemplo en el extrarradio de Barcelona que tan bien ha descrito Javier Pérez Andújar en su gran libro ‘Paseos con mi madre’. La única diferencia es que los oprimidos de hoy ya no necesitan octavillas para defenderse. A Ada Colau y compañía les han bastado Twitter y sus 140 caracteres para doblegar al PP y poner a todo un sistema contra las cuerdas. El método es muy moderno, pero la lucha es la de siempre.

Quién iba a decir que en pleno 2013 estaría más de actualidad Karl Marx que Milton Friedman. Ver para creer.

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