En los últimos días, una «tormenta perfecta» -polémica del relator, manifestación de Colón, apertura del juicio a los dirigentes del ‘procés’, discusión de los PGE- se ha levantado contra el gobierno Sánchez.
Un gobierno -y unos presupuestos- que para los grandes centros de poder nacionales y extranjeros, para la banca y el Ibex35, pero sobre todo para Wahington y Berlín, están bajo el influjo del viento popular. Y por tanto «no pueden ser». Y así han levantado su consigna: «Todos contra Sánchez»
Se ha utilizado como detonante para esta tempestad unas inexistentes concesiones de Sánchez al independentismo catalán, con el nombramiento de un relator para facilitar el diálogo en la mesa de partidos catalanes. Pero las razones de esta crisis que han acabado abocando al fin de la legislatura surgida tras el triunfo de la moción de censura de junio contra Rajoy y la convocatoria de nuevas elecciones no son ni el auge de la derecha (o la ultraderecha), ni la cuestión territorial, ni la apertura del juicio del procés y el chantaje de Torra o Puigdemont. Eso son los actores de esta obra.
Los directores de la trama del «todos contra Sánchez» están más arriba y más lejos. En los últimos días el gobernador del Banco de España y el vicepresidente de la Comisión Europea han intervenido para lanzar el mismo mensaje: la subida del salario mínimo en España a 900 euros es un peligro que “va a provocar la pérdida de miles de puestos de trabajo”. Y el FMI ha vuelto a poner en la diana las pensiones, al proponer que los menores de 28 años deberán jubilarse cinco años más tarde y empezar a hacerse un plan de pensiones privado.
Esto es lo que de verdad está condicionando la política española. Los grandes centros de poder, internacionales y nacionales, exigen llevar más allá el “programa de los recortes”. Y se han conjurado para acabar, a cualquier precio, con un gobierno de Pedro Sánchez bajo el que, aún de forma limitada y moderada, han avanzado las exigencias de la mayoría progresista.
Es aquí donde hay que buscar las razones de que, de repente, fuerzas aparentemente contrapuestas coincidan bajo la bandera del “todos contra el gobierno”. En los esfuerzos de las clases dominantes por dar una nueva vuelta de tuerca a su proyecto de saqueo contra el 90% de la población española.
Estos centros de poder han demostrado su formidable capacidad para zarandear la política española. Pero en la batalla que se abre hay otro actor que en el último año también ha demostrado su inmensa capacidad de incidencia, hasta el punto en que tiende a convertirse en protagonista.
Se trata del viento popular, de una mayoría social española que ha demostrado -en batallas como la defensa de las pensiones o en las inmensas movilizaciones feministas, por poner apenas dos ejemplos- su combatividad, su energía, su fortaleza y su organización. Esa mayoría social progresista aspira a otro destino para el país y para el pueblo.
Ese viento popular actuó de forma determinante en las generales del 20D de 2015 y del 26J de 2016, y volvió a ser decisivo en el contexto de la moción de censura que llevó al fin del gobierno de Rajoy.
Esa mayoría social española volverá a ser determinante en el intenso y decisivo ciclo electoral que tenemos delante.