Los tres pilares de Mujica

«La revolución burguesa fue formidable, por la fuerza creadora que colocó arriba de la humanidad, no lo podíamos saber. Pero en su propia definición estableció algunos de sus límites: no planteó la igualdad. Y tuvimos que aprender en el andar que más allá de la ley hay un sueño de igualdad que subyace en el inconsciente de las masas del mundo.»

El pasado 21 de agosto, el expresidente de Uruguay, José Mujica, recibió en la población granadina de La Zubia, el premio Poesía en El Laurel en la 15ª edición del festival. Este premio supuso la primera parada del expresidente en una de sus dos “madres patrias”. La segunda fue en el Festival de Venecia, donde se presentaron dos películas con Mujica como protagonista. El 31 de agosto se presentó La noche de 12 años, la producción hispano-uruguaya-argentina del director uruguayo Álvaro Brechner, basada en el libro Memorias del calabozo que retrata el cautiverio de los guerrilleros tupamaros durante la dictadura, entre los que estaba José Mujica. Y el 2 de septiembre se presentó El Pepe, una vida suprema, del director serbio Emir Kusturica, que ha estado rodando desde el 2013.

José Mujica gobernó durante cinco años Uruguay, y lo hizo apoyado por la gran coalición que todavía hoy sigue gobernando y que, según las encuestas, va a recibir en las próximas elecciones el mayor apoyo electoral de su historia, el Frente Amplio. Un ejemplo de amplia unidad de sensibilidades ideológicas que han permitido emprender un camino de crecimiento y progreso basado en la independencia de Uruguay respecto al FMI. No hay que olvidar que el Frente Amplio de Uruguay se fundó hace 48 años y que lleva 14 años gobernando en Uruguay. Uno de los mejores ejemplos de transformación social y política a través de una gran alianza de 42 fuerzas políticas.

Durante la rueda de prensa que dio en exclusiva para el pequeño grupo de medios que acudimos a cubrir el festival, le preguntamos precisamente por el papel que ocupa Uruguay y el Frente Amplio en una Hispanoamérica en la que los movimientos progresistas y populares avanzan imparables desde hace casi 30 años:

“Uruguay es un pequeño país raro, muy raro, pero muy raro, ¿sabe por qué?, porque hace 48 años que logró que toda la izquierda esté junta, cosa que no se ha visto en ningún lado, porque la izquierda se divide por ideas y la derecha defiende intereses, sí señor, y por eso es más lúcida la derecha que la izquierda. Pero Uruguay es diferente por historia política, probablemente los partidos fundadores de Uruguay son los más viejos que quedan en Occidente, tienen tanta edad como el país. La política siempre fue muy flexible en Uruguay. Es una historia de frentes, más que de partidos, curiosamente, y los frentes, por tener contradicciones, son más flexibles, más negociadores, si usted quiere. El Uruguay es una negociación con patas permanente”.

Desde que subió al escenario del festival, hasta que concluyó la exclusiva rueda de prensa que dio al día siguiente, José Mujica se preocupó de defender tres ideas: la revolución cultural, la apología de la sobriedad y la defensa de la felicidad.

“Las únicas revoluciones válidas en el mundo son aquellas que cambiaron la cultura, que metieron parámetros nuevos […] la verdadera revolución es cuando hay cambio de valores y de paradigmas culturales. Es más fácil cambiar una realidad material que una realidad cultural. La palabra cultura es muy grande, muy genérica, pero hay una cultura que transmiten esencialmente las mujeres, en el seno de nuestros hogares, en la formación de los hijos, alrededor de la mesa familiar, cultura tácita que va a componer en gran medida los parámetros de conducta por los cuales nos movemos en la sociedad. Esa es la cultura a la que menos valor damos pero que a la larga tiene más peso en una sociedad. Cuando yo hablo de cultura me refiero a esa cultura, la que tiene olor a comida”.

Reproducimos aquí las partes más relevantes del discurso y las conversaciones que los periodistas tuvimos con él.

La nación latinoamericana

Toda España sembró una cultura que se desparramó por las venas del continente latinoamericano, por eso yo sé que las fronteras son las cicatrices de la historia, y están allí, pero sé que una lengua en todas sus variantes transmite algo más que un decir y un sentir. Pertenecemos a una comunidad que anda por el mundo, a la que le cantó Darío, esta herida que crece y que tiene su aventura.

En lo que me es particular considero que pertenezco a una nación no conformada. Una nación que, por haber surgido la independencia en el momento en que se organizaba el mercado mundial, organizamos muchos países, pero está pendiente de formar la nación. Porque del Río Bravo a la Isla de Fuego hablamos parecido, sentimos parecido, a pesar de la enorme distancia. Y no seremos alguien en el mundo que viene si algún día no encontramos la forma de estar juntos.

La revolución cultural

Hay una revolución (o no) cuando surgen nuevos parámetros culturales que guían a la gente. Porque si no cambia la cultura no cambia nada, por más grande que sea el cambio material.

Hoy sabemos que el bicho humano es una cosa mucho más complicada que no funciona con un programa, que tiene en su interior mecanismos de decisión que a veces van más allá de lo consciente.

Entonces, como pensábamos eso, creíamos que íbamos o que podíamos cambiar el mundo, o por lo menos una parte del mundo, solo cambiando las relaciones de producción y distribución, y que como consecuencia íbamos a tener un hombre nuevo. Nos equivocamos de punta a punta, porque si no cambia la cultura no cambia nada.

¿Por qué? Porque en realidad el devenir de un sistema, el viejo devenir del feudalismo, por ejemplo, estaba de hecho conformando una forma de ver el mundo funcional, de lo que eran los intereses del feudalismo. “Esto es un valle de lágrimas” más o menos se decía, “y hay que portarse bien, para ir a la otra vida”. Y eso funcionaba, actuaba como una creencia difundida enormemente en la conducta de la gente para aceptar la diferencia, la sumisión, la voluntad del siervo y en el mejor de los casos la responsabilidad del señor de brindar seguridad.

Nuestra época también. Surge alrededor de las ciudades, con una mística: el trabajo, el ahorro, la conciencia puritana y el odio precisamente a los señores feudales por parásitos. La revolución burguesa fue formidable, por la fuerza creadora que colocó arriba de la humanidad, no lo podíamos saber. Pero en su propia definición estableció algunos de sus límites: no planteó la igualdad. Y tuvimos que aprender en el andar que más allá de la ley hay un sueño de igualdad que subyace en el inconsciente de las masas del mundo.

Después la civilización a lo largo de la vida nos va poniendo frenos y nos va moldeando, pero ahí, en la base de nuestras relaciones, hay un sentimiento de igualdad, o de querer o de soñar, de necesitar la igualdad.

La ley de la máxima ganancia

¿Cuál es el gran motor? La ganancia y el crecimiento y ¿qué significa el crecimiento? Más cosas, más materia prima que se consume, más energía que se consume, más deuda con millones de hombres y el afán en toda la tierra globalizada…

Pero de 1950 a la fecha, la economía se multiplicó 40 veces, y de seguir así, en estos años hasta 2050 se tendrá que multiplicar 200 veces. Y el mundo es finito, La Tierra no es infinita, tiene límites. Pero nuestra misión no tiene límite. A tal punto que en toda sociedad, si para el crecimiento económico es una tragedia, nos vestimos de crisis, nos sumamos en la crisis.

Estamos desatando fenómenos de carácter planetario que no podemos dominar. No es solo una cosa, son múltiples: toxicidad creciente en el agua, peligro de deshielo masivo, multiplicación de la temperatura, desaparición creciente de especies, el cambio climático que está a la vuelta de la esquina.

Y no por casualidad, hace 30 años que nos dijeron en Kyoto lo que iba a pasar, y nos dijeron lo que había que hacer los hombres de ciencia, pero la política del mundo no pudo tomar decisiones porque hay que enfrentar intereses poderosos, y eso duele.

En el fondo yo no pienso que exista una crisis ecológica (que en realidad existe y puede ser un holocausto para las generaciones que vienen); existe por impotencia política de tomar medidas que tienen que ser de carácter mundial y no lo hacen.

La diferencia que tiene la vida humana es que tenemos conciencia, y heredamos un capítulo formidable por ser gregarios. Eso que se llama civilización, ese capital que nos da la Historia. Porque el hecho de ser gregarios, se pudo construir eso. Porque como animales nos podíamos haber quedado y haber desaparecido. Pero por ser gregarios el hombre va en equipo, y fue precisamente por eso que pudo defenderse y desparramar la vida por el planeta entero.

Ahora bien, por querer la vida, estos temas son cruciales. Yo tengo 83 años y acabo ahí, a la vuelta de la esquina, pero sueño con la vida humana, ¿qué va a ser de la vida humana si estamos destrozando un planeta por la fiebre de acumular ganancias y somos impotentes de encauzar eso? Porque todo está basado en una civilización que para ejecutar la ganancia necesita primero que tú seas un comprador compulsivo de la mañana a la noche, pensando que la felicidad humana es igual a comprar cosas nuevas.

Bien, estamos todos enfrascados en esa cultura. Cuál es lo primero que nos dicen: “eso es para darle trabajo a la gente”. Ah, como te preocupás del trabajo de la gente… Pero eso asegura una tasa de ganancia permanente. Quiere decir que es una cultura funcional. Y lo más fuerte del sistema no son ni su ejército, ni su Gobierno, ni sus policías, es esa cultura que nos gobierna, que no precisa de billetes.

Apología de la sobriedad

Esto ¿por qué le digo estas cosas? Porque amo la vida, amo a conciencia la vida, defiendo el amar la vida. El único milagro que hay arriba de la tierra para cada uno de nosotros es haber nacido.

Por lo tanto, no alcanza con la idea de crecimiento económico, hay que entrar a pensar en la felicidad humana. Y la felicidad humana está ligada a las viejas cosas más sagradas de la existencia: el amor, la relación con los hijos, un puñado de amigos… Tiempo para cultivar afectos

Pero si tu vida se va gastando, estás contrayendo compromisos materiales por esta cultura que nos impulsa. Y te transformas en un comprador y en un deudor. Tienes que trabajar cada vez más y gastar tiempo de tu vida para hacer frente a esas necesidades materiales, y está por ahí el camino de la felicidad. Ojo, no estoy haciendo apología de la pobreza, estoy planteando la importancia que tiene vivir con sobriedad y no dejarse enganchar de la nariz.

Porque es muy lindo plantear la utopía de un mundo que va a ser perfecto pero, ¿mientras tanto? A mí me preocupa el mientras tanto de la gente hoy. La felicidad se pelea conscientemente, y eso se llama tener tiempo para la familia, los hijos, los amigos… y para alguna cosa que a cada cual le guste, porque eso es la libertad.

Cuando tienes que ir a trabajar para cumplir con una obligación porque tienes que cubrir tus necesidades materiales, no, ahí eres un sujeto sometido a la ley de la necesidad como todos los bichos. Porque trabajar hay que trabajar, y el que no trabaja es porque está viviendo a costa de uno que trabaja. No, no, apología al apalanquismo no. Porque hay una cuota en el trabajo indirectamente al apoyo social.

La causa de la felicidad

Por eso, cultiven la poesía, la poesía de pensar en la hermosura de su vida a pesar de las amarguras. Quiéranse a ustedes mismos pero quieran a los demás, no cultiven el odio. El odio es como el amor, ciego. Pero el amor es ciego creador. El odio termina destruyendo a ustedes mismos.

Mil gracias por la lengua, por la sensibilidad, por la historia, en aquella parte de América, mil gracias. Me siento pariente. Si tuviera algún día que vivir fuera de mi país, me gustaría vivir en España o en Italia.

Son muy distintos, pero son gloriosos. Por eso me siento identificado con toda su cultura. No tienen que respetarme tanto, lo digo porque soy un viejo duro al que cogieron preso 14 años por falta de velocidad.

Tienen adentro de ustedes un motor que les puede tirar para un lado. Si ustedes no le dan causa a su existencia, no se preocupen, el mercado les va a poner una causa. Ya está, eso se llama comprar la felicidad en cómodas cuotas mensuales que se financian. Ya está, 50 años pagando cuotas.

¿Qué les quiero decir? Hay una independencia que hay que ganarla en la cabeza, y que depende de cada uno de nosotros. Yo creo que hay derecho que estas criaturas humanas en medio de este mundo, así como es, tienen derecho a tener un cacho de felicidad, de no irse de la vida siendo simplemente un comprador, sino alguien que haya gozado del amor, maravilla milagrosa de la vida, por eso vine hasta aquí, y gracias.

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