«Y eso, a pesar de (o debido a) que se trata de algo que podría provocar un escándalo a escala mundial y una profunda investigación dentro de la Administración estadounidense. En cualquier caso, Washington tiene ahora muchos otros dolores de cabeza, aparte del de Afganistán. El pasado fin de semana, los conservadores estadounidenses organizaban en el centro de Washington una manifestación sin precedentes contra el presidente Barack Obama que, al mismo tiempo, estaba preparando un discurso sobre los fundamentos de la política externa de los EEUU al respecto de la retirada de las tropas de Irak.»
La chisa se encendió la semana pasada, cuando el periódico New York Times acusó, o más bien, informó que el Jefe del Consejo Nacional de Seguridad, Mohammed Zia Salehi, es un colaborador de la CIA y percibe dinero de esta organización. Al rotativo neoyorquino le siguieron otros medios estadounidenses en sus acusaciones a otros políticos del gobierno afgano por el mismo motivo. (RIA NOVOSTI) DIARIO DEL PUEBLO.- Algunos eruditos de ultramar mal informados incluso han preguntado por qué hay incendios tan frecuentes en el patio trasero de China. Pero el hecho es que China no tiene (y nunca tendrá) un “patio trasero”. La teoría del “patio trasero” de China es un producto de la imaginación de los propagandistas antichinos. De hecho, el denominado “patio trasero” es un subproducto del imperialismo y el colonialismo, que hoy sólo se encuentra en el diccionario de EEUU. Dicho término tiene su origen en la doctrina Monroe, según la cual EEUU considera al conjunto de América Latina como región bajo influencia estadounidense, una región que nadie puede usurpar. EEUU ha estado aplicando esta doctrina al pie de la letra, y la ha “perfeccionado” con sus afanes neo-conservadores de hacer de cada territorio posible su patio trasero. China. Diario del Pueblo ¿Cuándo aprenderá EEUU? Wang Yusheng La reciente farsa que tuvo por escenario a Asia Oriental, con guión y dirección de EEUU, ha dejado al descubierto una trama bien definida. La misma expone la habitual arrogancia del guionista y director, a la vez que oculta su falta de confianza. Para consolidar su estatus en la región del oriente asiático y para buscar “nuevos socios”, EEUU necesita crear una “gran situación”, si bien artificial, en el entendido de que dicha farsa le vendrá como anillo al dedo para sus propósitos. Para crear una “gran situación”, tiene que desacreditar a China, en lo que de hecho constituye su pasatiempo preferido. EEUU ha estado distorsionando los objetivos estratégicos que China persigue al modernizar su maquinaria militar, incluida la defensa de sus fronteras terrestres y marítimas. Al agitar conflictos, EEUU crea situaciones que requieren de su presencia, la cual él mismo se encarga de solicitar, desde luego, para actuar como el “ángel de la guarda”. La gran prensa estadounidense ha montado un descomunal espectáculo al respecto. Se ha encargado de dar pábulo a los rumores contra China, haciendo hincapié en las teorías de la “amenaza de China” y “la arrogancia de China”, criticándola por su “mal” comportamiento diplomático y estrategia militar “agresiva”. El más reciente truco que los medios informativos de EEUU han sacado de la manga son las “no tan buenas” relaciones de China con vecinos tales como Japón, Corea del sur y estados miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA), especialmente Vietnam. Corea del sur y Vietnam parecen haberse tragado completa la carnada de la teoría de la “amenaza de China”. Algunos eruditos de ultramar mal informados incluso han preguntado por qué hay incendios tan frecuentes en el patio trasero de China. Pero el hecho es que China no tiene (y nunca tendrá) un “patio trasero”. La teoría del “patio trasero” de China es un producto de la imaginación de los propagandistas antichinos, que en nada difiere de las teorías de la “amenaza de China” y de “la arrogancia de China”. De hecho, el denominado “patio trasero” es un subproducto del imperialismo y el colonialismo, que hoy sólo se encuentra en el diccionario de EEUU. Dicho término tiene su origen en la doctrina Monroe, según la cual EEUU considera al conjunto de América Latina como región bajo influencia estadounidense, una región que nadie puede usurpar. EEUU ha estado aplicando esta doctrina al pie de la letra, y la ha “perfeccionado” con sus afanes neo-conservadores de hacer de cada territorio posible su patio trasero. La política de China imposibilita que ésta actúe como pronostica el profesor estadounidense John J. Mearsheimer, cuando dijo: Una vez que China se haga poderosa, definirá su estrategia diplomática adoptando una jerga idealista a la usanza de EEUU, como máxima poseedora de derechos sobre el resto del mundo. En abierto contraste con EEUU, lo que China tiene son vecinos amistosos que, junto a ella, se adhieren a los cinco principios de la coexistencia pacífica y a los mecanismos cooperativos de la ANSEA, la Organización para la Cooperación de Shangai y los lazos sino-indios. Todas estas organizaciones y mecanismos son abiertos y cooperativos, y se basan en la igualdad y las ventajas mutuas. No apuntan contra ningún país, y responden a la política exterior no alineada que China ha seguido siempre. En cuanto a los conflictos (incluyendo los territoriales con algunos países asiáticos del Este), muchos han sido heredados de la historia y las relaciones geopolíticas. China ha comenzado ya negociaciones, y está lista a ampliarlas, para encontrar soluciones justas y equitativas para estos temas. Por lo tanto, las preocupaciones que EEUU alberga sobre China son totalmente innecesarias. Ya resulta obsoleto que Washington siga creando más “enemigos imaginarios”. Ya es hora de que ponga a un lado la doctrina Monroe, de no permitir que cualquier país o grupo prospere libremente en la región del Oriente asiático y que deje de estigmatizar a China por “perseguir tal política”. Muchos países asiáticos del Este (incluidos Corea del sur y Vietnam) parecen haber buscado ayuda de EEUU, pero no es probable que se sumen a éste para plantear una “amenaza” a China. Para que no haya malentendidos, es preciso reafirmar que China da la bienvenida a un papel positivo de EEUU en Asia Oriental, pero no a “compartir el cielo de la región de Asia y el Pacífico” con ellos. El “cielo de Asia y el Pacífico” pertenece solamente a los países que están debajo de él. Sin embargo, China vería con buenos ojos que EEUU incremente su inversión en la región, siempre que lo haga con buenas intenciones de construir una situación mutuamente beneficiosa – no una atmósfera de guerra fría en la cual la farsa se convierta en orden del día. Hace diez años, otro profesor estadounidense, Joseph Nye, advirtió de no tratar a China como enemigo, porque de hacerlo se conseguiría un enemigo. Quizás sea adecuado agregar una frase más a la afirmación de Nye: Solamente cuando China y EEUU se traten como verdaderos socios cooperativos, o por lo menos como socios potenciales, será posible que ambos dejen de verse como enemigos. La famosa frase de Nye estaba dirigida a George W. Bush, cuando éste asumió su primer mandato como presidente de EEUU. Al principio, Bush no escuchó, pero tuvo que cambiar su postura más adelante. Aún queda por ver si el actual mandatario estadounidense, Barack Obama, escuchará la voz de la razón. Pero lo que traslada el denominado informe militar de EEUU sobre China no se aparta de la mentalidad de Guerra Fría de EEUU y de sus aprestos hegemónicos. Hay diferencias entre China y EEUU, pero eso no significa que ambos estén destinados a ser enemigos. DIARIO DEL PUEBLO. 8-9-2010 Rusia. Ria-Novosti En torno a los supuestos topos de la CIA en el gobierno afgano Dmitri Kosirev La noticia sobre los supuestos topos de la CIA en el gobierno de Afganistán desapareció de los medios de información en un abrir y cerrar de ojos. Y eso, a pesar de (o debido a) que se trata de algo que podría provocar un escándalo a escala mundial y una profunda investigación dentro de la Administración estadounidense. En cualquier caso, Washington tiene ahora muchos otros dolores de cabeza, aparte del de Afganistán. El pasado fin de semana, los conservadores estadounidenses organizaban en el centro de Washington una manifestación sin precedentes contra el presidente Barack Obama. Obama que, al mismo tiempo, estaba preparando un discurso sobre los fundamentos de la política externa de los EEUU al respecto de la retirada de las tropas de Iraq. Sólo estos dos eventos ya son suficientes para eclipsar a los agentes de la CIA infiltrados. La chispa se encendió la semana pasada, cuando el periódico New York Times acusó, o más bien, informó que el Jefe del Consejo Nacional de Seguridad, Mohammed Zia Salehi, es un colaborador de la CIA y percibe dinero de esta organización. Al rotativo neoyorquino le siguieron otros medios estadounidenses en sus acusaciones a otros políticos del gobierno afgano por el mismo motivo. Durante el pasado fin de semana, desde Afganistán llegó un comunicado oficial del servicio de prensa del Presidente, Hamid Karzai, afirmando que ningún miembro del gobierno de Afganistán está en la nómina de la CIA. Además, que "el gobierno afgano contempla esta propaganda infundada como perniciosa para la alianza antiterrorista" y "condena concluyentemente las acusaciones indiscriminadas, que difaman a los miembros del gobierno de Afganistán". El comunicado fue apoyado por algunas personas allegadas al Presidente. Esta historia puede ser analizada desde varias perspectivas. Elegimos dos: la afgana y la global, por ser las más ilustrativas. El mes pasado, Mohammed Zia Salehi fue detenido por la comisión anticorrupción angloamericana. Pero gracias a la mediación del presidente Karzai, fue puesto en libertad. Posteriormente, le acusaron de ser agente de la CIA. Por una parte, este hecho no es tan extraño y no debería ser motivo de escándalo. Las tropas de los EEUU y de sus aliados están en Afganistán desde hace ya mucho tiempo, desde el invierno de 2001-2002. El gobierno de Hamid Karzai fue formado por los EEUU y es un gobierno de ocupación. Así lo ve todo el mundo, así lo ven los afganos. Sería muy raro que la administración afgana estuviese totalmente libre de la influencia de los servicios de inteligencia estadounidenses y de sus agentes. Pero como la campaña contra el extremismo y el terrorismo goza del apoyo de muchos países, incluida Rusia, a nadie se le ocurre protestar. Precisamente estos fueron los argumentos que esgrimieron en los medios de comunicación los analistas en relación con las primeras acusaciones contra Salehi. Corroboraron que la CIA lleva en el país varias décadas y tiene muchos agentes en la administración afgana. Pero sus voces no tardaron en apagarse. Y es que el gobierno afgano no desea ser visto como un gobierno de ocupación y se esfuerza mucho por distanciarse de esta imagen y comenzar desde cero, aunque sea con la misma gente. Esta es la razón de la indignación, provocada por el servicio de prensa. El modesto, pero muy poderoso jefe del Gabinete de la Presidencia, Mohammed Umar Daudzai, subrayó en una de sus entrevistas que "es muy importante que los afganos tengan conciencia de que Afganistán es un estado independiente, guiado por la voluntad política de Hamid Karzai". A propósito, Karzai, a pesar de la presencia militar estadounidense, lleva más de un año estableciendo relaciones con otros países, incluida China. Sin embargo, hay en todo esto un pequeño matiz, importante, y no sólo para Afganistán, sino para todo el mundo: ¿por qué al gobierno de Afganistán le molesta tanto que algunos de sus funcionarios sean agentes del servicio de inteligencia de un país amigo? Porque esto rebaja su autoridad ante los ojos de sus conciudadanos. A principios de los años 90 se teorizó mucho sobre los nuevos matices de la palabra "soberanía", globalización, y exportación del modo de legislar de un Estado (refiriéndose a los EEUU, claro está, o, en último término, a los países de la UE) a otros Estados. Y en esta tesitura, no debería haber ningún problema en que algún ministro del gobierno afgano es o pudiera ser agente de la CIA. En la Rusia de los años 90 los políticos con doble nacionalidad estaban mal vistos. A comienzos del siglo XXI surgió la moda de que las esposas de los líderes de ciertos países, tales como Ucrania y Georgia, por citar algunos, fueran extranjeras. Otro caso interesante es el de la ministra de economía de Georgia, Verónica Kobalia, de 28 años de edad, fotografiada en el escenario de un club nocturno. No hacía nada malo allí, pero seguramente sería interesante investigar de qué modo esta ciudadana canadiense de origen georgiano ha llegado a ser ministra. Y es que no todo lo nuevo es bueno. A veces hay que respetar los conceptos tradicionales de poder, ciudadanía e intereses nacionales. RIA-NOVOSTI. 7-9-2010