La población de Gaza se enfrenta a una ciudad en ruinas.

Los rastros del holocausto

Mientras las tropas israelí­es se retiran de la franja, la desdichada población palestina sale de sus refugios para encontrarse un paisaje de ruinas y escombros. Ahora que el terror -aunque no el miedo- de las bombas se ha ido, llega el momento de preguntar por familiares y vecinos, de sacar los cadáveres sepultados y de llorar por las miles de vidas arrancadas.

Antes del ataque, la franja de Gaza era ya uno de los territorios más miserables del mundo. Ahora, tras 23 días de barbarie, Gaza es sin duda el erial más desolado del laneta. Según la Oficina de Estadística de la Autoridad Palestina, 22.000 edificios han resultado afectados por los bombardeos o la artillería israelí (el 15% de los edificios de la franja) y 4.000 de ellos destruidos completamente. Eso deja a 50.000 personas absolutamente sin nada. Familias enteras duermen como pueden entre las ruinas de lo que fue su hogar. La reconstrucción de la franja costará más de 1600 millones de dólares. Gaza se convierte ahora en una galería de los horrores, donde el dolor espera en cada esquina. Los cadáveres son amontonados en pilas a la espera de que puedan ser enterrados, ya que los depósitos de los hospitales hace días que no admiten un cuerpo más. La basura y los cristales rotos acompañan a la vista y el hediondo olor de la muerte lo impregna todo.Y no ha acabado el peligro. Además del terrible hambre –las tropas han arrasado los campos y han matado a tiros al ganado- la falta de agua potable y la descomposición de los cadáveres hace temer el brote en cualquier momento de enfermedades como el cólera. Y la profusa utilización de granadas de fragmentación ha dejado mortíferas trampas. Hoy dos niños palestinos han muerto al estallar una bomba israelí con la que estaban jugando, en el barrio de Tufah, al este de la capital.Por si esto fuera poco, los médicos palestinos han informado que además de rastros de fósforo blanco, también ha encontrado pruebas de la utilización de uranio empobrecido por parte del ejército israelí. El material radioactivo puede permanecer en el ambiente muchos años y provocar cáncer, leucemia y malformaciones fetales"La guerra ha sido contra nosotros, la gente. ¿Qué ha pasado con Hamás? ¡Nada!", dice indignado un palestino a uno de los pocos periodistas anglosajones que el ejército israelí ha permitido entrar en la franja. Y los hechos le dan la razón. A las pocas horas de la retirada israelí, la policía de Hamás volvía a controlar todo el territorio. La tregua es extremadamente endeble. Los dirigentes de Hamás, que han decretado un alto el fuego, anuncian a los cuatro vientos sus intenciones de seguir rearmandose. "Haced lo que queráis, pero introducir y fabricar las armas sagradas es nuestra misión y sabemos cómo adquirirlas", ha dicho un portavoz del movimiento integrista en una rueda de prensa.

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