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Los planes militares de EEUU para África

Convertido ya en aliado estratégico de Occidente, el Gobierno de Níger ha otorgado de forma oficial su consentimiento para que aviones estadounidenses no tripulados de vigilancia -«drones»- sean estacionados en su territorio.

El pasado lunes, la embajadora de Estados Unidos en el país africano, Bisa Williams, transmitía este peculiar deseo militar al presidente Mahamadou Issoufou, quien (según fuentes de inteligencia locales) aceptó de forma inmediata. Los «zánganos» podrían ser estacionados en las cercanías de la localidad desértica de Agadez, céntrico cruce de caminos de Malí, Argelia y Libia, y se enmarcan en la cruzada de la Administración Obama para mejorar su inteligencia sobre los grupos islamistas que operan en la región.

Sin embargo, no es la única operación de gran alcance que el Gobierno estadounidense planea en los próximos meses para el continente africano.

En marzo, está previsto comience el despliegue de una avanzadilla militar perteneciente a la Segunda Brigada, Primera División de Infantería en el continente africano. La intención del equipo (conocido como «Brigada Daga» y que se encuentra destacado en Fort Riley, Kansas) es el entrenamiento de fuerzas militares locales en 35 países del continente, especialmente, en aquellos lugares donde Al Qaida se encuentre activo.

El asunto no pilla por sorpresa. El despliegue se alineará dentro del mando de Estados Unidos para África (Africom), una comandancia -en teoría, destinada a abrir vías diplomáticas con los conflictos regionales- que en la actualidad dispone de cerca de 3.000 efectivos militares afincados en la costa de Yibuti.

Aunque la ayuda humanitaria no parece ser su única seña de identidad en el continente.

Precisamente, desde el campamento yibutiano de Lemonnier se dirigió, en abril de 2009, el rescate del capitán Richard Phillips, secuestrado por piratas somalíes. Y precisamente, desde esta base, partieron los cuatro helicópteros que, solo cinco meses después, acababan con la vida de Saleh Ali Nabhan, por aquel entonces líder de operaciones de Al Qaida en el Cuerno de África.

No obstante, como asegura el analista Jonathan Stevenson, el verdadero banco de pruebas de esta comandancia (cuyos cuarteles generales se encuentran en Stuttgart, Alemania) ha sido el reciente conflicto en Libia.

Solo en el primer día -19 de marzo- de la operación lanzada por el Africom (quien coordinó a once buques de guerra estadounidenses y decenas de aviones) se dispararon cerca de 110 misiles de crucero Tomahawk. El ataque despertó, eso sí, no pocas antipatías en la región. A pesar de que los tres países africanos miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU – Nigeria, Sudáfrica y Uganda- dieron luz verde a la intervención, la Unión Africana se opuso de manera inequívoca.

Sin embargo, Libia también ha supuesto un cambio de tendencia en el Africom. Aunque por otro motivo.

El 11 de septiembre 2012, un ataque insurgente en la localidad de Benghazi provocaba la muerte de cuatro estadounidenses, entre ellos, el embajador en el país, Christopher Stevens. Al margen del escándalo político, el incidente supuso la tumba militar del general Carter F. Ham, comandante al mando del Africom, y quien de forma reiterada había manifestado su negativa a excesos militares en el continente.

«No queremos y, desde luego, no requerimos de una excesiva presencia militar en África. Eso sería contraproducente. Estamos mejor con capacidades adaptadas de forma específica y misiones limitadas en el tiempo», declaraba recientemente el militar durante una conferencia en la universidad de Brown, en Rhode Island.

No obstante, solo un mes después de la desastrosa operación de Libia, el 18 de octubre pasado, el secretario de Defensa, Leon Panetta, anunciaba la nominación del general David M. Rodríguez al frente de la comandancia del Africom en detrimento de Carter F. Ham (el reemplazo todavía tiene que ser aprobado por el Senado estadounidense).

Los «zánganos» del cielo

Desde 2007, Estados Unidos ha construido cerca de una docena de bases aéreas en el continente africano para el estacionamiento de aviones no tripulados.

Ya en junio de 2011, el Pentágono comenzó a volar otros cuatro «drones», valorados en 45 millones de dólares, desde una base en las Seychelles, y a finales de 2011, edificaba un centro secreto en Etiopía para frenar la amenaza islamista que se cierne sobre la vecina Somalia

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