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Los orí­genes de la guerra presupuestaria estadounidense

La verdadera razón de la guerra presupuestaria que puso Estados Unidos al borde de la insolvencia es más profunda que la lucha del Tea Party contra la reforma del sistema de salud impulsada por el presidente Obama.

Los estados del norte contra los del sur: eso pertenece a la historia. Pero la guerra de secesión prosigue hasta el día de hoy en Estados Unidos, según Stephan Richter, editor de la revista de Internet “The Globalist”. En su opinión, “más allá del problema actual, hay que tener conciencia de que la gente que se opone a la Obamacare e intenta bloquear el presupuesto viene de los mismos estados que antaño querían mantener la esclavitud”. En ese entonces, eran 11 estados del sur. Hoy son 10 estados los que se oponen al seguro de salud para los pobres.

“El punto clave es que el país se está transformando”, dice el jurista, que vive desde hace 30 años en Estados Unidos. La mitad de la población infantil proviene ya de las antiguas minorías, como la de los afroamericanos los latinos y los asiáticos. “En los estados del sur, en los que hombres blancos mayores han perdido sus empleos en el sector manufacturero, se ve que las estructuras están cambiando profundamente y eso es lo que no se quiere aceptar”, indica. Las iras apuntan contra un presidente negro al que se tilda de socialista. Pero de lo que se trata es de “intentar impedir la transformación sociológica y social del país”.

Extremos en alza

Similar es la apreciación del politólogo James Thuber. Los confederados del sur eran originalmente demócratas ultraconservadores que, con el tiempo, se volcaron hacia los republicanos, explica el director del Centro de Estudios del Congreso y la Presidencia, de la Universidad Americana de Washington. “El sur está contra un gobierno central fuerte y, en consecuencia, contra la reforma sanitaria de Obama”, indica. Pero, a su juicio, la guerra se libra ahora dentro de las filas conservadoras, “liderada por políticos del extremo derecho; entre 30 y 40 de ellos combaten en la Cámara de Representantes a conservadores que no son radicales”.

Lo que falta para lograr acuerdos es el sector del centro. “Hace 30 años, cerca del 30 por ciento de los miembros del Congreso pertenecía al centro moderado. Eran bloques claves para hacer avanzar las cosas. Hoy constituyen apenas un dos por ciento”, explica el académico.

Las circunscripciones electorales se redefinen cada diez años, tras un censo. Los límites los determina el partido gobernante en cada Estado, interesado en asegurarse una mayoría. Prácticamente solo se producen sorpresas en las primarias intrapartidistas. Dado que estas atraen a pocos electores y en cambio son atractivas para los simpatizantes de los extremos, estos acaban siendo determinantes para enviar a un determinado político al Congreso, explica Thurber, puntualizando que “por lo general eso no refleja la visión del grueso de la población”.

“Bomba de tiempo”

Thurber advierte que las brechas ideológicas se están volviendo más profundas. “La grieta atraviesa a la elite política más que a la población”, señala, asegurando que “la actual estructura no es saludable para nuestra democracia”.

También Richter opina que sólo una reforma puede desactivar esta bomba de tiempo. Sostiene que “si este país quiere unirse, necesita distritos electorales uniformes, en los que viva un promedio de la población, para que no tengamos solo distritos liberales y distritos ultraconservadores y este país no siga dividiéndose de una forma que corroe la idea original de Estados Unidos”.

Alentados por la pugna presupuestaria, algunos críticos del gobierno juegan con la idea de dar la espalda al gobierno central que todo lo regula y quieren una administración autónoma, sin normas sobre seguros o armamentos. En círculos texanos ultraconservadores se habla ya de la “República de Texas”. Once distritos rurales de Colorado planean ya su propio “New Colorado” y también en el extremo norte de California surgen ideas separatistas entre quienes piensan que ese estado solo se concentra en polos económicos como Los Ángeles o Silicon Valley.

“Aquello que fue el móvil de la guerra civil –alejarse de los estados unionistas- se ha convertido en un fenómeno que va mucho más allá de los estados del sur”, dice Richter, advirtiendo: “Todo aquel que es conservador y vive en la demarcación de un estado federado cree ahora tener que independizarse; y eso es una perfidia”.

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