El Gobierno ha decidido dejar sin respuesta las preguntas planteadas en el Congreso sobre los gastos de los viajes oficiales. Este bloqueo informativo, típico del sistema político español, llama mucho la atención cuando la misma prensa española nos informa del escándalo que ha saltado en el Reino Unido, donde se han dado a conocer los gastos privados que los diputados británicos cargaban a las arcas del Parlamento. Sin embargo, en España, los ciudadanos no tienen, ni parece que la misma prensa tampoco, acceso a los ingresos de sus representantes en el Congreso y en el Senado, ni a las retribuciones que los partidos políticos dan a sus cargos orgánicos, pese a que el dinero provenga de los presupuestos públicos. Tampoco es pública todavía la relación de actividades privadas que los diputados mantienen junto con su labor en el Congreso.
No es cuestión de lanzar un avión Falcon como arma arrojadiza en la camaña electoral. Es algo más serio. La información de cómo se gasta el dinero público tiene que dejar de ser un tabú, el oscurantismo que se practica con respecto al control de las cuentas públicas tiene que terminar. Los ciudadanos de a pie sólo nos enteramos del uso del dinero público cuando salen a la luz los escándalos por el despilfarro de dichos recursos a lo largo y ancho de la geografía española. En tiempos de gravísima crisis económica es absolutamente necesario un drástico ahorro del gasto público caprichoso y suntuoso.