El genocidio practica habitual en Perú

Los Nazis en Ayacucho

El 25 de abril de 2008, peritos del Instituto de Medicina Legal encontraron hasta cuatro hornos crematorios con restos de huesos.

La versión de los suervivientes del cuartel Los Cabitos en Perú, quienes afirman que ese lugar fue centro de torturas y exterminio, es corroborada conforme son desenterrados más cadáveres sepultados clandestinamente en ese establecimiento militar de Huamanga, capital de la región sureña de Ayacucho.Ayacucho es una palabra quechua, idioma co-oficial de Perú utilizado por los indí­genas andinos. Quiere decir tierra de muertos. Durante dos décadas, a causa de la violencia terrorista y del ejército, Ayacucho fue más que nunca una tierra de muertos, concentrando el 40% de ví­ctimas y desaparecidos. Sigue siendo la segunda región más pobre de Perú. Viven alrededor de medio millón de personas, mayoritariamente indí­genas quechua hablantes y campesinos.Los Cabitos fue sede principal del Frente Polí­tico-Militar de Ayacucho durante la guerra interna (1980-2000). Allí­, altos mandos ejército planificaban las operaciones para enfrentar al grupo maoí­sta Sendero Luminoso, pero también sirvió como un lugar de reclusión, tortura y asesinato de sospechosos de pertenecer a la insurgencia. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), que investigó el origen, desarrollo y consecuencias de la guerra interna, no estuvo equivocada cuando en su informe final señaló que Los Cabitos funcionó como un campo de ejecuciones extrajudiciales.En su informe final presentado en 2003, la CVR recomendó investigar y juzgar el secuestro y asesinato de 135 personas en Los Cabitos, entre 1983 y 1985, uno de los periodos más cruentos del enfrentamiento entre el ejército y Sendero Luminoso. Las autoridades fiscales y judiciales iniciaron el penoso proceso de excavación de los terrenos del cuartel militar a partir del testimonio de algunas ví­ctimas que consiguieron escapar del centro de reclusión y de ex militares que cumplieron funciones en ese lugar. Precisamente, algunos ex miembros del ejército revelaron a la CVR que en el área de Los Cabitos los jefes ordenaron la construcción de hornos crematorios para incinerar los cuerpos de los detenidos ejecutados, lo que explicarí­a por qué se han encontrado muchos restos óseos calcinados. El 25 de abril de 2008, peritos del Instituto de Medicina Legal encontraron hasta cuatro hornos crematorios con restos de huesos, confirmándose la declaración de los testigos. En la tumba recientemente descubierta se hallaron, junto con los cuerpos, casquillos de fusiles FAL. Los cráneos de las ví­ctimas presentaban perforaciones con proyectiles de esa arma, que era de uso común en el ejército en los años 80. «En la mayorí­a de casos fueron ejecutados a corta distancia», dijeron las fuentes. «Parece un patrón de exterminio». En 2004, después de concluido el trabajo de la CVR, el periodista Ricardo Uceda publicó en su libro «Muerte en el Pentagonito: Los cementerios secretos del ejército peruano», el testimonio del ex agente del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), Jesús Sosa, sobre la orden que recibió para desenterrar cuerpos y quemarlos en un horno ante la posibilidad de que las autoridades investigaran en el lugar. Los jefes militares convocaron a Sosa porque él habí­a participado en la tortura, asesinato y entierro de varios prisioneros. Sabí­a dónde encontrar a sus ví­ctimas. Ahora lo necesitaban para que hiciera desaparecer los restos. En Los Cabitos se concentró la cúpula militar que planificó no sólo las masacres de Accomarca y Cayara sino que también aprobó una polí­tica de exterminio sistemático para combatir a la subversión.

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