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Los mercados, reticentes con España

El termómetro de los mercados está cambiando desde hace unos días para España y lo está haciendo para peor. Da la impresión de que las variables políticas empiezan a jugar en contra de la estabilidad de la economía y del proceso de recuperación que estábamos empezando a disfrutar. Los mercados empiezan a valorar el efecto posiblemente desestabilizador de la difícil solución al caso catalán mientras se barajan escenarios políticos para la España de los dos o tres próximos años fuertemente cambiantes, lejos desde luego de la confortable mayoría parlamentaría que sustenta al Gobierno salido de las últimas elecciones. De forma adicional, el marasmo económico en Europa y la debilidad que han mostrado en los últimos meses algunas economías emergentes en las que España tiene importantes intereses, han contribuido también a un cierto desgaste en la percepción que los mercados tienen de España.

Hay, en todo caso, una revisión a la baja en las expectativas económicas. La prima de riesgo ha subido con fuerza en pocos días y, cuando parecía que se recortaba hasta los 100 puntos básicos, ha saltado de golpe a la zona de los 130 puntos básicos. Los tipos a largo han estado a punto de caer por debajo del 2%, pero han rebotado al alza y este jueves han terminado en el 2,34%, una subida demasiado fuerte para tan corto espacio de tiempo. La Bolsa lleva varios días cotizando a la baja, a veces en contraste con las demás Bolsas europeas, que no son precisamente un dechado de optimismo.

Para redondear las malas previsiones, los expertos de Funcas, que suelen anticipar con bastante tino los movimientos futuros de la economía, han recortado, aunque levemente, las cifras del PIB previsto para este año, bajándolas al 1,3% de crecimiento frente al 1,4% que habían estimado hace unos meses. La nueva estimación, que en todo caso mantiene la del año 2015 en torno al 2,2% de aumento del PIB, muestra sin embargo un cambio espectacular en la composición por áreas del PIB, con un fuerte impulso en la previsión de la demanda interna, tanto de consumo como de inversión, y una importante revisión a la baja en las previsiones del sector exterior, que aportaría al PIB español mucho menos de lo anticipado.

Este segundo aspecto tiene su importancia dado que el saneamiento de la balanza de pagos estaba planteando las primeras dificultades serias al equilibrio de la economía española. Un deterioro adicional de la capacidad exportadora traería de la mano un probable aumento del déficit corriente con el exterior, una verdadera contrariedad para el saneamiento de la economía ya que la Deuda Pública, básicamente en manos extranjeras, es uno de los dos principales problemas a los que se enfrenta el país, junto a la alta tasa de paro. España tiene que afrontar de forma imperiosa la corrección del elevado endeudamiento público, que se ha convertido tras las graves irresponsabilidades de estos años en el principal obstáculo para el desenvolvimiento de la economía. Los elevadísimos costes financieros que cada año debe soportar el Presupuesto del Estado han pasado a ocupar los espacios del gasto público que años atrás ocupaban la inversión pública y el sostenimiento del Estado de Bienestar. Menos mal que los tipos de interés a los que se está financiando últimamente la Deuda Pública española se encuentran en mínimos históricos, ya que en caso contrario a estas alturas tendríamos que afrontar un serio problema de renegociación de la deuda.

La semana próxima celebrará la Reserva Federal su reunión periódica en la que se espera que las autoridades estadounidenses aporten alguna nueva pista sobre el ritmo de normalización monetaria, que podría traducirse en una primera aproximación a un calendario de subidas de tipos de interés. En teoría, ese cambio de rumbo monetario en Estados Unidos no será positivo para Europa ni para España en particular. Antes o después, un empeoramiento de las condiciones financieras se va a producir y la economía española necesitaría de forma apremiante recuperar un ritmo de crecimiento más vigoroso para que esa nueva etapa no lastre nuestras expectativas de crecimiento. Desde la Eurozona no parece que nos vayan a llegar estímulos significativos ya que justamente ahora países como Francia e Italia están entrando en etapas de consolidación para resolver los problemas de los que no se ocuparon en estos últimos años. España ha hecho los deberes a tiempo, pero de poco le está sirviendo.

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