Obama perfila sus dos planes económicos de 2 billones de dólares

Los mellizos del infierno

El endiablado sistema de contradicciones que empalan a la economí­a norteamericana es lo que esta en la base de la enconada disputa entre la administración Obama y la minorí­a republicana. Mientras que los analistas demócratas -encabezados por el New York Times- advierten del grave peligro de deflación -una caí­da generalizada de los precios de los bienes y servicios que se retroalimenta y lleva a la paralización de la circulación del dinero y los capitales- a no ser que el Estado intervenga activa y masivamente en la economí­a, los republicanos tienen otro diagnóstico. Medios como el Wall Street Journal señalan como principal problema el riesgo de estanflación -una combinación en que se da simultáneamente la recesión acompañada de una alta inflación- si se continúa por la ví­a de la fabricación de ingentes cantidades de dólares y la emisión de bonos del tesoro para que los mercados internacionales puedan financiar el gigantesco endeudamiento del Estado norteamericano.

En este contexto, donde la división de la clase dominante norteamericana ante el camino a seguir ara salir de la crisis amenaza con paralizar la urgentísima y necesaria respuesta que evite el riesgo de colapso total, la administración Obama está sacando adelante a trancas y barrancas dos megamillonarios planes económicos. Dos planes hermanos, que se complementan mutuamente y que de conjunto suman (de momento) entre 1,5 billones dólares según el NYT y 2 billones si hacemos caso al Journal.El primer hermanito, conocido como plan de estímulo, de 837.000 millones de dólares es determinante para reactivar la economía norteamericana sobre bases sólidas. Además de diversos programas sociales, destinados a anestesiar las dolorosas consecuencias que ya esta teniendo para las clases populares –con el paro más alto de los últimos 35 años y aumentando frenéticamente-, el plan busca entre otras cosas una mayor eficiencia de la economía estadounidense, tanto en los costes energéticos como en los medios de transporte e infraestructuras. Este plan, el más controvertido para los republicanos ha tenido que ser rebajado por Obama, que busca crear el máximo consenso en el seno de la oligarquía. No pocas voces sugieren a Obama que pase a la ofensiva con los republicanos y renuncie a compromisos que merman la eficacia de las medidas y sobretodo obligan a intolerables retrasos.El segundo mellizo, conocido como plan de estabilización financiera y rebautizado como plan Geithner buscará utilizar adecuadamente los 350.000 millones de dólares que restan del plan de Bush del mes de noviembre, después de que la primera partida no haya logrado nada. Este plan de intervención en la actividad crediticia busca desesperadamente hacer fluir un crédito cada vez más escaso. Pero incorpora una novedad al plan del otoño: potenciará que “los bancos solventes participen en el socorro de los que no lo son, con la garantía del estado y la expectativa de rentabilidades futuras”.Dicho en un lenguaje menos eufemístico, buscará que ocurra lo que la lógica capitalista indica que siempre sucede en tiempos de crisis, al lado de la destrucción en masa de capitales sobrantes: un proceso acelerado y gigantesco de concentración de capitales. Los bancos y monopolios más poderosos y con mejores vínculos con el Estado devorarán a las entidades más débiles. En la crisis del 29, la administración Roosevelt favoreció la quiebra de unas 9000 entidades bancarias, que fueron deglutidas por una docena de grandes gigantes financieros.Obama y su Secretario del Tesoro siguen así por la senda de incrementar a niveles astronómicos el gasto público. Pero aunque tengan razón en su diagnóstico, y el peligro en primer plano para la economía norteamericana sea la deflación, nada indica que EEUU no se tenga que enfrentar tarde o temprano a la otra enfermedad mortal: la estanflación. La primera economía del mundo vive presa de una contradicción cruzada difícilmente resoluble.“No hacer nada en esta dirección sería la peor opción”, insiste Obama. Y seguramente la razón le asista. Pero cabe preguntarse si el planeta tiene bosques suficientes para imprimir los billetes verdes que esta crisis necesita devorar. O para emitir los incontables títulos de deuda pública extra que el Estado más endeudado del mundo tendrá que sacar a los mercados internacionales para financiar los 2 billones (billones anglosajones, de doce ceros) que –de momento- el Moloch norteamericano requiere en sacrificio.Porque esta trampa, tan inevitable como mortal, tiene un amargo precio geopolítico para la superpotencia. Por el momento los títulos de deuda del tesoro norteamericano se cotizan relativamente bien en los mercados –a pesar de la que está cayendo, siguen siendo valores seguros-. Pero ¿que ocurrirá si sus compradores internacionales –China, las burguesías árabes, Japón, Brasil…- dejan de comprar por sus propias dificultades?. Y aunque no sea así, ¿cuanto costará esta mastodóntica y creciente hipoteca en términos de concesiones políticas a sus rivales geostratégicos?. Seguro que los republicanos también piensan en estas naderías cuando pronuncian el complicado término de estanflacción, y en cuán postrada quedará la primera economía del mundo si consigue salir de ésta.Muchos han comparado a Obama con Roosevelt. Pero el maquiavélico ancianito no tuvo que vérselas con un sistema de contradicciones tan endemoniadamente destructivo, con una senda tan estrecha entre dos abismos insondables.

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