El observatorio

Los libros repentinos

Es siempre una costumbre muy sana en literatura la de leer algo nuevo, algo diferente, descubrir a nuevos autores, conocer provincias, regiones, continentes de la literatura que aún ignoras. El verdadero lector tiene que tener siempre la mente y la actitud abierta. Debe dejarse tentar por lo desconocido. La literatura deja de tener sentido si siempre leemos lo mismo y a los mismos, si rechazamos conocer lo nuevo, si no afrontamos el reto de adentrarnos y perdernos por territorios ignotos.

Así que, bastante a ciegas, me acerqué a ver quién era y qué escribía Pablo Gutiérrez. Y bueno, empecé por donde empieza todo mal alumno -y Pablo Gutiérrez sabe mucho, de malos alumnos-: es decir, empecé mirando qué dice la Wikipedia.

Para quienes ya es un escritor familiar, lo que voy a contar ahora ya será del todo sabido. Pero por si hay alguien que lo ignora, quizá merezca la pena recordar dos o tras cosas fundamentales:

1. Pablo Gutiérrez nace en Huelva en 1978. Haber nacido en Huelva ya veremos más adelante cómo no es un dato aséptico y sin significado.

2. Se licenció en periodismo en la Universidad de Sevilla, y después se dedicó un tiempo a trabajar en ello; y lo dejó, por lo que sé, bastante desencantado. Tampoco esto, como veremos, es un dato neutro. «Pablo Gutiérrez ha asumido la responsabilidad de elaborar «un relato sobre la crisis»»

3. Desde hace varios años trabaja como profesor de literatura en un instituto de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Y este tampoco es un dato irrelevante.

4. Pablo Gutiérrez es autor de cinco libros de narrativa y una obra de teatro. De ellos creo que debemos destacar sus tres novelas:

-Nada es crucial (2010, Lengua de Trapo): un retrato descarnado y brutal del devastador mundo de la droga en los descampados de los años ochenta.

-Democracia (2012, Seix Barral), sobre un parado al que despiden el mismo día que quiebra Lehman Brothers y se inicia la Gran Crisis..

-Y Los libros reprentinos (2015, Seix Barral), la historia de una insólita rebeldía en un barrio marginal.

Estamos, por tanto, ante un escritor totalmente del siglo XXI. No alguien que tiene un pie entre dos siglos, o una obra que se remonta a la segunda mitad del siglo XX. No, un escritor de hoy y del presente.

Un escritor del que en cierto modo podríamos decir que ha tomado sobre sí, sobre sus espaldas, la responsabilidad, o la tarea de elaborar «un relato sobre la crisis». Un relato de la crisis, que él puede hacer:

-Porque no en vano vive en el rincón de España más afectado por ella, más castigado, donde la crisis se respira en el aire, hablamos de lugares como Huelva y Cádiz, donde por ejemplo el paro alcanza cifras del 40-50%, y el paro juvenil aún mayores.

-Porque este relato sólo puede hacerse, en verdad y en profundidad, desde la literatura. El periodismo no lo va a hacer, es obvio.

Solo la literatura puede recuperar la verdad de muchas cosas. Solo la verdad literaria es capaz de entrar hasta el fondo de una época. Quienes la amamos de verdad, no nos dejamos engañar sobre esto. Es nuestra guía y nuestra brújula.

Bueno, y tras extraer todos estos valiosos datos de la Wikipedia, decidí ahondar un poco más en el perfil literario de Pablo Gutiérrez, y comencé a descubrir afinidades:

1ª) Me sentí inmediatamente solidario de las razones con que argumentó su abandono del periodismo, un mundo en el que -dice- no hay «ni tiempo, ni energía, ni limpieza». «El periodismo que yo conocí -afirma- estaba embebido de corrupción, de mezquindad y de explotación lanoral». Bueno, creo que no se puede ser más explícito ni más contundente.

2ª) Otra cosa con la que me identifiqué enseguida es con su declaración de que «entre los novelistas españoles hay cierta tendencia a alejarse de lo inmediato», como si la realidad (el hoy, el ahora, el presente) fuera «algo demasiado vulgar o caduco». Yo añadría de mi cosecha, además, que muchos novelistas encuentran en el pasado en un terreno «más seguro», más asentado, por no decir que le tienen verdadero pánico a arriesgar, e meterse en el pantanoso, inestable e incierto campo de minas del presente.

Y añade Pablo Gutiérrez: «Aún se escriben novelas sobre la Guerra Civil como si fueran nuestro pasado reciente». Así es. Con esa equivocación, con esa mentira, con esa cruz a cuestas.

Escribir sobre el presente es mil veces más arriesgado, más problemático, pero si la literatura no es arriesgada ni problemática, entonces ¿qué es?

3ª) En las novelas que he leído de Pablo Gutiérrez hay un tema de fondo que siempre me agradó, y del que he hablado muchas veces: el poder de la literatura. Sí, la literatura tiene poder. Para mí, la literatura es un instrumento que cambia la vida, que cambia a la gente, que desencadena cosas, que produce mutaciones…

Ya sé, no soy tan ingenuo. Una novela no sirve para ganar las próximas elecciones. No va a hacer caer al gobierno. No va a modificar una ley. Su acción es mucho más profunda… y más letal. La literatura mata al que éramos y nos crea de nuevo. Si eso no es poder…

Y, bueno, creo que la última novela de Pablo Gutiérrez, «Los libros repentinos», tiene mucho que ver con todo esto. Incluso lo anuncia desde el título: pues esos «libros repentinos» que caen un poco del cielo van a ser el detonante que va a cambiar la vida de Reme, su protagonista, hasta el punto de llevarla a desencadenar, a encabezar incluso, una revuelta social en el mísero y marginal poblado de Casas Baratas donde ha pasado la mayor parte de su vida: allí llegó a comienzos de los sesenta, recién casada con un mozo incauto, allí tuvo y perdió de vista a sus dos hijos ingratos, allí discurrieron 40 años de su vida entre el tedio cotidiano y el cumplimiento de los deberes domésticos, hasta que un día, por error, por azar, ya viuda, recibe un paquete de libros, y decide robarlos o quedárselos y empieza a leer.

Y bueno, allí, entre las páginas de Baroja y de Galdós, entre los versos de García Lorca o Miguel Hernández, entre escena y escena de Buero Vallejo o Valle Inclán, ella va de un mundo a otro, no solo viviendo sus sueños, sino alimentando su indignación… esa indignación que es el primer paso, el paso imprescindible y necesario para acabar con la resignación. Sí, quien no se indigna está muerto. Porque la resignación es una forma de la muerte, su antesala seguro..

No hace falta insistir en ello, el lector lo descubrir en cuanto lee cinco o diez páginas de Pablo Gutiérrez: nos encontramos en manos de un autor muy inteligente. Un autor que, además, en vez de convertir esa inteligencia en un florero o un abalorio con el que presumir, la disuelve de una manera muy precisa en inteligencia narrativa, en una prosa poderosa y envolvente que tiene casi siempre un enorme rigor analítico. Su prosa arrastra, te lleva a seguir, te desliza, a la vez que va radiografiando la realidad sin necesidad de decirte ni de subrayarte: esto es así o aquello fue asá. Y merced a ese quehacer analítico disuelto en literatura resulta que al final de la novela comprobamos cómo, sin apenas darnos cuenta, y mientras seguimos las peripecias de los personajes, Pablo Gutiérrez nos ha hecho una verdadera crónica de nuestro tiempo, y con una importante perspectiva: desde los 60 hasta hoy. Como toda gran novela social, «Los libros repentinos» contiene una visión de nuestro tiempo, de nuestro mundo, de nuestra realidad… sin necesidad hacerlo muy explícito.

Rasgos estilísticos y recursos narrativos de Pablo Gutiérrez se podrían señalar muchos. Me quedo con uno que sí quiero destacar, porque me parece muy difícil de lograr: y es la forma en que la enumeración de cosas y hechos (toda la novela actual es deudora en esto de Perec), no acaba en mero amontonomaniento ni provoca cansancio, porque no nos hallamos ante una simple acumulación, hasta sus enumeraciones son analíticas: conforme acumula va, a la vez, diseccionando la realidad.

Es valiente salir hoy a la calle con eso tan denostado como una «novela social». Bueno, para mí esa apellido «social» es tan válido a priori como cualquier otro: «negra» o «fantástica»… siempre y cuando sea una buena novela. Y yo creo que esta de Pablo Gutiérrez sin duda los es.

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