Tras la querella contra el juez Garzón

Los lí­mites de la justicia

Garzón ha sido el protagonista, cual novela romántica, de los más apasionados amores y odios de las principales fuerzas polí­ticas españolas. Por su supuesta prevaricación en el caso de las fosas de la dictadura franquista, el PP y sus medios más próximos, apoyan totalmente la decisión del Tribunal Supremo. Los mismos que en los años 90 lo «amaban», cuando Garzón llevaba adelante las investigaciones sobre los GAL y la corrupción en el Ministerio del Interior en los años de gobierno de Felipe González. Al mismo tiempo, sectores de la izquierda lo atacaban por todos los flancos. No es la primera vez que se ciernen nubes negras alrededor de la figura de Garzón, pero sí­ es la primera vez que un escándalo llega tan lejos como para manchar definitivamente su expediente. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ha cambiado para que la «suerte» abandone a nuestro juez más internacional?

Lo rimero que hay que aclarar, por ser una versión tan difundida como errónea, es que quien está detrás de la acusación a Garzón son organizaciones ultraderechistas. Es cierto que Manos Limpias, un el “sindicato” que denuncia a Garzón tiene como dirigentes a algunos de los cabecillas de la ultraderecha más tradicional de nuestro país. Miguel Bernard Remón, es quien ha conseguido imputar en el alto tribunal a Garzón como venganza por los crímenes del franquismo, o eso dice la versión “oficial”. Pero aunque este sea el instrumento para dinamitar la figura de Garzón sería del todo impensable que una acusación de este calibre y con estos denunciantes prosperara sin el aval de las principales fuerzas políticas (PP-PSOE) e instituciones judiciales de nuestro país. Más bien lo que habrá que preguntarse es ¿para ocultar qué protagonistas, la justicia da tanto protagonismo a estos rocambolescos denunciantes? Lo segundo es recordar los acontecimientos previos a la querella que han desencadenado el expediente contra Garzón. El juez ha protagonizado casos como la detención de Pinochet, y más recientemente, la instrucción de los desaparecidos en la guerra civil o el caso Gürtel. En todos ha levandao más de una ampolla.Respecto al caso de las fosas del franquismo, aunque contó inicialmente con el aval del gobierno, el problema es que el juez decidió ir más allá e investigar realmente y hasta las últimas consecuencias los crímenes del franquismo. Un interés que ya no contó con el beneplácito del PSOE, que con fines meramente electoralista había redactado una descafeinada Ley de Memoria Histórica; pero que nunca se planteó realmente acabar con la impunidad de este periodo de nuestra historia y remover los cadáveres vivientes del franquismo en nuestro actual Estado. El PP por supuesto puso el grito en el cielo con este caso. También nuestras fuerzas políticas ahora están plenamente de acuerdo es que hay que limitar seriamente la competencia de nuestros tribunales en crímenes a la humanidad. Casos de los que Garzón ha sido un auténtico impulsor y en los que también ha ido demasiado lejos. La reciente decisión de que nuestros tribunales sólo juzguen casos de crímenes contra la humanidad cuando haya españoles implicados, es un franco retroceso a la justicia universal en España. Esta limitación ha coincidido con los procesos de Guantánamo o el ataque a Gaza en nuestro país, casos que tanto habían puesto en alerta a Washington. El proceso contra Garzón no corresponde a ninguna grotesca organización de la ultraderecha, es una decisión de Estado (en la que están de acuerdo PP y PSOE). Manos Limpias es la organización elegida para ajustar cuentas, porque lo que le ocurre a Garzón es la consecuencia de un ir demasiado lejos y ser demasiado independiente. En la justicia burguesa esto no está permitido y, tarde o temprano, se paga demasiado caro.

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