Las presiones de Merkel jugaron un papel clave en la caida de B erlusconi

Los hilos del golpe postmoderno

A finales del pasado verano, media Europa se conmocionaba al conocer el contenido de la carta secreta enviada al gobierno italiano, y que según el diario La Republicca detallaba de forma precisa «las instrucciones confeccionadas entre Parí­s, Frankfurt, Berlí­n y Washington». Esta semana, una investigación del Wall Street Journal ha sacado a la luz el papel clave jugado por Merkel en la caí­da de Berlusconi.

El entonces ministro de Economía itaiano, Giulio Tremonti, diría más tarde en privado a un grupo de ministros del Ecofin que su Gobierno había recibido dos cartas repletas de amenazas en pleno mes de agosto: una de un grupo terrorista, y la otra del Banco Central Europeo. “La del BCE era la peor”, confesó. “El Tesoro USA entra en juego y pone al BCE de comisario de Berlusconi”, titulaba La Republicca su explosivo reportaje, para añadir a continuación que “el BCE ha puesto Italia bajo su tutela. Trichet ya gobierna en Roma por mandato de Alemania y Francia”.Cuatro meses después de aquello, la Biblia de los inversores internacionales, el Wall Street Journal ha publicado un reportaje donde narra las frenéticas semanas que siguieron a la carta, y que acabarían desembocando en la caída de Berlusconi y su sustitución por un hombre de Goldman Sachs, la Trilateral y el Bundesbank al frente de Italia. Tras la recepción de la carta, Berlusconi promete acometer rápidos y sustanciales recortes. Pero vacila ante la presión de sus socios de coalición y de la opinión pública, y «Berlusconi deja sin tocar las pensiones, considerado esencial por Washington y Berlín». El panzer alemán empieza a ponerse en marcha después de que en la cumbre anual del FMI, Washington exija ya medidas concretas para Italia.Un mes después, en la recepción organizada en Francfort como despedida a Jean Claude Trichet, un pequeño conciliábulo formado por el propio presidente del BCE, más Merkel y Sarkozy no se ponen de acuerdo sobre las medidas a adoptan con Italia. Ante las discrepancias, Merkel toma la iniciativa. Y 24 horas después decide llamar directamente al presidente de la República italiana, el anciano Giorgio Napolitano.Rompiendo todas las convenciones formales y diplomáticas vigentes en la UE, cuya primera regla no escrita es que los lideres europeos no se inmiscuyen abiertamente en los asuntos políticos nacionales internos, Merkel llama a altas horas de la noche al Palacio del Quirinal, una construcción del siglo XVI que una vez fue residencia de los papas, y ahora alberga la jefatura del Estado.Su objetivo, presionar directamente al jefe del Estado italiano para que éste empezara a mover los hilos necesarios para acabar con un Berlusconi que se resiste a aplicar los estrictos mandatos. Aunque no ha trascendido el contenido exacto de la conversación, sí se sabe que en ella Merkel le planteó a Napolitano que las reformas emprendidas por Berlusconi eran insuficientes, que se necesitaban nuevas medidas “más agresivas” y que el primer ministro electo no era el hombre adecuado para aplicarlas. Presionándole, sutil pero implacablemente, para que pusiera en marcha sin dilación los mecanismos necesarios para proceder a su relevo. «El último acto del golpe de Estado incruento se había puesto en marcha. Y Berlusconi no duraría ya ni dos semanas al frente del gobierno». Una vez conocida toda la secuencia, el titular de la Republicca debería ser completado “El Tesoro USA entra en juego… y Berlín se encarga de ejecutar sus órdenes”. Habría que remontarse muy atrás en la historia para encontrar una democracia tan prostituida y una soberanía nacional tan mancillada en el Viejo Continente.

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