Balance de las elecciones al parlamento europeo

Los fantasmas se agitan para salir

La crisis ha comenzado a dejar su «sello» sobre la polí­tica europea. No ha sido un terremoto devastador, pero sí­ una cadena de temblores sí­smicos y réplicas, que en algunos casos amenaza con llevarse por delante algunos de los edificios más sólidos de la polí­tica europea desde la posguerra. En especial, la socialdemocracia europea se ha llevado la peor parte: el Partido Laborista británico obtuvo su peor resultado desde la primera guerra mundial (un paupérrimo 15,7%), los socialistas franceses un 16,4% y la socialdemocracia alemana apenas un 20%. En cambio, emergen por doquier una verdadera «caterva» de fuerzas y lí­deres, definidos ante todo por su xenofobia y sus afinidades de extrema derecha, que logran empezar a capitalizar los temores y ansiedades de las capas más bajas de la clase media europea, a las que la crisis amenaza con una fulminante «mileurización».

Los resultados de las elecciones euroeas del 7 de junio dibujan un nuevo panorama y una nueva correlación de fuerzas en el continente, en la que hay que destacar cuatro cuestiones.Primero: La derecha europea aguanta el tirón de la crisis sin descomponerse. La derecha ha ganado en Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y España, los cinco países fundamentales de la UE y los cinco más poblados. Pero, ojo, pese al desplome de la socialdemocracia, la derecha no ha crecido, ni en porcentaje ni en número de votos. Si exceptuamos España y Gran Bretaña, en que le ha favorecido estar en la oposición, en el resto ha sufrido también una leve erosión. En todo caso, no ha arrollado en parte alguna. Será la mayor fuerza política del Parlamento europeo, pero no sobre la base de aplastar a sus rivales: tendrá “sólo” el 35% de los escaños y necesitará pactar constantemente o con los liberales o con los socialistas. Su “fortaleza” además se verá quebrantada por la “huida” del grupo parlamentario popular europeo de los “tories” (conservadores) británicos, que formarán un grupo aparte, con checos, polacos, etc. Al margen de estas consideraciones particulares, parece pues claro que en el actual contexto (y si exceptuamos el peculiar “caso español”), las burguesías monopolistas europeas confían, por el momento, en “la derecha” (más o menos tradicional) como fuerza motriz para dirigir sus naciones y dirigir a Europa.Segundo: El 7 de junio se ha escenificado un desplome histórico de la socialdemocracia europea, posiblemente su peor caída desde el fin de la segunda guerra mundial. La causa no es otra que un abandono masivo de sus electores, sobre todo de los trabajadores, que se han abstenido. El nuevo crecimiento de la abstención en las elecciones europeas se nutre ante todo de este abandono del voto socialdemócrata. La política de la socialdemocracia europea de, ante la crisis, poner por delante el rescate bancario, ha provocado su descalabro. A pesar de que llevan meses vendiendo esa política como la “verdadera solución socialdemócrata” a la crisis, los trabajadores comienzan a estar hartos de que el Estado rescate a los ricos, mientras el paro y la miseria se ceban con ellos y llegan a sus casas: ¿qué política de izquierdas es esa? El fenómeno de la debacle socialista ha sido además general, si exceptuamos el caso griego y, en cierta forma, el español, donde el desgaste aún ha sido controlado, al menos si lo comparamos con las auténticas hecatombes de Inglaterra o Francia o con el batacazo alemán. Con todo, y pese a perder cerca de 50 diputados, el “Grupo socialista” seguirá siendo el segundo en el Parlamento de Estrasburgo.Tercero. Sacando partido del malestar, los temores, la ansiedad y el peligro real de “mileurización” que comienza a afectar a una amplia franja del sector más débil de las clases medias, afectadas por la crisis, toda una “caterva” de “salvadores” y “demagogos” comienza a hacer carrera y han entrado en liza en la política europea en estas elecciones. Como reconocen con espanto los medios de comunicación tradicionales de la “vieja Europa”, los “extremistas” copan ya la quinta parte del Parlamento europeo: un 20%. Su divisa común es la “xenofobia”, y la exigencia de mano dura con los inmigrantes. Casi todos, además, son abiertamente “euroescépticos”. Puede que se trate, como ya ha ocurrido otras veces, de una “erupción” momentánea o coyuntural. Pero si la crisis persiste y la depauperización de las clases medias avanza de manera implacable, puede que el fenómeno no acabe siendo tan coyuntural. Sobre todo, si tiene algún “modelo” que seguir, como podría ser el que, “in pectore”, está llevando a cabo Berlusconi en Italia. Nunca debemos olvidar que una crisis honda puede transformar, en cuestión de meses, a “un demagogo” en un “estadista” y a una fuerza relativamente marginal en una alternativa de poder.Y cuarto. El supuesto fervor europeísta de la Europa del Este se ha congelado por completo. Siete de los ocho países con menor índice de participación en las elecciones del 7 de junio son países de la antigua Europa del Este. Por ejemplo, en Eslovaquia ha acudido a las urnas el 19,64% de la población. En Polonia, el 24,53%. En Rumanía, el 27,4%. Les habían prometido el oro y el moro, y lo que ha llegado es la crisis, el paro, la destrucción de sus empresas nacionales y la “colonización”. El dinero no llega, y el poco que llega se lo quedan los reconvertidos del antiguo régimen que ahora ofician de “corruptos con manto europeo”. La población ha dejado de creer en “el milagro” europeo y en la llegada del “maná” salvador. La “opa” sobre Europa del Este puede que esté a las puertas del fracaso y, con ello, el riesgo de estallido de una crisis social y política que puede acabar envolviendo a toda Europa.El 7 de junio ha dejado, pues, un mapa de Europa muy complejo, inestable y con muchas contradicciones encima de la mesa. En teoría, Sarkozy y Merkel tienen las “manos libres” para conservar la iniciativa y seguir dictando su voluntad e imponiendo sus intereses en la UE. Pero no será en un contexto plácido y tranquilo. Sobre todo si la crisis se prolonga y se agudiza, como parece inevitable. Entonces, los “fantasmas” que ya ya han hecho su irrupción sobre el escenario europeo, pueden dar más de un susto.

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