La crisis en EE UU

Los desahuciados por la crisis

Los residentes de la «tent city», como se conoce en EEUU a estos campamentos, no son sólo vagabundos alcohólicos, sino también numerosas familias con niños que han perdido sus trabajos y sus casas por no poder afrontar los pagos de la hipoteca.

En Estados Unidos, donde las ejecuciones hiotecarias están llegando a cifras record, están haciendo que proliferen campamentos de gente desahuciada, evocando las imágenes de la Gran Depresión de 1929. La peor parte se la está llevando el Sur de California donde a 65 quilómetros de Hollywood ha surgido un lugar conocido como «La Ciudad de las tiendas de campaña».Hasta hace poco eran trabajadores de clase media que viví­an en casas con jardí­n, pero la recesión está empujando a miles de familias en Estados Unidos a lo inimaginable: vivir en tiendas de campaña, trasteros o moteles baratos de carretera. En Sacramento, capital del estado de California y una de las zonas del paí­s donde la crisis inmobiliaria ha golpeado con más fuerza, un campamento para gente sin hogar alberga ya a cientos de personas y crece a un ritmo de unos 50 nuevos residentes diarios. Este asentamiento de tiendas de campaña sin servicios de ningún tipo ha atraí­do la atención de la prensa y de las ONGs, que alertan de las malas condiciones higiénicas y del riesgo de que enfermedades como el cólera empiecen a propagarse. Los residentes de la «tent city», como se conoce en EEUU a estos campamentos, no son sólo vagabundos alcohólicos, sino también numerosas familias con niños que han perdido sus trabajos y sus casas por no poder afrontar los pagos de la hipoteca. «Hay entre 300 y 400 personas viviendo aquí­, es difí­cil de decir porque su número crece cada dí­a», dijo a EFE un portavoz de la organización humanitaria «Loaves and Fishes», que atiende las necesidades de la gente sin hogar. «Estamos preocupados por las condiciones sanitarias», añadió. «No hay saneamientos, no hay agua, sólo cubos de basura». La organización «Loaves and Fishes» denuncia que el número de personas sin casa ha crecido en la región un 26 por ciento en el último año y que se están encontrando con familias en situaciones dramáticas. «Tenemos mucha gente viviendo en coches, comprando trasteros y viviendo en ellos», dijo Joan Burke, una de las responsables de «Loaves and Fishes», al diario The New York Times. «Están haciendo todo lo que pueden con tal de poner un techo sobre su cabeza». Según una encuesta del Centro Nacional Para Familias sin Hogar, unos 1,5 millones de niños en EEUU, uno de cada 50, carecen de vivienda, pero la propia organización reconoce que las cifras están desfasadas. «Estos números crecerán a medida que las ejecuciones de (embargos de) casas sigan aumentando», dijo Ellen Bassuk, presidenta del centro, en un comunicado. En Orange County, al sur de California, los medios han alertado de un triste fenómeno: cada vez más familias viven en habitaciones de motel durante meses, o incluso, años, tras perder sus hogares o trabajos. La zona es conocida por los altos precios de los alquileres, la escasez de viviendas subsidiadas por el Estado y la abundancia de moteles vací­os que en otros tiempos alojaron a los turistas de Disneylandia. En sus habitaciones viven hoy, según las organizaciones humanitarias de la zona, más de mil familias, que pagan en torno a 800 dólares (618 euros) semanales por el alojamiento pero que no tienen ahorros para afrontar el depósito de un alquiler ni acceso a créditos para la compra de una casa. California acaba de superar una grave crisis presupuestaria que habí­a paralizado al Gobierno estatal. Se plantearon medidas drásticas como el despido de 20.000 funcionarios y se llegó a suspender la devolución de impuestos a particulares. Para reequilibrar las finanzas públicas se han subido tributos, se han recortado gastos y se ha incrementado aún más la abultada deuda.Los problemas y desequilibrios de la superpotencia no son nuevos, pero ahora se exacerban y se hacen más visibles La educación y la sanidad presentan déficits escandalosos. El boom inmobiliario y la euforia consumista han dejado muchas ví­ctimas por el camino.

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