EEUU empieza el repliegue de Irak

Los costes de una retirada

El 30 de junio ha pasado a ser una fecha marcada en rojo en el calendario iraquí­. El repliegue de las tropas norteamericanas desde las ciudades y poblados hacia sus bases -primera fase de la retirada progresiva del paí­s- fue acogida con multitudinarias muestras de júbilo por toda la población.

Poniendo con ello de manifiesto cómo, en contra de lo que han querido hacer ver todos estos años, la resistencia a la ocuación está profundamente enraizada a lo largo del país, y su victoria final ha sido obra de esta resistencia popular –unas veces larvada, otras abierta– y no de un grupo de terroristas fanáticos de al-Qaeda. Tras múltiples presiones, Obama finalmente ha decidido cumplir el calendario que fijó como una de sus principales promesas que le dieron el triunfo electoral. Sin embargo, al ordenar la retirada de las tropas de Irak, no está haciendo sino reconocer una realidad que no podía ser postergada más tiempo, revelando ante el mundo las debilidades de EEUU. Si la derrota en Vietnam marcó el fin del papel de gendarme mundial que EEUU se había autootorgado tras la segunda guerra mundial y el inicio de su declive estratégico; la derrota en Irak marca el final de toda una época iniciada iniciada ahora hace justamente 20 años, en 1989, con la caída del Muro de Berlín y el hundimiento de su rival hegemonista en la disputa por el dominio del mundo, la URSS. Como ocurrió también en Vietnam, son los EEUU mismos los que con su agresiva y aventurera política militarista y de expansión imperial han quebrado la situación de preponderancia que les otorgó surgir como la única superpotencia tras el fin de la Guerra Fría. Con la diferencia de que si tras Vietnam, el miedo a la amenaza de la expansión soviética les permitió unir férreamente en torno a su liderazgo a más de medio mundo, hoy las condiciones son sensiblemente diferentes. Y la quiebra de su posición en el mundo provocada por el fracaso de Irak –a la que ha contribuido a acelerar el estallido de la crisis financiera– está esta vez acompañada por la compleja irrupción de un sistema de poderes múltiples que emergen en el tablero mundial a la misma velocidad con que EEUU acentúa el declive de su hegemonía. Tras Irak, EEUU ya no puede aspirar más a jugar más su papel de policía mundial, en el que todo se apostaba al argumento supremo de su insalvable superioridad militar con respecto a los rivales. Ya dijimos en su momento, hace ahora 10 años, con motivo de la guerra de Kosovo, que EEUU tenía “la fuerza, toda la fuerza, pero sólo la fuerza”. Ahora que tras el catastrófico mandato de Bush el recurso a la fuerza militar ya no puede ser el único, ni siquiera el principal argumento, el resto de bazas con las que cuenta Washington son claramente insuficientes para aspirar a imponer un orden unipolar y sostenerlo en el tiempo. Coincidiendo con la derrota en Irak, nuevos jugadores se han sentado en la mesa donde se juega el reparto del poder mundial. En consecuencia, el orden internacional ha comenzado a rebarajarse y algunos de los nuevos jugadores –una vez descartado momentáneamente de la partida el “comodín” de la fuerza militar– disponen de poderosas cartas, figuras y combinaciones en sus manos. El mundo ha entrado en una nueva etapa. El inicio de la retirada de las tropas norteamericanas de Irak ejemplifica uno de sus rasgos esenciales. La hegemonía unipolar y exclusiva a la que aspiró EEUU en los pasados años pertenece a una época finiquitada. La que ahora empieza a emerger, está todavía por definir. Y como ocurre en todos los períodos de transición, no hay que descartar de antemano la posibilidad de episodios traumáticos. Al mundo multipolar que la derrota norteamericana en Irak ha ayudado decisivamente a alumbrar, le esperan todavía grandes esfuerzos y convulsiones.

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