Cómic

Los «bajos» de la «alta» cocina

El impulsor de esta iniciativa fue Andoni Luis Aduriz, que pretendí­a celebrar el décimo aniversario de su restaurante «Mugaritz». Sin embargo el encargo le fue realizado a uno de los autores más irreverentes y ácidos de nuestro paí­s. Álvarez-Rabo dispara contra comensales, cocineros y crí­ticos en un denso volumen en el que se mofa del lobby de cocineros vascos, de la presuntuosidad de los gourmets y de todo el pomposo envoltorio con el que se sirve la comida para ricos.

Nada se resiste a la broma en estas historietas de Álvarez Rabo, de las que también son resa algunos de los nombres importantes de la gastronomía española, bautizados para la ocasión como Juan Mari Archak, el Panti Santalucía, el Martín Brasategui o la Carne Ruscapella. Un sano ejercicio de crítica que además ha sido elegantemente asumido por los parodiados, encabezados por el propio Ferrán Adriá que accedió a escribir la introducción del libro.La llegada de los inspectores de la "Guía Pitilín" causa un revuelo impresionante en el restaurante que el cocinero vasco regenta en este hilarante volumen de historietas, 128 páginas por las que desfila hasta una pareja de extraterrestres que se queda sin probar bocado porque no consigue encontrar el lugar.El humor mostrado con crudeza y brutalidad que ha caracterizado a Álvarez-Rabo se nos entrega en altas dosis en este volumen, cargado de enredos y situaciones inverosímiles. El peculiar estilo “feísta” del autor, que siempre ha reconocido que no tiene ni idea de dibujar, ilustra estas historias, que sin embargo demuestran que si tiene mucha idea de hacer reír y de reírse tanto de sí mismo como de los señores que le han hecho el particular encargo.Álvarez-Rabo es sin duda uno de los autores más misteriosos de nuestro país. En todas sus fotografías aparece con la cara tapada, y admite que nunca tuvo ninguna formación artística y que se gana la vida trabajando como dependiente en unos grandes almacenes para mantener a su familia. Hace unos años procedió a un curioso suicidio creativo cuando trabajaba para la extinta revista El Víbora, sin embargo el renombre alcanzado hizo imposible que se le “permitiera” abandonar los pinceles. Lucía Etxebarría lo “rescató” para que ilustrara sus libros, y ahora Aduriz hace lo propio para ofrecer un loable ejercicio de autocrítica y parodia.

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