Las encuestas en México son tozudas. Semana tras semana, se obstinan en señalar un claro favorito para ganar las próximas elecciones federales.
El izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO), encabeza la intención de voto con un 37%. Hasta los grandes empresarios del país, que habían emprendido una «campaña del miedo» para intentar frenar su ascenso, dan por inevitable su triunfo e intentan influir en su política. ¿Es posible que Washington permita que en su frontera sur se configure un gobierno con voluntad de autonomía respecto a sus dictados?
Los sondeos se empeñan en mostrar la clarísima ventaja de López Obrador, el líder histórico de la izquierda mexicana. AMLO fue dos veces candidato a la presidencia de México y dos veces derrotado en recuentos tan reñidos que se habló claramente de pucherazo. Pero a la tercera puede ir la vencida.
No hay semana en la que una encuesta u otra no muestre su 40-50% de expectativa de voto, sacando una tiránica ventaja con sus dos perseguidores: el conservador Ricardo Anaya (20%) y el oficialista José Antonio Meade (17%). La distancia con sus perseguidores aumenta según se acerca la fecha de los comicios, para desesperación de los sectores más reaccionarios de la oligarquía mexicana, que han intentado en vano desalentar el voto hacia el que han tildado de «Nicolás Maduro de México».
El empobrecimiento continuo de las clases populares, la corrupción estructural de las instituciones, la violencia y la inseguridad ciudadana -en un país en el que han muerto unas 90.000 personas por crímenes violentos- ha hecho que la descomposición del viejo sistema político y partidista de México sea imparable.
Y a ello han contribuido los gringos. Donald Trump se ha empeñado en golpear a México y a los mexicanos, amenazando con romper los acuerdos comerciales o con construir un muro en la frontera que es todo un símbolo de humillación nacional. Y las tibias respuestas del presidente Peña Nieto ante Trump, un auténtico «pendejo» ante la opinión pública, han creado el caldo de cultivo perfecto para que una opción de izquierdas como la de López Obrador, vetada hace pocos años, se vea ahora con opciones de llegar a la presidencia. Lo impensable ha dejado de serlo.