Las amenazas de ETA y el apoyo de la Iglesia a ETA

Lo que tiene que cambiar

Dos hechos coincidentes en el tiempo y en el espacio. Dos ignominias que tienen que cambiar en el Paí­s Vasco. Que aparezcan pintadas de ETA con amenazas de muerte a Santiago Abascal. Que Uriarte, el obispo de San Sebastián apoye a ETA bajo el cí­nico disfraz de la defensa de los derechos humanos «incluso para los mayores culpables». ¿Es qué, acaso, los demócratas somos también culpables por no dejarnos matar, aterrorizar, amedrentar ni aceptar el silencio? Está en manos del nuevo gobierno vasco que esta vergüenza y esta impunidad, en un paí­s democrático como España, se termine.

Santiago Abascal, que es juntero or Álava y padre del presidente de la asociación Defensa de la Nación Española (DENAES), Santiago Abascal también, ha vuelto a ser amenazado de muerte por ETA. En Amurrio (Álava), donde vive, y cerca del comercio que regenta en el centro del pueblo, han aparecido varias pintadas con su nombre en una diana. En una de ellas, se lee en euskera Abascal, el “siguiente”. Las pintadas son entre diez y quince, en una de las cuales, además de la amenaza de muerte, aparece su nombre junto a una esvástica, y en las otras se lee “gora ETA” o se califica al PP de “nazi”. El propio Abascal ha explicado que ya el miércoles habían aparecido pintadas a favor de ETA y contra el PP donde se llamaba a los miembros de dicho partido "nazis". La siniestra novedad de las últimas pintadas, aparecidas posteriormente, es que lanzan amenazas directas a Santiago Abascal, padre, que no se habían atrevido a hacer desde hace seis años. Como certera y valientemente señala el propio amenazado Santiago Abascal, lo ocurrido es “más de lo mismo”, unas amenazas que se suceden contra quienes “representamos unas ideas” en el País Vasco, como son “la defensa de la libertad y la unidad de la nación en toda España”. Con la cruda realidad de haber sufrido amenazas de este tipo varias veces, tanto él como su hijo, el presidente de DENAES, Santiago Abascal, padre, afirma contundentemente “la coacción de los terroristas hay que denunciarla a diario y poner los medios para que termine”. La otra ignominia, íntimamente ligada a las amenazas de ETA, con la que hay que acabar es con el apoyo de la jerarquía católica vasca, como el obispo de San Sebastián, Uriarte, a ETA, a la que ha vuelto a atreverse a defender. Bajo el cínico disfraz de la defensa de los “derechos humanos” incluso para los “mayores culpables”, llega a pedir que se cercenen las aspiraciones de los demócratas para “convivir pacíficamente” con los que apoyan la violencia. Desde una aparente equidistancia entre el asesino y la victima, Uriarte expresa su apoyo a ETA con su siniestro lenguaje “la paz reclama de todos los ciudadanos flexibilidad y magnanimidad para recortar nuestras aspiraciones, incluso legítimas, en aras de una paz que es más grande y más importante que la imposible armonización de todas ellas”. Es decir, que los demócratas se dobleguen ante el terror, el miedo y el silencio. Pues, no. Eso tiene que cambiar.

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