Los golpistas resisten gracias a EEUU

Lo que está en juego en Honduras

Nadie que no esté preso de una ceguera polí­tica total puede dejar de ver cómo si los golpistas hondureños llevan casi tres semanas conservando el poder es gracias a EEUU. Y no sólo por su participación directa en el golpe. Sino también por la calculada ambigüedad de la administración Obama, quien no reconoce al gobierno golpista, pero tampoco califica lo ocurrido como golpe de Estado, lo cual le permite mantener abiertos todos los canales -visibles e invisibles, económicos, polí­ticos, militares y diplomáticos- con el gobierno de Micheletti.

Sin este aoyo encubierto, con el aislamiento y la condena de todos los organismos internacionales globales y regionales y la hostilidad manifiesta de la práctica totalidad de los gobiernos iberoamericanos, hace ya tiempo que el golpe habría fracasado. ¿Qué es lo que busca Washington con esta actitud? Algunos de los más avezados dirigentes del frente antihegemonista iberoamericano han señalado ya algunas de las claves del golpe en Honduras. Se trataba de acabar con Zelaya en el interior, sí, pero sobre todo lo que se ha buscado es romper el avance del frente bolivariano de unidad e independencia por su eslabón más débil. A lo largo de estas semanas, Honduras se ha convertido en una especie de laboratorio político y social, donde el hegemonismo yanqui está ensayando las mejores fórmulas para golpear y frenar el avance de los gobiernos más consecuentemente antiimperialistas de la región. Tras el fracaso de los reiterados intentos de golpe en Venezuela o las cruentas perspectivas que abre la persistencia en el proyecto de fragmentación político-administrativa en Bolivia, el golpe de Honduras se presenta como la ocasión propicia para experimentar –en un país y un Estado donde Washington hace y deshace a su antojo– las reacciones internas y externas a una suerte de “golpe blando”, donde la fuerza y la represión no están en primer plano. Poniendo en movimiento a todas sus “fuerzas vivas” (partidos, parlamento, tribunal supremo, ejército, hasta la jerarquía eclesiástica) Washington pretende blindar con un barniz político-social “presentable” el golpe. Si Zelaya no consigue ser reintegrado a su cargo, incluso aunque los golpistas fracasen formalmente y abandonen el gobierno, el golpe habrá triunfado. Entonces asistiríamos muy probablemente a una oleada de reconducciones, golpes de Estado o más suaves “golpes de timón” contra algunos, o muchos, de los gobiernos iberoamericanos más independientes de EEUU. La repetición de la coalición de fuerzas ensayada en Honduras pondría contra las cuerdas a muchos gobiernos de Centro y Suramérica, cuya autoridad quedaría debilitada. Esa es la importancia de lo que está en juego. Y lo decisivo de evitar a toda costa que el golpe, de una u otra manera, triunfe.

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