Ante las elecciones del 28-N

Lo que está en juego en Cataluña

Lo que está en juego en las elecciones autonómicas catalanas del próximo 28-N va mucho más allá de un simple resultado electoral y de la composición del futuro govern de la Generalitat. En ellas se está decidiendo también la correlación de fuerzas polí­tica en la que se va a librar la batalla entre el 90% de la población y el proyecto del FMI y Bruselas (es decir, de Washington y Berlí­n) de rebajarnos un 25% los salarios y rentas.

Las elecciones de Cataluña abren un largo ciclo electoral que continuará seis meses desués, en mayo, con las municipales y autonómicas, y finalizará en marzo de 2012 con las generales. Cada una de ellas no sólo va a ir fijando la correlación de fuerzas entre el pueblo y sus enemigos, sino también qué fuerzas políticas van a gestionar este proyecto y con qué grado mayor o menor de fortaleza van a hacerlo. Como dijimos del 29-S, en cada una de estas contiendas electorales se está jugando no sólo el futuro inmediato, sino también el de nuestros hijos, nietos e incluso biznietos. Se recrudecen los ataques Las recientes tormentas en torno a la deuda irlandesa apuntan a que nos encaminamos a una nueva oleada de ataques por parte de las grandes potencias contra los países de la periferia europea más dependientes de ellos. Si a principios de año las turbulencias desatadas contra Grecia fueron el preludio de un ataque generalizado, que en nuestro caso concluyeron con la llamada de Obama a Zapatero y la puesta en marcha del mayor plan de ajuste de los últimos 50 años, ahora la tormenta sobre Irlanda amenaza con ser para nosotros también la antesala de otra vuelta de tuerca en el empobrecimiento de la mayoría. El diario El País –vinculado al gobierno socialista y portavoz de un importante sector de la oligarquía– hacía pública esta amenaza latente al afirmar que “el riesgo es que se reproduzca en España una situación como la de Grecia o la que ahora mismo acecha a Irlanda”. Proponiendo como soluciones una reforma laboral “seria”, acometer ya la reforma de las pensiones y un nuevo plan de ajuste del gasto público: “el nuevo episodio de crisis de la deuda acrecienta la probabilidad de que sean necesarios nuevos ajustes de gasto, incluyendo la sanidad, en 2011”. Y concluía con un nada velado chantaje a los sindicatos: “Si UGT y CC OO son incapaces de aceptar la urgencia de este diálogo, tal vez deberían ser remitidos al Ministerio de Hacienda para que se negocie a la baja las cuantiosas subvenciones que reciben por su papel negociador.” Un ensayo general En este marco, las elecciones catalanas rebasan con mucho el estrecho marco de quién gobernará la Generalitat durante los próximos cuatros años. La mayoría de encuestas anticipan que aunque el hundimiento electoral de las fuerzas del tripartito darán a CiU una mayoría clara, será insuficiente para gobernar en solitario. Y es en este punto donde las elecciones catalanas se engarzan con el probable curso de los acontecimientos en el conjunto de España. Previsiblemente, Cataluña se va a convertir en los próximos meses en una especie de laboratorio político donde ensayar las posibles fórmulas de coalición o colaboración para la gobernación general de España a partir de 2012. Según la última encuesta del CIS, las fuerzas del tripartito y CiU obtendrían un número similar de escaños, 59, muy lejos de los 68 diputados necesarios para alcanzar la mayoría absoluta. En un escenario así, las distintas opciones posibles se reducen básicamente a dos. La primera de ellas, la más verosímil, sería la colaboración parlamentaria del PP con CiU, sin entrar en el gobierno de Artur Mas pero apoyándolo desde fuera. Votando con él en las cuestiones en que coinciden –rebajas de impuestos, reducción de los gastos sociales fomentando una mayor privatización de la sanidad y la educación,…– y absteniéndose o votando en contra en aquellas que divergen (competencias del autogobierno y aplicación del nuevo Estatut, relación fiscal de Cataluña con el resto de España, política lingüística,…) En cualquier caso, comprometiéndose el PP a sostener al gobierno de CiU frente al resto de la oposición de izquierdas. Una formula de “cohabitación” que pudiera servir de ensayo para el futuro en el caso de que el PP no obtenga la mayoría absoluta en las generales de 2012, y necesite de apoyos exteriores para gobernar. Y cuyo contenido va a depender en gran medida de los resultados, y la relación de fuerzas que se derive de ellos, entre CiU y PP. No será lo mismo que CiU supere la barrera de los 60 diputados, que quede por debajo de ella. Como tampoco lo será que el PP se estanque en sus 14 diputados actuales –como pronostican la mayoría de encuestas–, un traspiés en su intento de proclamar Cataluña como la “primera etapa del cambio” que debe llevar a Rajoy a La Moncloa. La cohabitación CiU-PP sería así una especie de reedición a la inversa del pacto del Majestic –cuando Aznar pactó con Pujol en 1996–, sólo que en unas condiciones muy distintas. Pues si entonces de lo que se trataba era de crear el marco económico para que España pudiera entrar a participar de pleno en el proyecto franco-alemán de la moneda única (del que la oligarquía española y la gran burguesía catalana esperaban sacar sustanciosos beneficios), ahora el asunto es cómo gestionar la aplicación del proyecto dictado por Washington y Berlín de rebajar un 25% los salarios y rentas al 90% de la población. Descartada la opción por la que apuesta la actual cúpula de ERC, matemáticamente posible pero políticamente irrealizable en las actuales condiciones, la de gobierno CiU-ERC, la otra opción posible sería la de un gobierno de gran coalición CiU-PSC –lo que en Cataluña llaman la “sociovergencia”–, una hipótesis pensable pero que sólo tendría viabilidad en caso de extrema necesidad, de máxima tensión política y social, que hiciera imprescindible que las grandes fuerzas parlamentarias se vieran obligadas a trabajar conjuntamente para aplicar el proyecto de rebajar el 25% los salarios. Y cuya extensión al ámbito nacional sería un gobierno de gran coalición entre PSOE y PP con el apoyo de las fuerzas nacionalistas. Algo que en la actualidad, y dada la favorable correlación de fuerzas de que dispone la clase dominante, no parece preciso. Aunque no sea descartable en el futuro. Paso a paso, pero firmemente Y es que, en efecto, la clave de las elecciones en Cataluña, como ya ocurrió en la pasada Huelga General del 29-S, es la correlación de fuerzas adversa, muy adversa, a la que nos enfrentamos el pueblo. El proyecto del imperialismo y el sector dominante de la oligarquía parecen tenerlo todo a favor. Lo controlan casi todo. Tienen toda la maquinaria del Estado a su servicio, el control sobre el 90% de las fuerzas políticas, poderosos medios de comunicación para confundir y extraviar a la gente. Nosotros, por nuestra parte, sólo disponemos de un factor favorable, pero tremendamente poderoso si sabemos utilizarlo. En tanto que su proyecto ataca intereses fundamentales del 90% de la población, y a medida que la agresividad de sus ataques crece, se crean también mejores condiciones para que del seno del pueblo hagamos surgir la fuerza política organizada capaz de empezar a cambiar, paso a paso pero firmemente, esta correlación de fuerzas adversa. El 29-S, pese a tener todas la condiciones en contra, las fuerzas populares obtuvimos una rotunda victoria. Las elecciones catalanas deben ser un segundo paso en la tarea de acumular nuevas, mayores y mejores fuerzas en torno a una alternativa de redistribución de la riqueza que permita salir de la crisis en beneficio de la mayoría de la población, como el programa que presentan y defienden en Cataluña nuestras candidaturas De verdad contra la Crisis-Unificación Comunista de España. Porque como ha escrito recientemente la escritora Almudena Grandes, hay mucha gente en la izquierda –mucha más de lo que parece– esperando que surja y se haga políticamente visible una alternativa de este tipo para apoyarla y unirse a ella.

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