Cuando la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, afirmó la pasada semana durante una conferencia que «promover la libertad en Internet forma parte de la estrategia diplomática de Estados Unidos en el siglo XXI», las disputas entre Google y el gobierno chino, que ya entonces habían adoptado la forma de un conflicto político, se elevaron de tono para adquirir la categoría de lucha entre Estados en el equilibrio global de fuerzas políticas.
El desarrollo del conflicto es bien conocido y ha ocuado primeras planas y editoriales de los mayores medios de comunicación internacionales. El martes 12 de enero, Google anunciaba que no estaba dispuesta a seguir censurando los contenidos de sus búsquedas en China y que estaba sopesando incluso la posibilidad de suspender su portal google.cn y cerrar las oficinas en el país asiático. Google añadió, además, que había detectado un sofisticado ataque procedente de China contra su infraestructura corporativa a mediados de diciembre. Afirmando que uno de los principales objetivos de los atacantes era acceder a las cuentas de correo electrónico en Gmail –el servicio de correo de Google– de activistas chinos de derechos humanos, dando a entender con ello la posible implicación del gobierno chino en el ataque. Inmediatamente, los medios de comunicación estadounidenses se lanzaban diligentemente a especular con este “incidente”, al tiempo que importantes dirigentes políticos acusaban a China de restringir la libertad en Internet, censurando sus contenidos, y propalaban el rumor de que el gobierno chino había participado, dirigido o inducido los ataques de los hackers. El colofón a esta ofensiva la ponía Hillary Clinton al declarar, en la mencionada conferencia sobre “libertad en Internet”, que espera del Gobierno chino “explicaciones”. Criticando al mismo tiempo a toda una serie de países, entre ellos China, por lo que calificó como un “endurecimiento de la censura en Internet”. Y anunciando que EEUU puede y debe aprovechar las nuevas tecnologías para, junto a “círculos industriales, académicos y no gubernamentales”, impulsar sus “objetivos diplomáticos”. Para lo cual su departamento ha convocado para las próximas semanas a las grandes compañías de EEUU “para discutir sobre el problema de la libertad en Internet”. Las palabras de Clinton han puesto de esta manera de manifiesto cómo las grandes compañías cibernéticas al estilo de Google son, más que simples negocios comerciales, verdaderos eslabones cruciales para la seguridad nacional y la prosperidad económica de EEUU. Y cómo en la nueva estrategia de Obama ocupan un papel cada vez más importante en el terreno de la seguridad, en el juego de poder internacional y la diplomacia. Libertad… de mantener su hegemonía La respuesta del Partido Comunista chino a esta ofensiva norteamericana no se ha hecho esperar. Sólo una semana después del anuncio de Google, el Diario del Pueblo de Pekín publicaba un importante artículo donde ponía de manifiesto las implicaciones estratégicas que, en el plano de la lucha por la distribución del poder mundial, ha alcanzado el dominio de las nuevas tecnologías. “Cuando la tecnología de Internet se convierte en un instrumento político, la fuerza de la alta tecnología se transforma en poder inteligente” afirmaba en su primer párrafo. Para continuar diciendo que “la administración estadounidense está utilizando la tecnología innovadora para inclinar a su favor el equilibrio global de fuerzas políticas, promover valores occidentales y reforzar la dominación occidental en estas nuevas fronteras. En la era en que la ciber-tecnología supera las fronteras físicas de un país, el pensamiento estratégico se extiende para salvaguardar las fronteras electrónicas también. Alabados por el Secretario de Defensa des EE.UU. Robert Gates como ‘enormes activos estratégicos’, los medios informáticos y la ciber-tecnología han sido eficaces y cruciales en la aplicación de la doctrina del poder inteligente. Incluso se ha designado a un ‘ciber-comandante’ para la defensa de la Red y la seguridad en línea, luego que Barack Obama asumiera la presidencia hace un año”. Al incorporar Internet y las nuevas cíber-tecnologías como parte de su “estrategia diplomática”, EEUU busca un doble objetivo. Por un lado, intenta multiplicar su capacidad de intervenir políticamente en otros países, aprovechando la capacidad de las nuevas ciber-tecnologías de “superar las fronteras físicas de un país”. Y hacerlo especialmente en aquellos Estados dotados de una alta independencia política y, por ello, herméticos a su penetración a través de los clásicos mecanismos políticos y de seguridad internos de los que Washington dispone abundantemente en los países situados bajo su órbita de dependencia. Por el otro, pretende tomar una mayor ventaja en este campo, blindando, ampliando y reforzando la hegemonía exclusiva de la que ya disfruta hoy en Internet. El control norteamericano sobre Internet Desde su nacimiento, Internet ha estado férreamente controlado por Estados Unidos. De los 13 servidores raíz de Internet que existen a nivel mundial, el único servidor raíz principal está localizado en California. Y de los otros 12 servidores raíz complementarios de éste, 9 se encuentran en Estados Unidos. 4 en California, 3 en Maryland, 1 en Virginia y otro en Ohio. Quedando sólo tres localizados fuera de EEUU, en Inglaterra, Suecia y Japón. Los servidores raíz son los encargados de proporcionar, ante cualquier consulta sobre cualquier dominio, el nombre y la dirección del servidor autorizado de la zona de más alto nivel para el dominio buscado. De manera que ese servidor proporcionado, servirá a su vez una lista de los servidores de segundo nivel, y así hasta obtener una respuesta razonable. Cada vez que un internauta, en cualquier lugar del planeta, introduce una dirección de una página en su programa de navegación, realiza una búsqueda o envía un mensaje de correo, está empleando un servidor DNS (que le proporciona su proveedor de acceso) encargado de traducir las palabras introducidas a sus números correspondientes. Todos los servidores DNS de la red dependen de los 13 servidores raíz. Los servidores raíz funcionan como una especie de directorio maestro de los recursos de Internet. De ellos dependen (en forma de árbol) todos los millones de dominios existentes actualmente en Internet, bien sean los dominios de primer nivel correspondientes a los globales (.com, .org, .net, .biz, etc), bien los particulares de cada país o región (.ar, .es, .cn, etc.) Son, por expresarlo gráficamente, los nodos centrales en los que converge –de forma jerárquica aunque no piramidal, sino de red articulada donde unos nodos locales van confluyendo en nodos superiores hasta llegar al servidor raíz– literalmente toda la red global. Todos los servidores raíz están en manos de 9 organismos y corporaciones diferentes, principalmente universidades y empresas privadas de EEUU u organismos relacionados con el Pentágono. Y los 13 están bajo la administración unificada de la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN), entidad autorizada por el gobierno norteamericano –y en la que el Departamento de Comercio posee derecho de veto– para el registro central y la asignación de los nombres de dominio, los sistemas de nombres de dominio, las direcciones IP de todo el mundo y de los distintos protocolos de Internet (números de protocolo y empresa, opciones y códigos). Una vez asignados los dominios globales o particulares, los servidores raíz primarios son los únicos con derecho para hacer modificaciones en estos dominios y de poseer su copia maestra. Lo mío es mío… Hace años que distintos países del mundo, entre ellos Brasil, India, China, Francia, Pakistán, los países iberoamericanos o la propia Comisión Europea, y organizaciones internacionales como la ONU han demandado compartir con Estados Unidos la administración y los derechos de los servidores raíz, pero sus peticiones han sido sistemáticamente rechazadas por EEUU. ¿De qué libertad en Internet habla pues Hillary Cinton? En noviembre de 2005, en la Conferencia Internacional sobre Internet celebrada en Túnez, se enfrentaron básicamente tres posiciones. La de EEUU, de dejar todo en sus manos bajo el control del ICANN; la de China, Brasil e India, que propusieron “rescatar la gestión y darla a un organismo internacional no sometido al derecho estadounidense y con presencia ejecutiva del resto de gobiernos”; y la de la UE, que “defendía mantener la estructura técnica del ICANN, pero creando un espacio de intervención para el resto de gobiernos”. En nombre de “mantener la estabilidad”, asegurar un alto nivel de innovación técnica, y hasta de defender la libertad de expresión, EEUU impuso la continuación de su control efectivo sobre Internet, blandiendo la amenaza de dividir en dos la red, en caso de que algún grupo de países osara cuestionar prácticamente su hegemonía creando nuevos servidores raíz. Poseer los derechos de jurisdicción sobre los servidores raíz significa tener el control sobre los derechos de subsistencia y visita de los distintos países en Internet. Que una sola mano, la mano de Washington, tenga el control de los servidores raíz significa que sólo él tiene el “interruptor” con la capacidad de “apagar las rutas de los paquetes” en el caso de una hipotética disputa con países rivales o incluso con socios y aliados. EEUU habla de “libertad en Internet”, pero no está dispuesto a renunciar al control y el dominio exclusivo de estos recursos estratégicos. Y todo ello, por supuesto, por no hablar de la capacidad de control, de ciber-espionaje, que este dominio proporciona a EEUU para conocer, interceptar y descifrar la información que transcurre por todos aquellos dominios que por una u otra razón son de su interés político o económico. EEUU habla de la ‘libertad de expresión’ en Internet y denuncia la censura que practican algunos gobiernos, pero en su naturaleza de superpotencia hegemonista está el intentar controlar la política de otros países por cualquier medio para mantener su supremacía. El dominio exclusivo sobre Internet mediante el control de los servidores raíz se suma a las históricas redes de otro tipo que, como la red Echelon, conforman en su conjunto un sofisticado sistema de escucha y espionaje sobre toda la red de comunicaciones globales, sea cual sea el medio físico que utilicen: radio, fax, teléfono, móviles, cables submarinos, internet,… Sistema global de escucha y espionaje que, como el mismo Parlamento europeo ha denunciado en numerosas ocasiones, no sólo sirve a los intereses políticos y militares de EEUU, sino cuya información en muchas ocasiones es puesta al servicio de las grandes corporaciones norteamericanas para tomar ventaja en sus disputas económicas y comerciales con corporaciones rivales de otros países. En esto consiste la libertad en tiempos del hegemonismo.