Si alguna cosa diferenciaba al PP del PSOE es que en el ámbito conservador «las filas estaban prietas». Parecía imposible que entre los populares se reprodujeran las aireadas divisiones que sufrían los socialistas. Pero esto ha empezado a cambiar. Hoy la derecha española empieza a ser también una barca agitada por fracturas y enfrentamientos. ¿Por qué? Al aceptar el programa de intervención y saqueo dictado por el FMI y la UE, Rajoy no solo ha traicionado su programa electoral, también ha ahuyentado a buena parte de los votantes del PP, amenazado la continuidad de gobiernos autonómicos y ayuntamientosy atacando los intereses de sectores oligárquicos que le habían apoyado. Cuanto más sigue Rajoy las órdenes de Washington y Berlín, más cae el PP en las encuestas, y más divisiones se abren en sus filas.
Se abre el melón de la derecha
El PP ha pasado en muy poco tiempo de ser una “balsa de aceite” a convertirse en una “jaula de grillos”. Si uno de sus principales logros era haber unificado a todo el espectro conservador bajo un mismo mando, nunca discutido, el consenso acaba de saltar por los aires. «Detrás de las divisiones en el seno del PP debe estar necesariamente la posición de importantes sectores oligárquicos»
Un sector se escinde para formar VOX, e históricos cuadros abandonan el partido, como Vidal-Quadras, o renuncian a sus cargos, como Mayor Oreja. Y como colofón, Aznar se niega a acudir a la convención nacional del PP.
Gran parte de los medios y comentaristas difunden que todo se reduce a la rebelión de los sectores más derechistas. Pero esa no es ya una media verdad, sino sobre todo una mentira completa.
La realidad es que la degradación de España, impuesta por Washington o Berlín, y aceptada por Rajoy, está debilitando la mayoría absoluta del PP, e incluso la unidad interna en el seno del principal partido de gobierno.
El precio a pagar por ser un “buen vasallo”, presto a aplicar los recortes ordenados por el FMI y Bruselas, puede ser demasiado caro.
Hasta hace muy poco tiempo, las convulsiones internas en los partidos eran patrimonio del PSOE o IU. Parecía que en el PP había un “dictado y mando” que eliminaba la disidencia interna.
Esos tiempos han pasado a la historia. Desde que Rajoy ganó las elecciones, la victoria se convirtió en martirio.
Washington y Berlín impusieron su proyecto de degradación y saqueo sobre España, que Rajoy y el PP han acabado aceptando punto por punto.
Y entonces, las costuras que parecían sólidamente remendadas han empezado a crujir.
Por primera vez desde su fundación, el PP ha sufrido una escisión. Ha llegado desde Euskadi, encabezada por Ortega Lara, emblema de la lucha contra el terror tras sufrir un macabro secuestro a manos de ETA. Acompañado de una parte de los cuadros del PP vasco más activos, como Santiago Abascal.
En Cataluña le ha salido el segundo frente interno a Rajoy, cristalizado en la salida del PP de Alejo Vidal-Quadras, expresidente del PP catalán que acusa a Rajoy de tibieza ante el desafío soberanista de Mas.
Además, Jaime Mayor Oreja, histórico dirigente, muy vinculado al aznarismo, se niega a repetir como cabeza de lista en las europeas. Y Aznar escenifica un sonoro desplante al declinar intervenir en la Convención Nacional del PP, alegando “problemas de agenda”.
Por si fuera poco, Pedro J. Ramírez es destituido de la dirección de “El Mundo”, que se había constituido en altavoz mediático, desde la propia derecha, contra el gobierno de Rajoy.
Las bases del PP también existen
Pero, aunque con menor atención mediática, es desde las bases del PP, su amplio espectro de votantes, desde donde llegan no ya voces sino gritos discordantes.
La rebelión contra la privatización de la sanidad en Madrid, contra el gobierno del PP de Ignacio González, fue encabezada por la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (AFEM), muchos de cuyos miembros han reconocido ser votantes del PP.
Es la expresión de un movimiento de fondo en buena parte de la base de masas conservadora del PP que está sufriendo, como todos, los recortes ejecutados por Rajoy.
El último baremo electoral publicado por “El Periódico” anuncia que el PP perderá 60 diputados, un descenso que le impedirá gobernar el panorama político español.
Mientras que el barómetro del CIS certifica un descenso de 14,5 puntos en la intención de voto del PP, reduciéndolo al 32,1%.
Cuando el CIS pregunta por qué partido “siente más simpatía o considera más cercano a sus ideas”, el apoyo al PP decrece hasta el 14,2%.
Esta sangría de votos está agitando las aguas internas del PP. Muchos gobiernos autonómicos o ayuntamientos ven peligrar su continuidad, presintiendo que pueden ser “devorados” por la ola de rechazo a los recortes impuestos desde el gobierno de Rajoy.
La última reunión de la cúpula del PP andaluz, donde Cospedal, la secretaria general, no ha sido capaz de imponer la designación del candidato oficial, es un ejemplo de cómo el aumento del descontento dificulta la gobernabilidad del partido y agudiza las luchas internas.
Frente a la simplista agitación de algunos que ven en el nacimiento de VOX “la aparición de un partido a la derecha del PP”, o que solo aciertan a explicar la agitación interna en el PP como “la rebelión de la extrema derecha”, la realidad es que la convulsión interna en el seno del PP obedece al incremento de la intervención imperialista sobre España.
La degradación política de España impuesta por Washington y Berlín exige debilitar al gobierno y a los principales aparatos del Estado y partidos, convirtiéndolos en más moldeables a las nuevas y draconianas exigencias.
Rajoy se ha plegado a ello, y al contentar al FMI o la UE ha soliviantado a los suyos. Su autoridad en el PP, tras disiparse la euforia del triunfo electoral, se ha debilitado. Permitiendo que emerjan diferencias que antes estaban bajo control.
Detrás de las divisiones en el seno del PP debe estar necesariamente la posición de importantes sectores oligárquicos. Sobre todo de aquellos que concentran sus beneficios en España, que disminuyen al mismo ritmo que se degrada al país. Y que han pasado de ser el más firme apoyo del PP a disparar contra el liderazgo de Rajoy.
No estamos, por tanto, ante la deserción de la extrema derecha de la “casa común conservadora” del PP, como difunden algunos medios, sino ante conflictos de clase mucho más importantes.
En realidad, el futuro del PP se asemeja a los delatores de Viriato, que al reclamar el salario al Senado se encontraron con la respuesta de que “Roma no paga a traidores”. Cuanto más fielmente cumple los dictados del FMI y Berlín, esperando una recompensa en forma de continuidad en el gobierno…peor le van las cosas.
doli dice:
Excelente artículo!!