Libertades

Lesbos prefiere vivir en España

La defensa de la libertad de sexo e identidad no corresponde solo a los sectores sociales más afectados, es patrimonio de toda la humanidad. Por eso su avance o retroceso debe preocupar al conjunto de la sociedad. En capitales como Madrid, Sevilla, Bilbao o Barcelona las solicitudes de asilo eran una media de 2 o 3 en el 2003; ahora rondan las 30, según el responsable jurí­dico de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado – CEAR -.

Pese a que las restricciones en materia de asilo son sueriores a las de otros países como Brasil o Canadá, la ley que autoriza los matrimonios homosexuales es una conquista comparativamente avanzada a nivel mundial. No solo por la parte que le corresponde al Gobierno, sino principalmente por el tejido organizativo y las exigencias de la sociedad española. La ley vino a legalizar una realidad que ya existía hace tiempo y es socialmente aceptada; las excepciones son marginales o deben presentarse “suavizadas” pues el rechazo que generan es inmediato. En su momento, la polémica generada en torno a la Ley tuvo más de oportunismo político que de reflejo de una división real en la sociedad española. Por eso, en los últimos tres años, unido al aumento de organización de los colectivos de gays y lesbianas y a los lazos que nos unen, se han incrementado desde Ibero América las solicitudes de asilo. Esto no hace sino manifestar que la conquista de libertades y la organización popular son también “matrimonio por derecho”. Sin embargo no es IberoAmérica donde se da la situación más preocupante. Actualmente existen 70 países en los que la homosexualidad está considerada como delito, y 9 en los que se castiga con la pena de muerte. En EEUU la homosexualidad es ilegal en 22 Estados, y el pasado año cobró protagonismo en los medios de comunicación, gracias a Amnistía Internacional, una denuncia por las graves lesiones causadas por la policía de Chicago a una pareja de lesbianas. Solo Canadá, Sudáfrica, Bélgica y España reconocen la legalidad del matrimonio homosexual. La represión ejercida sobre la identidad o el sexo es un yugo hondamente anclado en todo el mundo, no por puro odio homófobo sino por la capacidad de control que ha proporcionado y proporciona sobre la gente. En España, hay que felicitarse por el avance y exigir más.

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