Lejos de la recuperación

Por desgracia, España es uno de los pocos paí­ses en los que no sólo no se aprecian signos de reactivación, sino que cunde el temor entre empresarios y analistas a que lo peor no haya pasado aún y el deterioro económico y laboral sea aún más intenso en 2010. Los resultados revelan que las medidas de estí­mulo público, que han generado un tremendo agujero en las cuentas públicas, están fracasando.

A estas alturas, da la sensación de que el Gobierno tira la toalla, renuncia a abordar la reformas necesarias y se encomienda a la recueración internacional. La impotencia, la pasividad y la falta de credibilidad del Gobierno ha calado en los ciudadanos. EL PAÍS.- La excepcionalidad de la recesión española hay que buscarla en el retraso en zanjar la crisis bancaria propia y en el tremendo peso del paro. No es lo mismo salir de una recesión con una tasa de paro en el entorno del 10% como máximo que rozar el 20%. En el segundo caso no sólo se disparan los costes de los estabilizadores automáticos sino que el malestar social deprime el consumo y frena las opciones de reactivación. Por eso la capciosa pregunta de Cristóbal Montoro a la vicepresidenta de Economía en el Congreso sobre cuándo se producirá la recuperación tiene una respuesta obvia: cuando empiece a crearse empleo. Es probable que eso no suceda antes de 2011. ESTRELLA DIGITAL.- A lo que ya sabemos sobre el lío en el que está metido el PP hay que añadir, como cada día, algunos elementos más que revelan que, allí donde precisamente están los caladeros territoriales de voto más importantes de la derecha, reina entre los dirigentes el caos. La velocidad con que puede contagiarse a afiliados y votantes es todavía un misterio, pero el peligro de que ocurra es más cierto, si no se remedia, que lo contrario Editorial. Expansión España pierde el tren de la recuperación La economía española ofrece cada vez más elementos negativos diferenciadores del resto de países de nuestro entorno. A las perceptibles muestras de reactivación que en Europa exhiben Alemania y Francia se suman, al otro lado del Atlántico, las favorables perspectivas que empieza a ofrecer Estados Unidos, gracias al impacto de los agresivos estímulos fiscales y monetarios empleados. Después de cuatro trimestres de contracción, la economía norteamericana registró un crecimiento anualizado del 3,5% en el tercer trimestre, con lo que parece estar superando la más intensa recesión en siete décadas. Aunque, como el propio presidente Obama advirtió, el país tiene “un largo camino por recorrer para restaurar plenamente la economía” y enjugar las elevadas cotas de paro, la necesidad que los mercados tienen de recibir buenas noticias hizo que éstos reaccionaran ayer con alzas bursátiles generalizadas. Ajena a esta atmósfera de recuperación, la economía española sigue deslizándose por la pendiente de la recesión: entre julio y septiembre la actividad se contrajo cuatro décimas en términos intertrimestrales, y acusa un descenso interanual del 4,1%. Se trata de una ligera moderación en la caída respecto al trimestre precedente, pero como advierte el propio Banco de España responde a los coyunturales efectos benéficos del plan de obras municipales, demasiado caro para unos resultados tan magros y efímeros. Por desgracia, España es uno de los pocos países en los que no sólo no se aprecian signos de reactivación, sino que cunde el temor entre empresarios y analistas a que lo peor no haya pasado aún y el deterioro económico y laboral sea aún más intenso en 2010. Los resultados revelan que las medidas de estímulo público, que han generado un tremendo agujero en las cuentas públicas, están fracasando. Pese a esta evidencia, el Gobierno persiste en sus políticas, con más gasto público y subidas de impuestos, a contracorriente de las iniciativas que están tomando aquellos países que empiezan a ver la luz al final del túnel. Al contrario de lo que ocurre en estas economías, aquí el sector exterior sigue siendo muy débil –su aportación al PIB ha menguado en el tercer trimestre– e incapaz de compensar el hundimiento del consumo y de la construcción. A estas alturas, da la sensación de que el Gobierno tira la toalla, renuncia a abordar la reformas necesarias y se encomienda a la recuperación internacional. La impotencia, la pasividad y la falta de credibilidad del Gobierno ha calado en los ciudadanos. Como revela la encuesta de Ipsos para EXPANSIÓN, la mayoría de los españoles, y de manera llamativa los votantes socialistas, desconfían en su capacidad para pilotar la salida de la crisis. Si la economía es un estado de ánimo, según la célebre proclama de Zapatero, la desmoralización generalizada constituye un pesado lastre para la economía española, que está perdiendo el tren, si no lo ha hecho ya, de la recuperación internacional. EXPANSIÓN. 30-10-2009 Editorial. El País Lejos de la recuperación Los indicadores económicos conocidos ayer confirman que la economía española no estará entre los primeros países que alcancen la recuperación económica. Según el Banco de España, en el tercer trimestre de 2009 la economía española se contrajo el 0,4% en tasa intertrimestral, lo cual supone una mejora de siete décimas respecto al trimestre anterior. Esa tasa intertrimestral equivale a un descenso del 4,1% en tasa interanual, una décima menos que en el trimestre anterior. El retroceso de la economía española se va atenuando progresivamente, aunque todavía está muy lejos el momento en que se registren tasas intertrimestrales de crecimiento positivas, que sería lo más próximo a la equívoca figura de los brotes verdes. Mientras eso sucede en España, en Estados Unidos aparece la primera buena noticia de los últimos 12 meses; en el tercer trimestre la economía estadounidense creció el 3,5% en tasa anualizada, después de haber caído el 6,4% en el primer trimestre y el 0,7% en el segundo. Pesan todavía, y mucho, las condiciones precarias del mercado inmobiliario, las dificultades crediticias, la evidencia de que el paro seguirá siendo elevado a pesar de la reactivación y la expectativa de una recuperación en falso si se retiran antes de tiempo los estímulos a la economía. Pero para EE UU sí puede decirse con cierto grado de verosimilitud que lo peor de la recesión ha pasado. En el caso de España, los próximos trimestres son menos halagüeños. El consumo está en plena depresión, la inversión no tiene visos de reaccionar y las instituciones financieras, conviene recordarlo, no han normalizado el flujo crediticio. Sobre la economía española pesa además el riesgo de que el BCE decida suspender las facilidades crediticias de urgencia organizadas para mitigar la crisis financiera. La excepcionalidad de la recesión española hay que buscarla en el retraso en zanjar la crisis bancaria propia y en el tremendo peso del paro. No es lo mismo salir de una recesión con una tasa de paro en el entorno del 10% como máximo que rozar el 20%. En el segundo caso no sólo se disparan los costes de los estabilizadores automáticos sino que el malestar social deprime el consumo y frena las opciones de reactivación. Por eso la capciosa pregunta de Cristóbal Montoro a la vicepresidenta de Economía en el Congreso sobre cuándo se producirá la recuperación tiene una respuesta obvia: cuando empiece a crearse empleo. Es probable que eso no suceda antes de 2011. La moderadísima mejora del tercer trimestre se debe en parte a los planes de estímulo económico del Gobierno, que tiene el camino ya trazado si quiere acertar: debe mantener los programas de inversión pública, respetar los compromisos de los costes sociales y arreglárselas para preservar los compromisos financieros públicos en un nivel compatible con una buena calificación de los mercados. El equilibrio es difícil, pero ésa es la tarea que impone una recesión profunda. EL PAÍS. 30-10-2009 Opinión. Estrella Digital Un proyecto para el PP Germán Yanke A lo que ya sabemos sobre el lío en el que está metido el PP hay que añadir, como cada día, algunos elementos más que revelan que, allí donde precisamente están los caladeros territoriales de voto más importantes de la derecha, reina entre los dirigentes el caos. La velocidad con que puede contagiarse a afiliados y votantes es todavía un misterio, pero el peligro de que ocurra es más cierto, si no se remedia, que lo contrario. Los hechos del día son los conocidos. Primero, Ricardo Costa asegura haber cumplido todos los compromisos, pide ser escuchado y asegura seguir sintiéndose secretario general de los populares valencianos. Esto último sería como si afirmase que se siente escandinavo si su destitución no hubiera sido un esperpento y si Francisco Camps no quisiera serlo en esta aventura, y al mismo tiempo, todo y nada: su amigo y su defenestrador directo, el apoyado por todos sin reunirse con nadie, el leal a Rajoy y el que le engaña… Segundo, los presidentes de Murcia y de Castilla y León, olvidando por un momento el asunto valenciano, se quejan de que en Madrid haya una larga batalla entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón porque daña al partido. El presidente murciano pide a Rajoy que ponga orden y el portavoz del Gobierno de Castilla y León añade que, si no se pone remedio, el PP no contará con ellos para las elecciones del 2011. Este escenario era el peor para que el Comité de Garantías del PP (o sus representantes más importantes) decidieran, por la manifestación de Costa de sus quejas y ensoñaciones, suspenderle de militancia justo después de que se abrazara con Camps y un poco más tarde de que los partidarios de Aguirre clamaran pidiendo una decisión ejemplar sobre -o contra- el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, mientras movilizan a los cargos públicos del partido en apoyo de la presidenta -o en contra del alcalde de la capital-. Cuanto más enrevesada es la trama de esta tragicomedia, cuantos más personajes se cuelan en el escenario cada uno con su aportación al guión, más ridícula se vuelve la obra. Más ridícula la obra y más imposible un desenlace razonable. A Rajoy se le reclama, con razón, que tome las decisiones oportunas para salir de este atolladero que, además de dar una imagen impresentable del partido, le impide llevar a cabo, incluso en dosis homeopáticas, la labor de oposición que le corresponde y que muchos electores reclaman. Debe hacerlo, sin duda, aunque la tarea, si no siempre, al menos a estas alturas, no debe ser tanto poner los huevos encima de la mesa ("hacer una ponencia", dicen algunos dirigentes populares de modo pretendidamente más fino), sino establecer con la contundencia necesaria y con la tolerancia cero exigida con algunos comportamientos las coordenadas para que la tragicomedia termine y comience una cosa distinta. Todo lo ocurrido hasta ahora no va por ese camino. Aznar, por su parte, reclama un partido, no varios, un proyecto, no varios y, si es posible, un líder, no varios. Como esquema no está mal aunque, a veces, donde hay mucho liderazgo (como en Francia y Alemania) no hay un único partido y donde sólo hay uno puede faltar el liderazgo. ¿Cómo se establece éste? En el PP hay un método, que son los congresos, y eligieron a Rajoy. Para que no haya más no hay sino referirse al último, el de Valencia, y si alguien quiere sustituirle debería decirlo, no poner palos en las ruedas todos los días. Quizá el problema de Rajoy, para reafirmarse y salir de la crisis por elevación, es que no atina, en medio del pandemónium, a reformular un proyecto político y de partido -que no es sólo un ideario, sino también una organización y una estrategia- al que los demás deberían sumarse. Seguramente es eso lo exigible, más que pedirle que calle a unos, se calle él ante otros o se pase el día dando puñetazos en las mesas. En lo que puede hacer caso a Aznar es en su propuesta de intolerancia con la corrupción y en las consecuencias prácticas de una actitud así. No es poco curioso reparar en que, si Rajoy se hubiera desquitado, incluso con gesto adusto y una cierta incomodidad, de todos aquellos y de todo aquello mezclado con la corrupción, las corruptelas y las prácticas desaconsejadas no estaría ahora en el lío en el que está. ESTRELLA DIGITAL. 30-10-2009

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