Aunque los expertos en materia electoral advierten de que España no es Grecia, inmediatamente después matizan que, pese a todo, Rajoy, Sánchez, Garzón, Rosa Díez o Albert Rivera tendrán que tener muy en cuenta lo que allí suceda. La primera lección de la campaña electoral de Grecia es la falta de empatía del primer ministro griego con los votantes.
Es ahí donde se ha producido el primer grave error de la campaña de Antonis Samaras. Incapaz de transmitir a la ciudadanía la imagen de cambio que necesita Grecia, como demuestra el rechazo explícito que confiesan las encuestas a los dos grandes partidos que han gobernado en los últimos años el país, Nueva Democracia y los socialistas del Pasok, ha optado por estimular los sentimientos nacionalistas con una campaña contra los inmigrantes.
La estrategia, según las últimas encuestas, está resultando fatal. Según el sondeo de Public Views, un 38 % de los encuestados tiene intención de votar al partido de Alexis Sipras, frente al 30 % que lo haría al del todavía primer ministro griego. El otro sondeo publicado también el pasado lunes por ProRata reduce la ventaja del partido contra las medidas de austeridad a 5 puntos porcentuales, pero seguiría ganando las elecciones con el 31 % frente al 25,5 % que otorgan a Nueva Democracia.
Con estos resultados y las estimaciones de voto de los dos principales partidos colaboradores del Gobierno de Samaras, los socialdemócratas del Pasok y los centristas de To Potami, Nueva Democracia no estaría en condiciones de poder pasar la mayoría necesaria en el Parlamento.
La visita del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a Grecia en apoyo de Antonis Samaras parece un intento de recordarle a su colega que es la economía, la creación de empleo y los derechos sociales perdidos, lo que sigue importando más en esta ocasión. Todavía queda una semana de campaña, pero parece muy difícil darle la vuelta a las expectativas de victoria de Alexis Tsipras.
Un banquero griego afincado en la city londinense transmitía al Gobierno español en un reciente viaje a Madrid la certeza del mundo financiero de la victoria del partido de Syriza. Interpreta que si tras la victoria llegan a un acuerdo civilizado con las instituciones internacionales para renegociar la deuda, Podemos vería confirmarse claramente sus expectativas en las elecciones generales en España.
Por el contrario si la opción de Tsipras fuera la de tomar una decisión unilateral de no pagar la deuda sin negociar con las instituciones internacionales, el Partido Popular tendría hecha la campaña.
El equipo elegido en el PP para dirigir la campaña de las autonómicas y locales ha provocado más de una sorpresa en las propias filas populares. En las dos elecciones que ha dirigido Carlos Floriano los resultados no han sido muy brillantes. En la primera ocasión perdió las elecciones en Extremadura pese a que Rodríguez Ibarra estaba ya en retirada.
Los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo tampoco pueden exhibirse como un éxito. La designación de Pablo Casado como portavoz de la campaña, además de suponer como mínimo una desautorización de Floriano, corre un riesgo.
Todo el mundo confía en el brillante futuro que le espera a Casado, pero es un riesgo elevado apostar por una persona sin contrastar en la que se considera la elección más difícil que afronta el Partido Popular desde su creación.
Nunca el riesgo del fin del bipartidismo parecía tan próximo. El PP ha asumido un altísimo riesgo. Un fracaso podría no tener remedio de cara a las Generales. El PSOE también tiene mucho que aprender de lo que está pasando en Grecia. Aunque con un Pasok disminuidó y con el hijo de Papandreu liderando un nuevo partido, Pedro Sánchez tenga dificil acudir a Atenas a apoyar a nadie. A los griegos, a los españoles y a los europeos nos va mucho en ello.