Lavapiés castizo, Lavapiés mestizo, Lavapiés furioso

La muerte de Mame Mbaye ha sido la gota que ha colmado un vaso rebosante de indignación contra las frecuentes persecuciones policiales que sufre los trabajadores migrantes de Lavapiés.

La muerte de un conocido vecino del madrileño barrio de Lavapiés, el trabajador de origen senegalés Mame Mbaye, ha desatado una potente ola de protestas en sus calles. Tras el fallecimiento de Mbaye, que se desplomó por un infarto tras una persecución policial iniciada en la Puerta del Sol contra la venta ambulante, se iniciaron una serie de enfrentamientos con la policía municipal que degeneraron en disturbios nocturnos, al parecer provocados por personas ajenas al barrio.

Cualquiera que haya vivido en Lavapiés sabe que es un barrio tan castizo y chulapo como mestizo y multicultural, donde felizmente el racismo y la xenofobia -al menos entre los vecinos- prácticamente brillan por su ausencia. Nada que ver con un guetto o con un ‘banlieu’ parisino: aquí los «gatos» de toda la vida, junto a los vecinos procedentes de todos los rincones del planeta -de mil colores, creencias, costumbres y culturas- conviven desde hace muchos años, sin mayores -ni menores- problemas que la precariedad, el paro o la carestía de la vida.

Y sin embargo, este vibrante barrio de Madrid vive momentos de gran tensión, tras los disturbios nocturnos ocurridos tras la muerte de Mame Mbaye, vecino senegalés de estas calles, mantero y activista contra las frecuentes persecuciones policiales que sufre la población migrante de Lavapiés. Se trata de una olla de opresión que ha reventado.

Mame Mbaye, de 34 años, vivía en España desde hace una década y media. Como tantos, llegó de Senegal para buscar un futuro mejor para él y su familia. Había intentado varias veces -sin éxito- regularizar su situación y obtener un permiso de residencia. Era una persona muy querida y apreciada en el barrio, y formaba parte del Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid. «Ante todo, era un amigo de verdad con el que compartíamos y con el que convivíamos. Era uno de los nuestros», sostiene Malick Gueye, portavoz del Sindicato.

Por eso, su muerte en mitad de la calle del Oso ha sido la gota que ha colmado un vaso rebosante de indignación. No es la primera vez -ni probablemente, será la última- que una movilización de los vecinos echa a las fuerzas policiales de sus calles cuando están haciendo una redada antiimmigración.

Al parecer -según la versión oficial avalada por el Ayuntamiento de Madrid- ya nadie perseguía a Mame Mbaye cuando sufrió el infarto de miocardio y se desmayó en la calle del Oso. Pero el esfuerzo físico -y la tensión- que hicieron fallar el corazón del senegalés sí que fue consecuencia, una hora antes, de un altercado policial contra manteros -seguido de una estampida y varias carreras- en la Puerta del Sol, que finalizó en la Plaza Mayor. En esa persecución estaba Mame Mbaye, según varios testimonios.

Cuando la policía llegó ante el cuerpo inerme de Mbaye -para intentar reanimarlo- sus amigos y vecinos tomaron la escena por lo que es tristemente habitual en Lavapiés: una redada donde los agentes usan una desmesurada fuerza física -cuando no una humillante brutalidad- para reducir a los inmigrantes. Ahí comenzaron a lanzar botellas y otros objetos a la patrulla.

Estos primeros episodios, fruto de la indignación contenida, del dolor por la muerte de un vecino, compatriota y amigo, y de la confusión del primer momento, degeneraron en una noche de intensos disturbios -con contenedores y sucursales bancarias ardiendo, lunas de coche y de comercio destrozadas, y escenas de guerrilla urbana- en los que nada han tenido que ver los propios habitantes del barrio.

La propia Policía -que ha detenido a seis personas, todas de nacionalidad española- ha desvinculado al colectivo de inmigrantes, senegaleses o manteros de los hechos de violencia extremos, y apunta a individuos radicales, expertos en violencia callejera, como responsables de estos incidentes. «Se han metido en la concentración de ayer grupos ultras. Los senegaleses no han roto los bancos, ni han quemado las calles ni han hecho daño a nadie», ha manifestado en la misma línea Cheikh Ndiaye a eldiario.es.

Pero las marchas de protesta e indignación distan mucho de haber remitido. Se han vivido momentos de gran tensión con los antidisturbios, sobre todo tras la visita del cónsul de Senegal, que ha sido recibido con insultos y furia por varios de sus compatriotas.

Varias manifestaciones en Lavapiés -con asistencia multitudinaria de vecinos del barrio y de toda Madrid- han clamado justicia en memoria de Mame, denunciando el acoso y las persecuciones que sufren cotidianamente los manteros y los migrantes, así como «unas leyes que matan y un racismo institucional y social» que les condena «al maltrato diario» y les «excluye del mercado laboral». «Queremos libertad, queremos lo que todos vosotros queréis», decía el portavoz megáfono en mano.

Lavapiés, ejemplo de convivencia y multiculturalidad, hoy está de luto. Y furioso.

37 comentarios sobre “Lavapiés castizo, Lavapiés mestizo, Lavapiés furioso”

  • Todo un ejemplo de cómo funciona «policia–>min.interior–>responsables políticos min.int –> «media» del régimen(en éste caso el PP)» https://losvigilantes.nodo50.org/infospanish.htm .Me hace grácia,porque estabamos celebrando unas escuelas de historia en UCE,sobre los «drogados años 20»,ponemos la 2(en la época Zapatero) y sale «los años 20»..¿casualidad? me extraña.Servidor tenía un blog (vigilado por la policia) sobre «las 4 grandes dependencias» y me sale el Piqueras de Telecinco al dia siguiente hablando de «las 4 grandes dependencias» y así 1000 historias

  • Un gran artículo sobre los orígenes de la policía (que Gustavo Bueno dice que «el Estado es anterior a las clases,claaaaro hombre) –> https://rebelion.org/noticia.php?id=145647 .»La policía tal y como hoy se concibe, es decir, como fuerza armada civil encargada del mantenimiento del orden público y de la investigación criminal es un invento reciente, del siglo XIX, cuando la expansión desmedida de las ciudades y el auge del movimiento obrero como respuesta a la explotación capitalista hicieron necesario —para los poderosos— el desarrollo de métodos de control social más eficaces.

    En tiempos anteriores a la Revolución Industrial el «orden» social lo mantenía el ejército, en particular unidades de tipo pretoriano (guardia real, mosqueteros, guardia suiza, etc.), bien armadas y encuadradas, que a menudo constituían la única fuerza militar permanente y que, aunque resulte paradójico, rara vez o nunca participaban en una guerra: su función era proteger al poder, cosa que a menudo reflejaban sus propias denominaciones (guardia pretoriana, guardia del rey…). Aparte de esto, en las zonas rurales podía haber desplegadas milicias más o menos organizadas que, con el pretexto de combatir el bandidismo, aseguraban la sumisión de las poblaciones campesinas a la autoridad central. Y eso era todo. No hacía falta investigación criminal porque, después de todo, tampoco había un servicio de administración de justicia propiamente dicho ni, en realidad, una verdadera administración pública: el Estado se limitaba a cobrar impuestos a campesinos y artesanos para mantener el nivel de vida de la aristocracia ociosa.

    El triunfo de la burguesía, con sus concepciones de sociedad civil, derechos humanos, administración pública, pero también de capitalismo, industrialización e imperialismo, trajo consigo la aparición de la policía tal y como la entendemos hoy. Y con ella vino también la idea, muy asumida en el inconsciente colectivo, de que la sociedad no se puede mantener sin la presencia de una fuerza coercitiva que asegure una mínima convivencia. Este concepto del monopolio violento del Estado, que se refleja incluso en las relaciones familiares, ¿tiene alguna base real?»……….»En España, por añadidura, el alto mando policial acoge a un gran número de antiguos grises, agentes de la policía franquista que, con el paso de los años, han ido promocionando y se han encargado de entrenar en los más sólidos principios de la represión fascista a las nuevas generaciones de agentes. Dado que, además, la propia naturaleza del cuerpo atrae a personas de carácter muy especial (gusto por la uniformidad, por la obediencia al escalafón, por las armas) no debe resultar extraña la agresividad que los agentes antidisturbios despliegan en su tarea represiva. Por supuesto, la policía no es sólo su unidad antidisturbios, pero ésta es su misión más importante en la muy desordenada sociedad actual y, por otra parte, todos y cada uno de los agentes son antidisturbios en potencia, según necesidades. «

  • Española o extranjera,una misma clase obrera.Mi solidaridad con todos los inmigrantes revolucionarios de Lavapiés.Y es que la policía nacional de Embajadores y la secreta llevan muchos años «buscándoles las cosquillas» a los inmigrantes de ese barrio,no me extraña nada que haya estallado la indignación….a mi siempre me ha recordado a la «kashba»,de la revolución argelina,de la que te habla Pontecorvo en «la batalla de Argel»,la base «roja» de UCE,que tiene su sede de Madrid en ese barrrio…y anda que no hay simpatías de los inmigrantes hacia UCE en ese baririo(y difundia multitud de prensa y afiliados africanos).Nada,lo vuelvo a repetir,»española o extranjera,una misma clase obrera»,a la m..la policía provocadora.Como dice un amigo vasco «polcía provoka,patá en la boka»(la versión original es «kale borroka ,patada en la boca»,jajajajajajajajaja)

  • Dios tenga en Gloria a ese hombre. Mientras la fuerza social llega a cambiar la cuestión de base (que puede tardar siglos), por supuesto los manteros deben dejar de ser manteros para disponer de unos espacios ordenados y regulados donde vender. La libertad mercantil no existe en esta sociedad, donde la libertad de las fracciones imbricadas con el Estado es, dialécticamente, opresión no sólo hacia el proletariado, sino también hacia las fracciones mercantiles excluidas respecto de la trama estatal. Creo que ahí reside la cuestión a cambiar, y no en un supuesto racismo, ya que la policía se atiene a una Ley de clase. A las personas murcianas que vendían de casa en casa ajos y una variedad de productos de recuerdo y de presente, como abanicos y muñecas, también la policía les robaba sus mercancías, alienándoles de su propiedad privada, y les golpeaban si se oponían a ser robados por el Estado.

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