SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

«Las pensiones no bajarán nunca más»

Es el eslogan que ha puesto en marcha el Gobierno, a través de la ministra de Trabajo, como parte de la campaña de propaganda para aminorar los daños electorales de la política practicada, cuyos frutos beneficiosos son una entelequia para la mayoría de la población. La levedad intelectual y la hipérbole rayana en la falsedad de la promesa son una prueba más del poco aprecio que se siente por la gente y de la escasa capacidad para dar la vuelta al tren del destino a la pobreza en el que viaja un país mal gobernado y administrado, preso de unas elites castizas que lo han mantenido en la indigencia educativa y civil y que, no contentas con eso, pretenden succionar las rentas de los débiles para continuar a lomos de un sistema imposible. La campaña publicitaria del nunca más se convierte en una caricatura de la definición de los Principios del Movimiento, permanentes e inalterables, aunque algo de verdad había en aquella expresión de la Ley fundamental franquista, sobre todo en lo relativo al mantenimiento de la dictadura de lo políticamente correcto, que impide cualquier atisbo de cambio en España. Pero el descreimiento es tan hondo y las necesidades, tan acuciantes que el cántaro de la impostura, de tanto ir a la fuente, se romperá. Deseo que lo sea en beneficio de los españoles.

Los pensionistas cubren las carencias asistenciales del Estado

Los millones de pensionistas españoles, muchos de los cuales están supliendo al Estado en el esfuerzo por mantener a las familias dañadas por la quiebra económica, no sólo no ven reconocida su labor, que les ha convertido en la primera ONG del país, sino que sienten cada vez más cerca la llamarada destructiva que se irradia desde el poder. Con las excusas más variadas, la demografía o los fallos del sistema público de pensiones, se opta por lo fácil, que es la congelación pura y dura, por más que se encubra con sofisticaciones argumentales sobre el IPC y la recuperación económica, sin tomarse la molestia de analizar la estructura del gasto público y valorar la aportación fiscal de los jubilados y su importancia en el sostenimiento de la labor asistencial que, de otra manera, correspondería a los poderes públicos. En la medida en que no se hace así, se están fortaleciendo los cimientos de la pobreza sin obtener a cambio más que un porcentaje poco significativo del volumen de intereses de la deuda. Un ejemplo añadido a la política del día a día que impera en todos los órdenes de la vida española: pan para hoy y hambre para mañana.

Aunque sorprenda y disguste, no era posible esperar otra cosa desde que en mayo de 2010 se inició en España un estado de excepción financiera, cuyo único objetivo, no se olvide, es garantizar el pago de las ingentes deudas contraídas por nuestro país durante los años de la expansión crediticia. La deuda pública y privada equivale a dos veces y media nuestro PIB, y creciendo: hagan cuentas. Endeudamiento mal utilizado, que tiene responsables públicos y privados, y que no podrá ser atendido por un tejido productivo desarbolado y una sociedad pauperizada, pero esa no parece ser la preocupación de los que están afanados en cuadrar contablemente, aunque sea a capón, este ejercicio y el próximo, como mucho. Lo que venga después, no está en la agenda, como se dice ahora. Pero sí sabemos lo que viene después: ahí tenemos los ejemplos de Grecia y Portugal, que nos precedieron en la sinrazón de los rescates y sus políticas depredadoras. Curiosamente, en las vísperas de un ciclo nuevo de las instituciones europeas, se levantan voces abjurando de dichas políticas y poniendo de manifiesto su fracaso, del que parece que no hay responsables. Una vez más, la derrota es huérfana y los damnificados son abundantes y débiles.

El abandono del discurso liberal y socialdemócrata

Desde la perspectiva española, resulta difícil de entender por qué no se ha puesto énfasis en comprobar los efectos de los recortes en otros países, para evitar caer aquí en su postración actual. Me refiero a análisis provenientes de los sectores liberales o socialdemócratas, ya que entre los economistas y politólogos de inspiración marxista sí se han producido. En realidad, estamos asistiendo a un fenómeno de dejación, que provoca la deserción electoral de las opciones de centro y de centroizquierda en el conjunto de los países afectados por esas políticas que parecen no tener padres. Además de Grecia y Portugal, Italia y Francia vuelven la vista a opciones distintas a las de lo políticamente correcto y es previsible que el asunto adquiera fuerza en la medida en la que las sociedades se vayan sintiendo más desasistidas. Los actuales dirigentes españoles, del poder y de las oposiciones, están trabajando con ahínco para que florezcan corrientes de ruptura con este sistema. De momento, aquí hemos sido originales y la ruptura se concentra alrededor de los que abogan por la independencia territorial, basándose en los estragos causados en sus regiones por la crisis.

Creo que éste “nunca mais” de la bajada de las pensiones es una propaganda apresurada, cuya pretensión es salir al paso de la desafección electoral con argumentos muy pobres y cuyo verdadero objetivo es obtener reducciones del gasto público, donde resulta fácil obtenerlas, sin considerar los efectos perniciosos en el medio y largo plazo sobre la sociedad española. Ello supone que el índice de asuntos a tratar en el proyecto de reconstrucción nacional sigue creciendo en la medida en la que los que están al cargo ignoran que ese debería ser el objetivo fundamental para salir del marasmo.

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