Homenaje a Juan Goytisolo

Las otras Barcelonas

Goytisolo representa la Barcelona insumisa y libérrima, con múltiples caras, que ni el franquismo ni las actuales cabezas del independentismo conseguirán silenciar.

El homenaje a Juan Goytisolo, quizá el mejor escritor catalán de las últimas décadas, no se celebró en Barcelona. Tampoco contó con el apoyo de ninguna de las instituciones de la Generalitat.

Se celebró en Marrakesh, y participó en él el Instituto Cervantes.

Goytisolo y Cervantes, dos grandes heterodoxos, cada uno a su manera, se hubieran encontrado en la playa de Barcino.

El franquismo no soportaba a Goytisolo, lo condenó al exilio y lo consideró un “antiespañol”.

Los actuales inquilinos de la Generalitat desprecian a Goytisolo, abjuran de él, silencian su obra e incluso le niegan la condición de escritor catalán a pesar de haber nacido en Barcelona.

Ni unos ni otros podían asimilar lo que Goytisolo significaba. Las muchas Barcelonas que encarnaba, la siempre insumisa y libérrima, la que se enfrentó a la dictadura mientras la bienpensante burguesía catalana se beneficiaba de ella, la que colocó al irreverente Genet en el Raval, la que amaba a Cataluña en castellano, la que vive con pasión la Barcelona popular que ningún poder podrá encuadrar ni controlar…«Goytisolo, el exiliado de aquí y de allá, es quizás el más catalán y el más español de todos los escritores. Por eso hay poderes que hacen todo lo posible por silenciarlo.»

Goytisolo dinamitó la prosa en castellano, abriendo caminos que décadas después siguen siendo modernos, porque su visión del mundo no podía expresarse respetando los límites del canon literario.

Se enfrentó a la visión de una España única donde el franquismo pretendía enclaustrarnos para reivindicar la riqueza de las muchas Españas. Recordándonos como han sido los heterodoxos, los que fueron condenados a los márgenes, quienes han ganado frente a los que encarnaban toda la hueca opulencia del poder.

Pero también combatió contra la cárcel de una Cataluña única. Recordándonos que “cuando se empieza a decir nosotros los catalanes es inaceptable”. O denunciando “el sueño de una Gran Andorra” de las actuales élites catalanas, en realidad una pesadilla donde “circularían libremente capitales y bienes, los magnates del casino global invertirían sus millonarias cuentas y los recién estrenados ciudadanos, investidos de su flamante identidad, serían felices”.

En Goytisolo se hermanan el Raval y las Ramblas, el casco antiguo de Marrakech, las bangelius de los suburbios parisinos y el patio de monipodio cervantino. Allí, donde el pueblo se expresa sin intermediarios, donde cielo e infierno, lo sublime y lo grotesco, se confunden hasta ser una misma cosa, es donde está la vida.

Enfrente hay poderes que creen controlar el pasado, el presente y el futuro, pero que no pueden ocultar, por muchos perfumes con que se adornen, el hedor que desprenden.

Lo que no pueden soportar quienes habitan los despachos del poder es que haya gente, como hizo Juan Goytisolo en toda su obra, que grite que el rey está desnudo.

Hoy más que nunca Cataluña necesita a Goytisolo, toda España necesita a Goytisolo.

Su obra es hoy un placer literario, pero no vacuo y hueco, como aquellos que se olvidan con la misma rapidez que ascienden a la cima, sino una aventura de riesgo, que nos duele y nos incomoda, como debe hacer toda literatura que se atreve a mirar la verdad a la cara, y a empujarnos a todos a hacer lo mismo.

Goytisolo, el exiliado de aquí y de allá, es quizás el más catalán y el más español de todos los escritores.

Por eso hoy es más necesario que nunca. Por eso hay poderes que hacen todo lo posible por silenciarlo.

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